El feroz estrangulamiento de la economía venezolana tiene varias aristas. La jefatura recae en los que ordenan desde el estado corporativo del norte derrocar a la revolución bolivariana.
Derrocarla para apoderarse del petroleo, de los minerales estratégicos, de los diamantes. Para apoderarse de las reservas de agua.
Derrocarla para convertir de nuevo al territorio venezolano es puente seguro para el narcotráfico que apoya la banca internacional.
Derrocarla para que no siga contagiando a otros pueblos del mundo.
El paro empresarial petrolero les fue infructuoso. Por ello, en una aplicación de las técnicas empleada en la Nicaragua Sandinista, pretender rendir al pueblo por hambre, por carencia de medicamentos, por falta de repuestos.
Aprovechan que la acción de gobierno de los últimos 15 años se centró en llevar educación, salud, trabajo y vivienda y en recuperar la infraestructura del país, para atacar el lado menos fuerte, el de la producción alimentaria, de medicinas y bienes industriales.
A la acción desestabilizadora de las empresas privadas, de la estafa con los dolares preferenciales y el remarcague, a la especulación se suma un grupo de personas inescrupulosas que en complicidad con comerciantes, funcionarios sin valores morales pretende enriquecerse con la necesidades básicas de alimentación, salud y de bienes procesados de la gente.
Son los mal llamados bachaqueros que no reparan en robar a vecinos, familiares y amigos. Han minado los sitios de venta. Son unos lacayos, traidores a la Patria.