No hay duda que el veneno de la burocracia ineficiente es un problema de salud pública.
Porto hoy la convicción de que la burocracia (entre otros factores genéticos) me hizo a la larga devenir en hipertenso irredento.
Pero es que el torcido esquemita este del burócrata lo veo tan complejo, que para su análisis y posible búsqueda de solución pienso que obligaría a ensamblar un equipo tan, pero tan interdisciplinario, que habría de contarse incluso dentro de él hasta con super especialistas picológicos sobre cuadros tan graves y complejos como la idiotez sea ella real o simulada, tanto como sobre la real o simulada muerganés (de muérgano o de muérgana), y ambas en grado terminal. Es que si existiera alguna actividad que sirviera para poner a todo resplandor la tan repudiable miseria humana, diría que esa sería la de burócrata. De burócrata tanto en el sector público como en el privado. Porque el burócrata es como un fiordo de imbecilidad y sadismo, lo que lo convierte per se en todo un truhán. ¡Y que conste que hay honrosas excepciones, y que la más eximia, a propósito, es la del mismísimo jefe de la Revolución! Adolezco a propósito de una incultura bastante “burocrática”, pero no creo que en toda la historia haya habido un presidente que le haya dicho a la gente que si no le paran bola que forme un peo. (Claro, él no lo ha dicho así, pero sospecho que más de una vez le habrá provocado decirlo por lo que lo conozco).
Que el burócrata no es capaz de llegar a ser mala gente como afirmara el amigo Hernández Montoya, sería asunto a informarse con detalle por el equipo interdisciplinario propuesto, porque sin negarme a que pudiera existir el idiota genético vitalicio, sí estaría seguro de la existencia del que se hace el idiota episódico para facilitar tontas pero también pingües maniobras... Porque además debemos aceptar que la bendita actitud burocrática existe en todos los órdenes de la vida. ¿Quién pudiera decir sin correr el riesgo de mentir que no ha disfrutado de una mamá, de un papá, de una esposa, de una suegra, de un hijo, de un amigo, de un confesor, de un deudor y de un lo que sea, que no haya mostrado siempre u ocasionalmente una actitud de burócrata?
En lo que si concuerdo con el amigo Hernández Montoya es en lo del Consejo Comunal como potencial antídoto contra las mortales mordeduras de esa serpiente, lo que otro amigo, Igor García, le contradijera incluso con risa en el elevado nivel de carcajada explosiva. No creo que la aproximación de Hernández Montoya merezca tan poco, no obstante la frustración puntual de García. Él da en el clavo, dado que así como “pa` bachaco chivo”, pa` burocracia ineficiente y roñosa Consejo Comunal. No hay otro camino. Otro canto es si el que tiene el poder no lo ejerciera como es debido quizás obedeciendo a cierta culturilla muy bien sembrada en el pueblo que ha logrado hacerle sentir un respeto reverencial por la figura del burócrata, del “Chivo”; y a éste un reverencial irrespeto por el de a pie, por el que ellos consideran majadero o tardo en lo individual. Pero el poder moral intrínseco que debiera tener un Consejo Comunal, no creo que pudiera ser menospreciado o menoscabado impunemente por algún burócrata por más moñudo o más encumbrado que esté, y sobre todo si el Consejo Comunal se hace respetar por su sana y honesta actitud. El burócrata tiene que darle al Consejo Comunal una respuesta que sea creíble o verosímil en un plazo moderado o razonable, antes de comenzar a ejercer las presiones correspondientes con entera y creciente constancia, hasta que esa actitud lo obligue a correr o encaramarse y que permita que esos ejemplos, cada vez crecientes en número, vayan haciendo cambiar (aunque haya de ser a paso de vencedores) la cabezonería mórbida del bendito burócrata. Y esto durante la transición, porque ya debieran los Simoncitos estar practicando talleres inductivos donde en un escenario apropiado los niños actúen dentro de un Consejo Comunal frente a un embarazo burocrático, haciéndole concienciar cuál sería la forma más civilizada y legal de hacerlo, hasta que lo eventualmente antinómico lo determine la reiterada contumacia del burócrata.
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