La farsa de la producción de soya en Venezuela

Las necesidades de harinas de  frijol de soya para el ensamblaje de alimentos  balanceados para los  sistemas intensivos de la  producción avícola, de cerdos,  lecherías y de la  acuicultura continental deben estar rondando   1,5 millones de toneladas. Esta leguminosa  viene siendo estudiada en Venezuela sin mayores aciertos desde antes de los años setenta del pasado siglo, su comportamiento en las  condiciones  de suelo y clima nacional no ha sido del todo satisfactoria. En ensayos  muy bien diseñados  conducidos por expertos agrícolas del INIA y de otras instituciones de investigación del país,  no logran superar  en promedio las, 2.5 toneladas por hectárea, pero el valor común en  extensiones comerciales  no pasa de 1.2 T/ha;  y son muy frecuentes rendimientos bajos,  menores a  800 Kg/ha.

 Esta situación histórica que se arrastra desde  que implantaron  los modelos productivos  intensivos en Venezuela,  obligó en el pasado a revisar una estrategia general para salir del problema de la suplencia de proteínas en las raciones para los animales de  interés zootécnico. Así se evaluaron nuevos recursos alimenticios, algunos con problemas comunes de toxicidad presentes en la mayoría  de las leguminosas tropicales, se evaluaron también  residuos de la agroindustria animal y las tortas de oleaginosas nacionales, se analizaron las posibilidades de  acelerar los planes de mejoramiento genético de soya, y también la adquisición de materiales genéticos avanzados para acelerar los programas de  mejoramiento; y hasta semilla de soya se importa desde Brasil, principalmente.  Brasil, el de Lula,  dio apoyo a montar una estrategia de producción masiva de soya en Venezuela y quisimos pasar por “Go”  como en el juego del Monopolio sin darle la vuelta completa a la complejidad del problema.

Varias veces se ha dicho que se requieren unas 600 mil hectáreas de  soya en el país, incluso un investigador tan calificado como JJ Montilla, que evaluó muchas fuentes de alimentos tropicales para la alimentación de no rumiantes,  empezando este siglo XXI, fue sensato  a la hora de presentar un plan  agrícola en su paso por  el gobierno con la soya incluida  como un reto productivo. La situación  siguió siendo la misma.  No le hicieron caso y luego de salir del gobierno, una urgencia, como toda vaina  que huele a guiso en el país,  hizo que se planificara la siembra de esas 600 mil hectáreas. El fracaso fue rotundo, no  llegamos al 10 % de la meta y de esas se cosecharon menos de 20 mil hectáreas. Las estadísticas  oficiales hasta el 2002 no revelan  la existencia del cultivo de  soya en el país, y así quisimos pasar  a esa  cuantiosa cifra. Desde el 2006 en adelante, la inversión ha sido cuantiosa y los resultados miserables. No disponemos de más de 40 mil hectáreas de soya, incluyendo el esfuerzo que se hizo para entregar grandes extensiones  de  tierras para uso de agricultores brasileños   y otros agricultores venezolanos que se retaron.  Y la importación  masiva de soya sigue.

Luego de estos fracasos, que un Ministro  diga que volverán con el plan de las 600 mil hectáreas de soya,  es una mentira del tamaño del Pico Bolívar. Y es una mentira porque la suplencia de proteína animal para la población  no puede depender, en un país como el nuestro, solo de sistemas de producción intensivos a base de alimentos concentrados, porque no es la  soya lo único que falta, faltaría todo. En este momento (2018), el Plan de Montilla estimaba que se requería unos 3 millones de toneladas de maíz para la alimentación animal  o  si fuese mejor, incorporar o sustituir un 30 % del maíz amarillo por yuca en raciones donde los pigmentos no sean necesarios.  ¿Dónde está ese maíz? ¿Dónde está esa soya? ¿Dónde están las grasas visibles? ¿Dónde están los minerales y vitaminas, cuando se requieren? Lo que sí sabemos es dónde están y que han hecho los agro-importadores para que estos planes  no se cumplieran y en consecuencia llevarnos a otra  urgencia que huele a guiso.

No podrá haber una agro-industria “sectorial” de alimentos balanceados para animales estable, no vulnerable en nuestro país, y menos en un ambiente político que reta al capitalismo mundial, que se declara post-rentista,  si la agricultura vegetal no prospera. La alimentación  animal en esos modelos intensivos se basa en la producción para el ensamblaje de alimentos.  De allí el otro  fracaso evidente: Se comenta que en los llanos occidentales deben existir unas 35 plantas de mezcla de alimentos balanceados para animales en la carraplana, sin materia prima, abandonadas, saqueadas. Son el resultado de querer empezar por el final, sin  una adecuada integración de la producción vegetal con la animal.

Pero la vaina es peor, los planes de producción familiar y de pequeña escala  en avicultura fueron abandonados. Las instituciones responsables no recibieron el apoyo  para mantener los genotipos, hacer el mejoramiento genético, mantener la producción de pollitos y pollitas, y realizar la interacción social  necesaria para dejar de transportar huevos en cajas a las comunidades rurales, que los hubieran podido producir.  350 mil familias campesinas y una cantidad similar de familias  periurbanas dejaron de ser atendidas como potenciales suplidoras de su propia alimentación y  la producción de excedentes más allá de la subsistencia, para el mercado interno. ¿Quiénes tumbaron esos planes? ¿Cuánta verdad existió en que la avicultura familiar y de pequeña escala era un riesgo  sanitario para la avicultura industrial? Recuerdo que el Ministerio de Planificación preguntó cifras de talentos a formar en genética avícola, en salud animal y en tecnologías para la salud animal. Desde el punto de vista de la pequeña  avicultura, la situación de la alimentación es más simple y sustentable, se trata de una agricultura integrada, agroecológicamente limpia, que valoriza socialmente a los que históricamente han estado esperando,  por amor a la tierra.  No necesitan tantos “verdes” como  se le dice ahora a los dólares, ni Petros, ni un carajo de lo que piden los grandes agroindustriales.

Es la hora de repensar si esa tendencia que se quiere mostrar en los programas del Ministro  Castro Soteldo,  los domingos después de la Misa por VTV, donde los exitosos son los que han recibido financiamiento de millones de dólares, tienen sus propias plantas  de alimentos balanceados, pero no producen  ni estimulan la producción (integración) de un grano ni de soya, ni de maíz;  la genética es  importada, las vacunas también, la tecnología completa de los galpones es foránea.

¿No les parece que este sistema  de ensambladoras Ford o Chevrolet, no es la agricultura que necesitamos?

Todavía estamos a tiempo para que la agricultura  sea el proyecto vertebral de  las transformaciones económicas de la tierra de Bolívar, Chávez y tantos héroes ocultos como los campesinos.



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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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