O sea, el Superhombre, quien trasciende valores y normas gregarios para definir los suyos, como cualquier otro ser superior de esos que hay. Pero atención: no es un patán que estaciona su Audi sobre una acera, sino un ser superior. No creo en la superioridad intrínseca de nadie porque soy socialista. La superioridad hay que ganársela, dando jonrones como Altuve.
Hay patanes que no llegan ni a déspotas ilustrados cual Atatürk, Pedro el Grande, Luis XIV, como lo intentó Guzmán Blanco. No. Me refiero a borrachines cuya máxima hazaña consiste en echar carros, lo que no deja de ser meritorio en medio de una borrachera. Me han asegurado que no es fácil correr estando ebrio.
Una de las ventajas de la sociedad es limitar precisamente a los patanes, bellacos, belitres, granujas, cenutrios y zascandiles. Y al Grinch. Pero, ay, no siempre es así. Lo ilustra Goethe, por ejemplo, en su genial y poco divulgada versión del antiquísimo y picaresco poema épico Reineke el zorro, un protervo y traicionero malandro que alcanza los más altos sitiales usando trapacerías de todo jaez y laya.
En otra sátira medieval, le Roman de Fauvel, se cuenta la épica del burro Fauvel, cuyo nombre está formado por las siglas Flatterie (adulación), Avarice, Villenie (la V era U), Variété (inconstancia), Envidia y Lâcheté (cobardía). Apoyado en esos méritos termina mandando en la casa, desplazando al amo. Podríamos citar otras patanerías en el poder, como Rajoy en España, que se me ocurre así al azar no sé por qué —es más fuerte que yo. El Partido Popular ha montado en España una patanocracia. Corrupción y represión violenta, o sea, franquismo.
Patanería es dictaminar, por ejemplo y porque me da la gana, que unas elecciones son un fffRRRaude, sin la menor prueba. Porque lo digo yo y olé. Y si te pones con una cómica te tiro una guarimba y hasta te pego candela en plena calle. La Santa Inquisición al menos se tomaba el trabajo de montarte un juicio de pacotilla para después quemarte en vida en una plaza, delante de todo el vecindario, incluyendo tus hijos e hijas, que oían tus alaridos. Amor cristiano. Como aquí, que matan a quien osa rozar una barricada, delante de su parentela.
Las guarimbas también son cristianas, empuñan imágenes pías e incluso de caballeros medievales. Por eso son tan amorosas.