BINÓCULO Nº 302

Las tickeras del delito, o Valeven se burla del país

El tema de las famosas tickeras, de las que nadie quiere hablar ahora, tiene expresiones realmente angustiantes, puesto que el supuesto pagador del Estado venezolano del valor de esas impresiones, es un ente conocido como Valeven, que al final no sabemos qué es, pero si sabemos que es la responsable del quiebre de pequeños comercios a los que les fueron obligados a recibir las famosas tickeras como pago de los productos que vendían y que aún no cancelan.

Y es entendible la medida tomada por el gobierno en su oportunidad, porque tendía a solventar de alguna manera la crisis del venezolano de a pie. Pero ahora soy un convencido de que, quien las inventó, o es un delincuente o es un ignorante, porque lo primero que debió saber es que en un país donde todos cometemos un delito, tener dinero en la mano en forma de tickets, obviamente haría mucho más delincuentes a quienes lo tuvieran y tomaran decisiones sobre ellas. Cada tickera valía 500.000 bolívares y la orden de Nicolás es que se les entregara a los más necesitados, a quienes tuvieran mayor expresión de sus crisis personales, madres solteras, gente de la tercera edad, desempleados, pobres diablos de vida y de militancia. Fue una medida sin duda humana, profundamente humana, aunque con una alta carga de demagogia muy parecida a las planchas de zinc y el saco de cemento de los, adecos, pero incluso válida, al fin y al cabo.

Y la parte desgraciada de este capítulo, es que todos, o la mayoría, se robaron las tickeras. De hecho, altos dirigentes del gobierno aceptan que apenas un 40% llegó a manos de los más necesitados. Conozco centenares de personas, madres solteras sin vivienda y sin trabajo a las que ni siquiera un ticket de esos le regalaron para comprar un pan. Nada de eso. Y también conozco jefes de consejos comunales, ubch y todas esas estructuras disfrazadas de rojas que recibieron hasta 800 tickeras y no entregaron una sola a su comunidad. Incluyendo la desfachatez de pasar frentes a los vecinos hasta con juguetes de navidad, perniles, carne y pollo, restregándoles su poder de comprar con ese billete falso que llamaron ticket. También conozco dirigentes que compraban no solo cerveza, sino güisqui, entregando más de lo que costaba para hacer negocio con el licorero. Es decir, que el propio gobierno contribuyó con el enriquecimiento de Lorenzo Mendoza pues se compraron miles de cajas de cerveza cuyo precio a ese momento era de 400.000, por el valor de la tickera completa, 100.000 para el licorero y las ganancias sobradas para Polar. ¡Molleja de revolucionario! Diría mi camarada maracucho.

Y me niego a creer que, en el gobierno, nadie supiera que imprimir ese montón de dinero falso, sería un mango bajito para lo amigos de lo ajeno, en este caso, "revolucionarios" disfrazados de rojos. Y ni por el carajo se crean que había pendejos allí, simplemente porque un pendejo no tenía acceso a esas tickeras. Muy pocas de esas tickeras llegaron a las manos realmente necesitadas. ¡Que desgracia de pueblo cuando el cura es loco! Dicen en el pueblo mío.

El segundo capítulo de esta épica es que el gobierno dio orden a todos los comerciantes, supermercados y afines de aceptar esas tickeras, so pena de convertirlos en delincuentes si se negaban. Le he preguntado a muchos abogados amigos, y ninguno sabe en qué capítulo del derecho el Estado puede cometer esa usurpación contra alguien. "Solo puede hacerlo en caso de que haya un estado de guerra Rafael y ese no es el caso de Venezuela". Pero la obligación fue general y para ello el gobierno utilizó a sus huestes desplegadas en todo el país. A los negocios y supermercados llegaba el alcalde del municipio o enviaba a su Liga de la Justicia, a la Mujer Maravilla, Los Cuatro Fantásticos, Superman, policías, guardias nacionales a veces los mismos que matraquean a los comerciantes, y pare de contar, en una acción más policial que inductiva, de amedrentamiento y de terror. Una pandilla encabezada por el comandante de la policía local quien, a lo Martín Valiente, pistola al cinto, hacía los gestos manipulatorios para hacer notar que tenía el poder de matar. En ese allanamiento, no se producía una interlocución, un debate, una propuesta para hacerle menor dura la vida al comerciante. Allí no valían los argumentos de los costos de producción y la imposibilidad de vender al precio exigido por la ignominiosa Sundee. Nada de eso, o vendes a este precio o te cerramos y te llevamos preso, como el caso de un joven charcutero que conozco que apenas llevaba seis meses con el negocio, a quien no solo lo obligaron a vender por debajo de lo que había comprado, sino que estuvo diez días en la cárcel. ¡El coño de su madre el estado de derecho! No hay un abogado con bolas que haya dicho públicamente que los alcaldes estaban violando la ley deteniendo a un pobre trabajador diez días. Pero así fue. Casos como esos ocurrieron en cantidad. Por supuesto, acompañado de la campaña mediática, manipuladora, maquiavélica y embustera, según la cual son los comerciantes los enemigos, no los mayoristas ni los distribuidores de materias primas para alimentos o útiles de cualquier tipo. Funcionalismo puro para un gobierno que habla insistentemente de revolución y de socialismo.

Y la tercera parte de esta épica, es que obligaron a los comerciantes a aceptar las tickeras, pero después ni ellos mismos sabían quién iba a pagar eso. Finalmente dijeron que una empresa llamada Valeven se haría cargo y que era necesario pedir un código por la página, luego llevarla una oficina para que fuera enviada a Caracas y que en el lapso de una semana le depositaría al beneficiario.

Pues a estas alturas, cuando el dinero se ha devaluado al menos un 1.800 por ciento, a la gran mayoría de los afectados no les han pagado. Conozco comerciante que introdujeron tickeras por 100 millones de bolívares, que hoy serían menos de 30, pero que, con una deuda de ese tamaño en ese momento, se descapitalizó por completo, no tuvo forma de recuperarse. Debió cerrar y dedicarse a otra cosa, incluyendo la mendicidad. Una deuda de ese calibre lo puede resistir negocios grandes como las grandes cadenas, pero para un comerciante pequeño que debe reinvertir para seguir trabajando, eso fue un tiro de gracia.

Una de las tácticas usadas por Valeven es que enviaban un correo al comerciante para decirle fecha de pago o al menos el estado de la gestión, pero nada de eso ocurrió. Ni siquiera responden a los teléfonos que dan para que uno se comunique. De qué tamaño es la deuda del Estado con los comerciantes, miles de millones de bolívares. Cuándo la van pagar. Si no hay nadie dentro del Estado que dé una explicación, como se sabrá la respuesta. Lo cierto es que, si usted va a las alcaldías, ni el alcalde ni su guachimán, ni los miembros de la Liga de la Justicia, quieren dar la cara. Nadie sabe qué va a pasar con los tickets de Valeven.

Y ahora díganme si eso no es un atraco a mano armada.

Caminito de hormigas…

Igualito se mantienen los chanchullos con las cajas Clap. Nadie hace nada. No hay un preso y nadie dice nada… Los alcaldes recién electos en Carabobo, están demostrando que no tienen ni la menor idea de lo que deben hacer con un ente municipal. Preocupante… Este cinco de marzo, a propósito del aniversario de la muerte de Hugo, se debería hablar con sinceridad de la realidad de Pdvsa. Nos quedaríamos muy impresionados si supiéramos la situación que vive ese monstruo por dentro. La más preocupante, una fuga de cerebros que ya pasa el 60%… Al parecer, el Petro comienza a hacer mellas en el dólar. Ahora hay que esperar la reacción de los gringos.



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Rafael Rodríguez Olmos

Periodista, analista político, profesor universitario y articulista. Desde hace nueve años mantiene su programa de radio ¿Aquí no es así?, que se transmite en Valencia por Tecnológica 93.7 FM.

 rafaelolmos101@gmail.com      @aureliano2327

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