La ciudad de Wechequín no existe

Hace poco, mientras que viajaba trabajando por la costa central venezolana, tuve que repentinamente viajar por avión desde el aeropuerto nacional Simón Bolívar (Maiquetía) hasta uno de los pequeños aeropuertos cerca de la frontera con Colombia para ocuparme de un grave problema relacionado con el paramilitarismo colombiano que se ha infiltrado al pueblito donde vivo, desde hace más de 3 años ya, pero que se ha estado empeorando desde entonces, y donde ya han asesinado a tres de mis vecinos en menos de un año.

Ahora están empezando a meterse en la propiedad donde se encuentra mi taller …

… y no los quiero allí.

Bueno, eso dicho, cualquier persona que ha viajado por avión desde Maiquetía, o desde cualquier aeropuerto nacional o internacional donde los pasajeros son en su mayoría venezolanos, sabe que todo el proceso, desde la compra de boletos en las taquillas del aeropuerto, hasta el check-in (registrarse para embarcar al avión), y el embarque, todo es una gran tragicomedia y aventura de supervivencia.

Por ejemplo …

Cuando las muchachas que se ocupan del embarque llegan a la puerta de embarque, de repente, así como una explosión humana, por lo menos 80% de los pasajeros --- unas 120 a 150 personas normalmente --- se paran todos al mismo tiempo y empiezan a formar una inmensa manada de humanos desesperados para montarse al avión, amontonándose desde todos los lados frente a la puerta de embarque, ahogando el lugar, y haciendo imposible trabajar a las muchachas que se ocupan del embarque, las cuales, con la intención de poner algún orden al caos, gritan cosas como:

”Por favor, primero, los pasajeros con niños, o necesitando asistencia … los otros pasajeros, que por favor regresen a sus asientos …”

Nada.

”Repito, por favor, solamente los pasajeros con niños, o necesitando asistencia …”

Pero nada, nadie se mueve …

”Los pasajeros con niños, o necesitando asistencia …”

Finalmente, después de largos minutos, algunos de los pasajeros, pero solamente algunos,  --- todos en buenas condiciones físicas y no necesitando ayuda, pero que están bloqueando la salida --- se mueven de lado, un poquito, como molestos, un medio metro si mucho, solo lo suficiente para dejar pasar, forzadamente, una silla de ruedas.

“Permiso, permiso, permiso,”

Feo, muy feo.

”Por favor, ahora embarcaremos solamente los pasajeros con asientos en las corridas 17 a 36, por favor que los otros pasajeros hagan otra cola aquí …”

Pero nada, nadie escucha, todos hacen lo que les dé la gana …

Y así sigue el asunto durante otros 30 minutos hasta que al final todos los pasajeros se montan, sudados, nerviosos, amargados, quejándose de todo.

Tal vez que eso les suene cómico, y lo es, pero realmente, esa miserable egoísta actitud del venezolano representa la realidad trágica de una parte significativa de la población reflejada allí en la puerta de embarque del aeropuerto.

¿No será por esta actitud que el país está como está?
 
Bueno, nunca entendí por qué los venezolanos --- no todos, pero una parte significativa de la población --- no son capaces (o no quieren) seguir las más básicas de las reglas y normas de una sociedad civilizada, las cuales normalmente existen con el fin de facilitar las cosas para el conjunto de la población, lo cual obviamente beneficia generalmente y a largo plazo, a todos.

Si en el aeropuerto los venezolanos se portaran bien, posiblemente todos los vuelos estarían saliendo casi siempre a tiempo, y los pasajeros llegarían a sus destinos a tiempo, y estarían contentos, en vez de quejarse por el retraso todo el tiempo durante el vuelo.

¿O no?

Bueno, eso  siempre me impresiona.

Pero …

Esta vez, hubo algo más que me impresionó, pero fue durante el check-in, antes de llagar a la puerta de embarque.

Para hacer el check-in, la línea aérea divide los pasajeros en 3 grupos (colas):

1- Aquellos pasajeros que quieren hacer el check-in para El Vigía,

2- Aquellos pasajeros que quieren hacer el check-in para La Fría, y

3- Aquellos pasajeros que quisieran hacer el check-in por internet para cualquier vuelo de esa misma empresa.

Sabia que la línea aérea creaba esas 3 colas, pero cuando llegué al aeropuerto, no sabia cual cola era para qué, entonces pregunté en la primera cola:

”Esta cola es para donde?”

Y la gente me respondió, “Wechequín,” y yo, sorprendido, les respondí:

¿Dónde es Wechequín?

Y me miraron como si yo fuera loco, y repitieron, todos juntos, con un tono un poco más fuerte:

“¡Wechequín!”

No entendí nada, y les di las gracias --- yo no iba a Wechequín --- entonces pregunté en la segunda cola, y esa era la cola para el vuelo que iba a tomar, y allí me puse.

Mientras que hacia la cola me pregunté:

“Cuál sería esa ciudad de Wechequín, suena ecuatoriana, o tal vez boliviana, no sé, pero es un nombre medio raro, nunca escuché de esa ciudad, suena Indio,” y seguí allí, como todos los demás, parado sobre un pierna, después la otra, rascándome el codo, después la cabeza, esperando, y avanzando, poco a poco …

Cuando de repente …

Allí, viendo de lado en lado, al comienzo de la cola para Wechequín, sobre el mesón de la taquilla de la línea aérea, vi una pancarta que decía, en inglés:

”Web Check-in”

Empecé a reírme en voz alta, y la gente me miraba de manera extraña, pero no podía no reírme, era demasiado cómico el asunto, y desafortunadamente trágico al mismo tiempo, tanto que no somos capaces, como venezolanos, encontrar alguna expresión equivalente en español par decir la misma cosa.

Tenemos que copiar al enemigo.

Bueno, entre la comedia y la tragedia, por lo menos aprendí algo nuevo, la ciudad de Wechequín no existe.

DIBUJO:    HECK 1132

 



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Oscar Heck

De padre canadiense francés y madre indígena, llegó por primera vez a Venezuela en los años 1970, donde trabajó como misionero en algunos barrios de Caracas y Barlovento. Fue colaborador y corresponsal en inglés de Vheadline.com del 2002 al 2011, y ha sido colaborador regular de Aporrea desde el 2011. Se dedica principalmente a investigar y exponer verdades, o lo que sea lo más cercano posible a la verdad, cumpliendo así su deber Revolucionario ya que está convencido que toda Revolución humanista debe siempre basarse en verdades, y no en mentiras.

 oscar@oscarheck.com

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