La dinámica climática del escudo guayanés posibilita el milagro de sustentar en suelos pobres y semidesérticos, la formación de frondosos bosques, en los que existe una exuberante flora y fauna megadiversa. Es un patrimonio nacional, que visto desde una perspectiva estratégica e intergeneracional, tiene un valor superior al del petróleo y el oro, por ser la principal fuente de agua dulce y de vida. De sus entrañas nacen los afluentes que nutren el Caroní y el Orinoco, que alimentan el sistema hidroeléctrico del Caroní y el eje geoestratégico Orinoco-Apure.
La interacción entre la biomasa y la atmósfera produce el alto volumen de precipitaciones que sustentan el ecosistema. Al romperse este frágil equilibrio comienza desertizarse y cuando se supera el umbral de resiliencia, su degradación se hace irreversible. Históricamente, ha venido siendo intervenido sin control por la minería legal e ilegal, artesanal, pequeña y grande, aunque esta última suele disfrazarse de “responsable”, “sustentable” o “amigable”, sin que desde el Estado se haya podido o querido detener esa vorágine que destruye el hábitat de los pueblos indígenas y difunde en ellos la cultura minero-extractivista. ¿Será Mr. Danger quien pondrá “orden” en el bochinche minero actual? ¿A cambio de qué? En ese caso, ¿Qué papel jugaría el Estado?
El grueso del oro extraído va a los grandes compradores allende frontera, al BCV solo llegan migajas, mientras al país le queda el legado perenne de una devastación irreversible. Para extraer una onza de oro debe removerse de 7 a 8 toneladas de terreno ¿A qué costo ambiental, social, político y económico? La minería vista con un enfoque economicista, divorciado de su impacto ambiental, social y político, crea una espejismo rentista, funcional al modelo neocolonial, generador de dependencia, pobreza y opresión.
El presidente le dio play al “Arco Minero del Orinoco”, presentándolo como una de los “motores” para salir de la crisis. Promete “monetizar” las reservas mineras de oro una vez certificadas y transadas con el capital canadiense, estadounidense, chino, ruso o europeo. Con ello se asume como política de Estado la mercantilización de la naturaleza propia del “capitalismo verde” ¿Será una venta a futuro o un futuro en venta?