Para no dejar los asuntos públicos en la penumbra, el anterior articulo publicado en Aporrea, "Parodia Teatral: Las Cotas de Poder en Falcón Crest", por la dudas que supone, decidimos correr el Telón, levantarlo, como se dice en los medios culturales del Teatro en virtud de que a la luz de la experiencia personal queremos extraer lecciones gerenciales que esperamos sirvan al proceso revolucionario bolivariano, desde la perspectiva del deber ser transformador en un área que tradicionalmente ha sido monopolizada y reservada a la Administración tradicional, privada y pública conservadurista en el cual es un territorio donde el chavismo nos parece está en deuda con el cambio de la supraestructura del aparato del Estado y en particular con los procesos administrativos y gerenciales.
Cultura gerencial
La cultura gerencial la podemos definir brevemente como aquella área del conocimiento organizacional donde el ejercicio de la gerencia se centra en el direccionamiento estratégico de una estructura, previa definición de prioridades, en consonancia con los lineamientos políticos de la organización, integrando el trabajo y coordinando el mismo mediante tareas y esto supone, motivar el personal, resolver conflictos, habilitarlo para un mejor desempeño de manera que ejerzan el liderazgo para comprometerlo en el logros de las metas, monitoreándolas a estas en la medida de su ejecución para alcanzar la eficacia.
Como vemos el principal activo de las organizaciones es el talento humano, el recursos humano como otros los llaman, pero un recurso es un medio utilizable, desechable, agotable, es una cosa que se usa y se descarta, a diferencia de la fuerza humana de trabaja, aunque se agota su vitalidad ella es capaz de crear, de generar mayor valor agregado que cualquier otro recurso, ni el capital se le compara, ni las maquinas, ni los equipos por si mismo, ellos sin el control del trabajador no maquinas inertes, por eso los seres humanos en el trabajo, propiamente el trabajo humano es un valioso instrumento de creación de riqueza a la que todos concurren, todos aportan su esfuerzo en aras de la organización.
Personal de confianza y no de confianza
Por todo lo anterior, clasificar los trabajadores en las empresas o las instituciones públicas, en personal de confianza y no de confianza, por su "lealtad", capaz de guardar secretos administrativos, comerciales, tecnológicos, etc., de manera que quienes deciden eligen dicho personal subordinado no tanto al ordenamiento jurídico como a las reglas que dictan los "superiores", a quienes el Gobierno ha delegado el poder. Los cargos de confianzas se caracterizan por cuanto llevan el sello de identidad política partidista de quienes ostenta el Poder gubernamental, para el trabajador dicha clasificación es ofensiva.
Dicho lo anterior, podemos comenzar que "los cargos de confianza" son una clara expresión de discriminación laboral hacia los trabajadores administrativos de carrera pública, realmente quienes esperan ascender se siente apartado, relegados del siguiente grado que le corresponde, no es posible dividir a los trabajadores en unos de confianza y otros que no lo son, todos deben ser de confianza en una organización, ello significa en verdad una discriminación no solo social sino también política y laboral, desalienta la participación de los trabajadores en los cargos de dirección, inhibe el desarrollo de nuevas habilidades, frena el desarrollo de la productividad laboral y desmotiva.
Quienes prestan sus servicios como funcionario público saben que ellos están subordinados al Estado, a sus instituciones, deben ser leales no tanto a quienes asumen los cargos directivos, se deben mas a la institucionalidad oficial, al aparato administrativo nacional, deben ser subordinados a la normativa y leyes nacionales a quienes la contraloría nacional controla por el ejercicio de sus funciones de manera celosa para evitar cualquier conducta irregular desde el punto de vista administrativo del aparato público. Así pues; el funcionario público está regulado a leyes por la cual se apegan en sus funciones, razón para la cual no debe haber "desconfianza" de quienes dirigen las institucionalidades especificas del Gobierno.
Desde esta óptica no puede haber el amiguismo, la solidaridad partidista, lealtades ciegas, menos el nepotismo gerencial en la selección de personal, si el sistema administrativo funciona a cabalidad, debe fluir libremente desde las Unidades de Personal, de Talento del Desarrollo Humano, las promociones la selección de personal para asumir funciones de acuerdo al perfil del cargo, las exigencias que el mismo lo exija. Siendo así, laos directivos deben aprender a convivir con funcionarios de carrera, con personal capacitado para sumir retos laborales para su ascenso, la promoción interna.
Nepotismo Gerencial y fetichismo gerencial
Una de las características gerenciales deformada de "la gestión revolucionaria", es asumir el nepotismo gerencial, esta distorsión del enfoque gerencial consiste en el abuso del poder, se puede decir que es un ejercicio corrompido del poder administrativo por cuanto que concentra un poder ilimitado para designar "los cargos de confianza" del personal allegado, familiar e incluso partidista, con el fin de monopolizar las esferas de los cargos superiores con capacidad de subordinar el resto de la burocracia. Esta visión gerencial, en verdad conduce a la práctica popular distorsionada del poder en la administración pública. Esta visión tiene un enfoque de dirección desde arriba hacia abajo, existen dos mundos, los de arriba y deciden y los de abajo que ejecutan.
Ya hemos dicho que los trabajadores no pueden dividirse en personal de confianza y no de confianza, en trabajadores no subordinados y subordinados, esta visión del trabajo es explotadora, similar a los enfoques capitalistas, se dice de cambiar la estructura, hacerla mas horizontal pero siguen funcionando de manera vertical, los trabajadores no deciden, es "la dirección superior" la que deciden los asuntos y la marcha de trabajo en la administración pública, los trabajadores son simples ejecutores de quienes organizan, deciden, planifican y dirigen.
Quienes gerencian de tal modo, emulando a los patronos capitalistas, de sostener una división del trabajo, en "personal de confianza y de no confianza", limitan la participación de los trabajadores, estos se consideran extraños, los trabajadores que son de no confianza, aunque lleven muchos años dentro de la institución, son cosificados, objetos o simples peones, nacen en ellos la indiferencia hacia el trabajo, son discriminados, el poder superior se presenta ellos como un fetiche donde ellos no tienen capacidad de decidir los cambios. Aquí sigue reproduciendo las relaciones de dependencia laboral, impidiendo el desarrollo de la libertad del trabajador así como sus capacidades sociales.
Cuando se decide retirar laboralmente un personal, ha de hacerse por razones laborales, no por criterio de "confianza política", ello reproduce la división del trabajo entre trabajadores, una forma de subordinación, "los disidentes" políticamente hablando se encubren dentro de la organización, procuran preservar el trabajo, se neutralizan, pero eso no quiere decir que sean apolíticos, sostienen sus enfoques, su visión política, solo que no la expresan, se siente amordazados, censurados, de manera pues que mantienen una postura política pasiva e inhibida.
Creo necesario indicar hacer aquí un paréntesis, el Poder es una cuestión social, y los espacios de trabajo no es una prerrogativa particular, el funcionario que trabaja en la administración pública responde a una normativa y legalidad, nadie tiene el derecho de conculcar el derecho al trabajo, si fuera el caso, el trabajador es un ciudadano social, si prestase servicio en la administración pública no esta sujeto su libertad de pensamiento a constricción alguna, eso sería una violación al derecho de opinión, a la libertad de pensamiento, menos en los espacios de la cultura, donde fluye la libertad de creación literaria, artística, en particular del escritor y su obra.
El Poder que cuestionan los revolucionarios en la que nos inscribimos en dicha bandera, rechazamos "el poder usurpador", aquel que es alienante, que enajena al trabajador sea en una empresa privada o pública, estos ante de ser trabajador son ante todo, ciudadanos, sean funcionarios o no, si un trabajador no tiene capacidad de influir en el medio de trabajo, preservar su posición a causa de abusos del poder desde arriba estamos en presencia de un poder que "en nombre de la revolución" se conculcan el poder, se toman decisiones similar a las que toman los burgueses capitalistas a nombre de "la democracia", en nuestro caso concreto, a nombre del "socialismo", mas si ese poder es compartido de un modo nepotista.
El ejercicio del nepotismo gerencial es ante un ejercicio de gobierno alienante, antidemocrático, anti socialista, allí los trabajadores no deciden, de manera democrática y socialista, hay una menor participación y protagonismo del trabajador amen de obligarlos a concurrir a los eventos que la dirección superior indique, no es un acto espontáneo, sino una disciplina impuesta bajo la amenaza del miedo, aquí el poder de un particular reproduce sus intereses particulares mediante colocación de personas con nexos políticos, partidistas, amiguista y familiares.
Ese fetichismo del poder, el nepotismo gerencial, a nombre de la revolución, el de ocupar el poder de modo superior, es el similar a una familia élite, revela una distorsión dizque revolucionaria de ejercicio de la democracia, el servirse del mismo poder para beneficio propio o familiar, para beneficio del séquito personal. Por todo lo anterior,el trabajo se halla amenazado, sobre todo el derecho, supone una imposición, forma de pensamiento político totalitario, fascista, violando con ello, la libertad de pensamiento, de opinión pública, apelando a los mecanismos primero de represión a modo disuasión e inquisición y luego revela represión para finalmente aniquilar el disenso y con ello al trabajador de su puesto de trabajo.