La mañana amaneció con una pertinaz llovizna y la escoba del aguacero barrió las aceras de las calles y las dejaron limpiecitas, dándoles un ejemplo a las autoridades competentes. Mientras a lo lejos los cerros de la Tacarigua de Margarita, lucían en sus cabeceras unos bucles de neblina que parecían peinados para asistir a una importante fiesta.
El periodista, entre tanto, estaba parado frente a la imagen del sagrado Corazón de Jesús que está en la plaza de la citada población y que luce imponente y cual guardián vigilando a su pueblo. En eso estaba, cuando se acercó su amiga, la inefable perra Cegueta, cariñosa como siempre, pero con la mirada ida por la situación que están pasando sus compañeros, en vista de los altos costos de los alimentos y sobre todo de la perrarina.
- ¿Qué le pasa a Ceguetica? ¿Estás enferma o es que quiere amargar mi vida? Como dice la canción, señaló el periodista.
- Lo que pasa, amigo, es que ante la situación reinante, nos hallamos impotentes, pues no encontramos eco en nuestras acciones y eso deprime y decepciona, porque, al parecer, y a pesar de nuestros gritos, en la Asamblea Nacional Constituyente no hay una sola alma caritativa que por lo menos asome una solución al problema de los precios de la perrarina y señale que se puede arreglar con otros productos sustitutivos; pero, por favor que no digan, que con conchas de frutas y de verduras y que se hace un menjurje; porque aparte de lo desagradable, casi nadie compra frutas y verduras por la carestía de las mismas.
- ¿Qué dice la Misión Nevado de eso?
- Por lo que hemos oído, nada, sólo se ha dedicado, a veces, a desparasitar, a esterilizar, cortar uñas y bañarnos. Y no es malo. Pero de qué vale eso, si no encontramos qué comer, pues antes sobraban restos de comida y nos resolvíamos, y ahora nadita
- ¿Qué piensan hacer?
- Pedir nuestro combo Clap, que traiga pollo, carne y perrarina.
Cegueta, la peluda grisácea, dijo esto y corrió a unirse a su compañero Barba, dejando al periodista, diciendo: “No quiere nada Cegueta”.