Si uno va a una marcha donde el pueblo respalda que la señal del canal 2 salga definitivamente del control de la burguesía y pase a ser instrumento revolucionario de liberación, a los reporteros de Radio Nacional de Venezuela (del gobierno) le dan sólo dos minutos para cubrir tan trascendente acto de movilización.
Si uno escucha las quejas de Mario Silva en “La Hojilla”, se da cuenta que ese programa, no obstante ser el consentido de Hugo Chávez, es como una “isla” dentro de Venezolana de Televisión (del gobierno); al punto de que internamente hay toda una “macolla” que le hace “fó”.
Si uno se asoma por PDVSA, lo primero que le dicen es que en esa empresa cada día se contrata más gente escuálida, porque resulta que la mamá (superescuálida) de fulana, que es esposa de sutano, que es alto directivo, tiene toda la influencia y “mete a puro antichavistas”.
Si pasamos por la Asamblea Nacional, la indiferencia de los diputados frente a la problemática del pueblo es “estruendosa”. No van a las acciones de calle, no se les ve en las comunidades, no toman iniciativas revolucionarias, no promueven actividades por el Socialismo, etc. (Casualmente ayer había frente al Palacio Federal un Zamuro, y el comentario de Hindu Anderi fue: ¿Y dónde está la carroña?...).
Si uno conversa con Ángel Palacios, héroe venezolano del antifascismo mediático, se entera que su maravillosa producción audiovisual es “censurada” en ministerios y organismos del Estado, al punto que prohíben y “persiguen” su difusión; mientras que Marcel Granier y Alberto Federico Ravell se “cagan” de la risa.
Si conectamos a Lina Ron, ícono del vanguardismo chavista, nos llevamos el trago amargo de que esta camarada ha sido “silenciada” sobre las “costuras rotas” del gobierno bolivariano. Mientras el Comandante ordena contraloría social y anticorrupción, a Lina se le quita lo que más la hizo famosa.
Si uno hace un “paneo” por ministerios, alcaldías y gobernaciones, se entera que “una vaina dice Chávez, y otra la `bola´ que le paran los magnates y operadores de esas instancias”, como muy bien lo ilustraba Alicia Pacheco; al punto que en las oficinas dicen “a todo gañote” que ellos no se calan el Socialismo.
Si visitamos la Academia Militar, la expresión que retumba por pasillos y “rinconcitos” es que “¡aquí está prohibido hablar de Chávez!...”; sin contar con que el nuevo slogan de la institución (“Cuna de la Revolución Bolivariana”) es rechazado “sotto vocce” por altos, medianos y bajos oficiales.
Y ni hablar del “majestuoso” Tribunal Supremo de Justicia, donde metimos 12 magistrados más para conjurar la antigua mayoría conspirativa que se atrevió a “santificar” a los golpistas del 11 de abril. Pues, allí el ruido antichavista es macabro. Al parecer, la sentencia “loca” sobre el Impuesto Sobre la Renta, fue solo un “dientico” dentro de la camada de colmillos que se preparan para enterrárselos a la revolución bolivariana.
Ello nos lleva a una conclusión: Una realidad “real” está viviendo el pueblo, que aún mantiene prendida la llama de la esperanza, y otra la que se “vive” a lo interno del gobierno. Mientras Chávez hace revolución, la "superpoderosísima" burocracia del Estado “revolucionario” hace… ¡eso mismo!...
(jeramedi@yahoo.es).