El Presidente Maduro afirma:
“La Guerra económica es fundamentalmente una guerra psicológica que tiene como objetivo que el pueblo se confunda”
La declaración indica, por lo menos en el discurso, una reflexión importante. Sería, puede ser, el primer paso para el esperado “Golpe de timón”, la rectificación. Veamos.
Hasta ahora el gobierno se ha guiado por la idea de que la batalla principal es en el terreno material. Siendo así, lo importante es el reparto, la distribución. Esta estrategia típica socialdemócrata espera conseguir adhesiones a cambio de dádivas. Cuando el precio del petróleo cae el esquema entra en pánico, la meta es buscar recursos “como sea” para mantener el flujo clientelar. Es así que vienen los préstamos, y ya sabemos: quien presta a desesperados pone las condiciones, se acude a las negociaciones de bloques en la Faja, a los retiros de fondos de los organismos internacionales.
Por supuesto, este camino condujo al fracaso, las encuestas son claras, pero más allá de ellas se siente la merma del fervor popular, la relación gobierno-masa se convierte cada vez más en relación cliente-proveedor, donde el pueblo da apoyo y el gobierno provee.
¿Qué pasó?
Tal como era de esperar, la política económica clientelar creó una masa egoísta, mercantilizada, que ubica su apoyo de acuerdo a la contraprestación material. La pasión revolucionaria despertada por Chávez mutó en avaricia, la capacidad de sacrificio por la sociedad cedió paso a la búsqueda mezquina del beneficio particular. En estas condiciones el discurso socialista se ahuecó, perdió sentido, fuerza.
El gobierno quedó sin alma y sin mercancía que ofrecer. Le queda el eco del pasado chavista que tanto vapuleó. Intenta volver atrás, ir al punto donde equivocó el camino, de allí la declaración del Presidente que roza la autocrítica. Es una buena intención pero lo hace con timidez, plantea una batalla con la burguesía ignorando las tesis que ayer pregonaron: “elevar las fuerzas productivas con el concurso de la burguesía”, “necesitamos a la burguesía, hay que darle los dólares”. De esta manera el discurso se carga de hipocresía, no es creíble, profundiza el escepticismo.
Las palabras del Presidente atinan al centro del problema, la guerra psicológica es el objetivo de todo movimiento económico. Se deduce que es allí donde debe plantear batalla la Revolución, entender que el teatro de operaciones de la guerra es el alma popular. Entonces, debe cambiar la estrategia, el asunto no es tomar medidas económicas desesperadas, seguir repartiendo, amenazar con que el triunfo de la oposición significaría la merma de la repartición, seguiría así cometiendo el error que nos hundió hasta aquí, estimulando las bases psicológicas que nos llevan a la confusión, a la derrota, incitar los valores del capitalismo.
Se desprende de lo afirmado por el Presidente Maduro que hasta ahora el gobierno y la oposición han desarrollado una guerra psicológica contra el Socialismo; es urgente entonces que el gobierno cambie de estrategia, de discurso, de práctica. Para eso se debe tomar medidas de vida o muerte:
Debe formarse un Estado Mayor para la emergencia psicológica que se declare en sesión permanente, que funcione como un tanque pensante y de coordinación contra la guerra psicóloga, qué están esperando para formarlo; debe tener un alto grado de independencia, no es un organismo para adular, es para criticar duro, única manera de corregir; debe ver los ataques del enemigo, pero también las profundas fallas del gobierno donde el adversario se apoya. Convoquen, por ejemplo, a Heriberto González, Atilio Boron, Luis Britto, Vanessa Davies, Fernando Martínez Heredia, James Petras, Javier Biardeau, Néstor Kohan, Roy Chaderton, Cristina González, Iroel Sánchez, coordinados por Jorge Rodríguez.
Todo debe comenzar por una profunda, sentida, sincera autocrítica del gobierno, reconocer los errores teóricos cometidos, las fallas en la elaboración de la estrategia. Convocar a la masa para un periodo de rectificación que signifique un relanzamiento de la Revolución. De esa manera, sólo de esa manera, el gobierno se situará en posición ventajosa, dejará el terreno donde el enemigo es fuerte, comenzará la recuperación de las posiciones abandonadas y el fantasma de la derrota se alejará.