Motivos suficientes y razonables dentro de la lógica de la convivencia diaria, me llevan a la pregunta que formulo al principio de este artículo, como ciudadano respetuoso de todos los principios legales y sociales dentro de mis deberes y derechos que me da la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela –aunque, generalmente los desconozco- por mi baja capacidad de sujeto pueblerino, clase E, sin estudios profesionales ni gerenciales, mucho menos humanistas. Soy lo que se dice un lerdo estacionario en materia de derechos humanos y, mis asesores son peores que yo, lo que me convierte en un individuo descarriado, es decir, no pertenezco a la sociedad civil que goza de todos los beneficios que la patria le concede a sus ciudadanos, por pobretón incólume de todos los regímenes habidos y en desarrollo, por lo que pueden notar que soy un inhabilitado desahuciado de la política, además, sufro de paraplejía inculta para acentuar mis malos pasos de idiocia.
Primeramente, les confirmo señores de la CIDH con todo el respeto y consideración que ustedes se merecen como probos imparciales ciudadanos de este Continente y en particular especiales defensores de los derechos humanos de todos los venezolanos que han recurrido a esa Comisión (que son como 132) y los que faltan por acudir, porque, donde hay justicia social hay solidaridad infinita como refugio de conciencias errantes y, por tal motivo, me ha sido sumamente difícil tomar la decisión que estoy tomando sin ver para los lados, pero, más que todo por mí falta de determinación como montuno contagiado. Por lo que espero que no me defrauden y a la brevedad posible me den la buena noticia que favorezca mis peticiones, ya que son tres en una, para que la estudien y analicen una vez que, se reúnan nuevamente en el 135 período de sesiones de esa Comisión.
Antes de soltar prenda como argumentación y emoción de relatar mi caso, les informo que mi pretensión era dirigirme personalmente a la ciudad donde reside la comisión para con voz sonante y cortante vomitarles mi desasosiego tratando de emular a Leopoldo López, intrincado líder pitiyanqui fascista de la desobediencia civil sin vergüenza alguna dentro y fuera del país, pero, esos son los modelos de la oposición que JVR defiende y le da crédito para ser oídos en diálogos canchumbamberos y, sin perder el hilo del conducto comunicacional no me quejo in situ, porque me es imposible presentarme a ésa, ya que los dólares en este país los tiene CADIVI y como no tengo tarjetas de crédito ni pasaporte. Ni cómo comparlos en otra parte llamado mercado negro, no puedo salir de mi pueblo a otro país con o, sin intención de hacer turismo, mucho menos verles las caras que pondrían oyéndome especificando: los malos momentos que desgarran mi presente por segundas personas e instituciones que no cumplen con sus funciones en el orden del día, pero para sacarme el clavo que llevo por dentro, en contraposición a lo anterior, les digo que, a mí no me gusta para nada esa nación donde están, ni jamás me ha llamado la atención, ni ha pasado por mi cabeza conocerla que en cambio la oposición apátrida se desnuda en cuerpo y alma, apoyándose en las políticas intervencionistas de los yanquis que oxiginan sus modos de ser y comportarse ante el mundo. Solté lo que tenía por dentro, por lo que, “muerto el perro se acabó la rabia”.
Resulta -amigos o enemigos- no entrañables porque no lo son del Gobierno venezolano, que mi vecino tiene un perro pastor alemán y, ese animal viene tres veces al día, mañana-mediodía-tarde, a hacer caca en la puerta de mi casa que no tiene rejas, pero tiene sus límites. El caso es que yo la recojo puntualmente y él no quiere reconocer ni pagar mi trabajo. Lo he llevado a todos los organismos públicos habidos y por haber relacionados con este caso y nadie me para y, miren señores de la CIDH que son veinte años que llevo botando ñoña, incluyendo días feriados sin vacaciones. Jamás he podido salir a otro estado por cumplir con mis labores de limpieza. Díganme por favor si hay posibilidades de que me tomen en cuenta con saldo positivo. Por lo menos aconséjenme a ver qué hago con el animal que está protegido por la sociedad, quizás más que yo.
Lo otro que me preocupa en grado 33 es que soy un asiduo visitante excepcional de los prostíbulos y las prestatarias del servicio quieren que yo actúe al natural sin condón desde que el Papa los prohibió. ¿Si cojo un SIDA, qué hago a quién me quejo? Ustedes no pueden interferir por nosotros por estar violentándose los derechos humanos de todos los clientes burdélicos del mundo.
Finalmente: tercero y último caso como el más complicado de la vindicta pública, difícil de solucionar, y es que compré un artefacto eléctrico, marca Electrolux. Se le rompió una pieza y como tiene dos (2) años de garantía he llamado ochenta y cinco (85) veces al número: 05005005500 reportándolo, cuyo número de reporte es 260164041 a nombre mío y todavía es la hora y la fecha que nadie de esa compañía me ha llamado ni se ha presentado en mi casa a ver la nevera. ¿No es una burla para los clientes de esa compañía, señores, de la CIDH, aunque sea una llamadita de atención a ver si logran que cumplan con sus obligaciones alguna vez y no estafen a los compradores de sus aparatos? Se pondrían a valer sin meterse a pescar en río revuelto como lo vienen haciendo desde que el presidente Chávez llegó al poder en Venezuela y la diatriba que vienen practicando sobre todo el secretario ejecutivo Santiago Cantón, tarde o temprano, se le va a ir de las manos y revertir por encadenarse a la prensa, radio, televisión y oposición venezolana.
¿Se preguntarán porqué recurro primero a ustedes que a otras instituciones de acá? Por la sencilla razón de acuerdo a la oposición venezolana: Que aquí hay una dictadura. Como lo oye: Santiago Cantón, por lo que de ahora en adelante todo el quiera bailar pegado tiene que ir a esa Comisión.
Emocionado sin subterfugio alguno como los que le metió Leopoldo López, espero.
estebanrr2008@hotmail.com