Los ciudadanos en plan de contralores sociales, debemos tener bien claro qué es esa “corrupción” que, junto con el burocratismo y la ineficiencia, son los males que el Presidente nos conmina a combatir para depurar la V República.
Corrupto no es sólo el Gobernador, Alcalde o Presidente de Fundación o Corporación, Junta Parroquial, etc. que, valiéndose de su cargo, lo utiliza especialmente para meterse unos reales extra en el bolsillo a punta de negociados y chanchullos administrativos, sino también el que, aprovechando su investidura, ingresa a su equipo a parientes cercanos y amigos quienes, por lo general, tienen poca o ninguna aptitud para desempeñar el cargo en que los han colocado y a quienes interesa más el quince y último que el buen desempeño en su área de trabajo, con el consiguiente perjuicio al ente u organismo respectivo y a la comunidad en general.
Corrupto es aquel concejal que, en vez de interesarse en resolver los problemas de la comunidad que lo llevó al cargo edilicio, en vez de preocuparse por impulsar y elaborar legislación local necesaria para actualizar y mejorar el marco normativo de su Municipio, se la pasa pantalleando y echando bonitos discursos en las barras de las tascas whisky en mano, pendiente de que se eleven cada vez más las dietas parlamentarias millonarias que cobran por el sólo hecho de ser concejales, y de ver cómo anular cualquier traba o molestia que, en el seno de la Cámara Municipal, se puedan presentar a las iniciativas propuestas por el Alcalde (esto, si son del mismo partido o tolda política) para que éste siempre termine logrando lo que quiere.
Corrupto es todo aquel director de staff o jefe de línea que busca convertirse en el líder de pequeños grupos de poder económico, haciendo discretos contactos con el sector privado y confiriéndole ventajas para que se gane (o ambos se ganen) fácilmente unos bolívares extra, autorizando sobreprecios, otorgándole contratos evadiendo las licitaciones que por ley deben hacerse, haciéndose la vista gorda ante las ilegalidades y de mil maneras más.
Corrupto es aquel subalterno que no cumple cabalmente con su trabajo, se la pasa de reposo en reposo, y sólo justifica su cargo por el apoyo que tiene de su superior o del jefe máximo que lo puso allí por ser compañero de partido. Corrupto es también aquel que, en contacto con el ciudadano común para atender sus peticiones y reclamos, en vez de hacerlo oportuna y eficazmente se prevale de su cargo para minimizar las posibilidades de que el público pueda contactarlo, le pone miles de trabas para atenderlo y cuando al final lo hace, tiene en la punta de la lengua la consabida frase “mire, ahorita estamos muy ocupados, venga la semana que viene con todos los papeles y entréguelos a la secretaria, ya veremos cómo resolver el asunto”.
Corrupto es quien, en fin, en el decurso de su gestión contradice la noción de servidor público claramente consagrada en la Constitución y las Leyes y se dedica a atesorar dinero fácil, enconando y alimentando, en vez de combatirlo, el tumor canceroso anidado en el corazón del Poder Público venezolano por obra del nefasto Pacto de Punto Fijo.
Hay que decirlo, sin anestesia… Maldito todo aquel que, gracias al voto del pueblo, alcanza una alta investidura pública tocado con una boina roja y hablando en nombre de la Revolución Bolivariana y que, en vez de dignificar su cargo poniendo todo de su parte para depurar a la Administración de los vicios y desviaciones que la aquejan, se mete hasta el cuello en ellos para ponerle las manos encima al Erario Público, porque así no sólo es corrupto sino también un renegado que, con su conducta, se burla de tanta sangre y tantas lágrimas derramadas por el pueblo en defensa del Proceso Revolucionario en curso. Maldito todo aquel funcionario corrupto disfrazado de revolucionario, porque con sus apetencias personales de poder político y económico se convierte en un lastre dañino para el avance de la Revolución en marcha. Mil veces maldito todo aquel funcionario “bolivariano” de cualquier nivel que, obligado en razón de su cargo a procurar el Bien Común, en vez de ello se dedica a fomentar conchupancias y clientelismos destinados a abultar sus cuentas bancarias y las de sus allegados, haciendo mofa del pueblo que lo eligió por su condición de “dirigente revolucionario”. No hay peor corrupto que aquel que lo es y, en cualquier acto público, siempre tiene al Comandante Chávez y a la Revolución Bolivariana en la punta de la lengua… porque además de corrupto es traidor.
Aquel sábado 13 de noviembre de 2004, en el Fuerte Tiuna, nuestro Presidente trazó las Diez Líneas Estratégicas a seguir para profundizar la Revolución Bolivariana. Entre ellas destacan: “ACELERAR LA CREACIÓN DE LA NUEVA INSTITUCIONALIDAD DEL APARATO DEL ESTADO”, y “ACTIVAR UNA ESTRATEGIA INTEGRAL Y EFICAZ CONTRA LA CORRUPCIÓN”. La lucha contra la Corrupción Administrativa es, pues, un objetivo de Estado, y así debe ser asumido por la Contraloría Social: Una lucha en todos los frentes, sin descanso, con todas las herramientas procedimentales y normativas a nuestro alcance. Respaldo la posición del colega Iván Oliver Rugeles, en cuanto a que se nos hace imperativo reforzar los Controles Internos de los entes que manejan fondos y bienes públicos. Si queremos una Venezuela libre algún día de ese cáncer que nos legó la partidocracia, se trata entonces de poner bien en alto la bandera del artículo 62 de la Constitución Bolivariana, y proceder en consecuencia.-
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