Esta exclamación y pregunta me la envió un coterráneo acostumbrado a las dinámicas de la frontera más viva y “más pícara” de Sur América, a decir de todos(as). Desde hace mucho tiempo han existido casas de cambio en San Antonio del Táchira y en Cúcuta, y en este último lugar, a plena calle, en unos improvisados escritorios miniatura, se guardan para el cambio monedas de varias partes del mundo. A todos los signos monetarios le tienen establecida una paridad con márgenes que en el pasado eran porcentajes mínimos que dejaban para la utilidad cambiaria, una especie de servicio antes que una especulación. Todo mutó en lo que va de siglo.
El servicio de cambio se transformó en una actividad meramente especulativa, posiblemente organizada con fines políticos para combatir desde la frontera al gobierno revolucionario. Diríamos que van tres ciclos especulativos graves en los cuales han logrado desmoronar, como si fueran terrones, al Bolívar. Audazmente, y en mejores condiciones de respaldo e ingresos, Chávez logró combatir con un Bolívar Fuerte, sobre el cual se afincaron nuevamente. Se aprovecharon de remesas de dólares para estudiantes ficticios, hijos de familias “venecas” que lograron de CADIVI divisas para sufragar supuestos estudios de sus hijos en Colombia, generaron sistemas de reciclajes de dólares, pesos y bolívares, en una especie de licuadora donde el Bolívar F era el único triturado.
Después vino lo que sabemos, el cierre de la frontera con efectos contradictorios, unos positivos que redujeron los flujos de drogas, de bienes imprescindibles para nuestra seguridad y soberanía alimentaria, pero también redujeron los intercambios tradicionales en el eje fronterizo y el flujo de personas trabajadoras. Sin embargo la justificación era evidente, se necesitaba tiempo para negociar una nueva forma de ser en la frontera, más transparencia en los intercambios y un mejor control de los Estados (Colombia y Venezuela) en los asuntos fronterizos. La re-apertura de la frontera se hizo con mejores expectativas y todo parecía andar bien. La paridad cambiaria especulativa había reducido su margen entre el dólar oficial más caro y el dólar Cúcuta.
Pero, el planteo político uribista, que domina la frontera impulsó una devaluación “degenerativa” de nuestro signo monetario, aun a costa de la propia economía local colombiana cuyos comercios estaban vendiendo algunos productos contingentados en Cúcuta en espera de los compradores compulsivos venezolanos, incluidos gobernadores y alcaldes. En poco tiempo logramos regresar al país inventarios de producción venezolana extraídos por las mafias bachaqueras. También es cierto que algunos extractores participaron luego en el negocio de la repatriación de productos, porque así es la picardía que señalé al comienzo; es una alianza maléfica entre el poder económico y la burocracia parasitaria.
El paramilitarismo uribista presionó sobre la paridad y hoy es caso cuatro veces el valor máximo de las cotización oficial máxima del dólar en Venezuela. No se ha re-definido la nueva frontera prometida en las negociaciones binacionales, el bolívar sigue en caída libre presionando a acontecimientos políticos desagradables en Venezuela; y a poner en evidencia la eficacia y eficiencia del gobierno del presidente Maduro en el manejo de la renta petrolera. Estamos en un punto tan álgido que ya existen camaradas proponiendo un nueve cierre fronterizo, que en este momento tiene otras connotaciones.
Nos agarran en el período de máximo consumo de “toda vaina”. Nuestros inventarios nacionales no son suficientes en algunos renglones y con la cantidad de bolívares acumulados en Colombia, los especuladores tienen montada una extracción mayor de productos ahora deficitarios y cuando no, baratos para adquirirlos con el acumulado de beneficios que les dejó la especulación. Esa es la naturaleza de esta parte de la guerra económica, hacerte vulnerable y agredirte políticamente. En poco tiempo los resultados serán que esa paridad rendirá más beneficios a los especuladores financieros que al fisco nacional.
Una caja de antibióticos comunes en Cúcuta tiene un precio equivalente a 10 mil bolívares. No extrañará que vengan por todos los inventarios de medicinas, diversos productos de la salud, alimentación, combustibles, lubricantes, hierro, cemento… ¡Madre mía! Entretanto, estamos detenidos en la quejumbre, en la palabra; y las acciones políticas frente a Colombia no se dejan ver. Para derrotar el uribismo paramilitar que dirige la acción contra la moneda nacional se requiere re-negociar con Colombia en forma urgente lo pendiente sobre la nueva frontera. Se ha propuesto un mecanismo similar al SUCRE. Cuidando un equilibrio en la balanza comercial y negociando algunos productos Estado –Estado.
Esa paridad actual es una estafa, es un crimen contra todos, es una relación depravada entre la oligarquía colombiana y la nacional, entre el uribismo y la MUD, pero resulta ser que todos estamos pagando esa carga… ¡Madre mía! ¿Qué hacemos con el dólar Cúcuta?