VEREDAS, ÓPTICAS, CALLES PARA TRANSITAR EL CICLO FESTIVO DE LA NAVIDAD.
El estudio del Ciclo Festivo de la Navidad es posible emprenderlo desde varias ópticas, varios senderos, que se pudieran consideran históricos, opuestos complementarios y su estudio-vivencial exige un compromiso espiritual y cultural, historiográfico crítico y de indudable opción liberadora. Quizás, la comprensión integrada de esas veredas y calles permitan el mejor entendimiento de la dimensión cultural, espiritual y revolucionaria de la Natividad. Uno de esos atajos tiene clara relación con la liturgia de la Cultura Católica, la cual es muy rica en manifestaciones y celebraciones; la otra vereda tiene un claro vínculo con la Religiosidad Popular, particularmente la del Catolicismo Popular, en su expresión venezolana, privilegiada y, también, rica en manifestaciones y expresiones típicas y telúricas. Otras avenidas, las siguientes autopistas, guían por los Mitos y Ritos de la Navidad, (Pepe Rodríguez, 1997). Es posible transitar históricamente los antiguos cultos agrarios del solsticio de invierno. Esta heredad histórica ha sido magistralmente expuesta en términos de Jesucristo, Dios, Solar, Dios Salvador.
La Navidad es un ciclo festivo, una celebración de un natalicio, un cumpleaños, que tiene un núcleo central de recordatorio, evocación. La Natividad es una fiesta religiosa. Por ello es una manifestación festiva que transita, inexorablemente, la primera virtud teológal: la fe. Esta fiesta está históricamente ligada al renacer de la naturaleza, a la fertilidad agrícola, a las variables climáticas de aquellos países cuyos cambios estacionales establecen definitivas diferencias. Los antecedentes de esta manifestación, llena de una humildad imperecedera, hay que buscar en los antiguos cultos agrarios. La Natividad del Señor es una celebración de solemnidad litúrgica.
La poesía y el canto popular brindan cuenta de lo anteriormente afirmado. Cuartetas octosílabas reúnen toda la significación histórica de la celebración con impresionante síntesis y delicado verbo. Esos versos cantados, auguran tiempos de cambio y constituyen una lección de aprendizaje de historia y sociología vivencial cotidiana. En la pieza intitulada, Qué le daremos al Niño, cuya autoría le pertenece a Rafael Salazar, y es interpreta por la Serenata Guyanesa, dice:
Esta es la parranda
que nació del sol
para que se alumbre
nuestro redentor.
Vivirás mañana
en tierra de amor
cuando un canto firme
levante su voz.
Luis Mariano Rivera, desde Canchucho Florido, Municipio Bermúdez, capital Carúpano, dejó un aguinaldo oriental de telúrica hermosura, que interpretan las Voces Risueña de Carayaca, en el cual se establece un diálogo entre el hombre y la tierra, entre la madre y el hijo, tejido al nacer de la alborada. Una poesía mágica y litúrgica entre el ser humana y la pacha mama:
Hombre
Oh tierra querida
Madre generosa
Pródiga y tan buena
a cambio de pena
te pido la vida.
Tierra
Ven, hijo adorado
con tus manos rudas
rompe mi corteza
y de tu pobreza
serás aliviado.
Aquel pasaje bíblico del Evangelio según San Juan, en el Capítulo 14. Versículo 8, Felipe le dijo al Maestro: Señor muéstranos al padre y eso nos basta y Jesús lo increpa con una contundente pregunta: Hace tanto tiempo, tanto tiempo que estoy con ustedes ¿Y todavía no me conoces? El canto y la poesía popular podría dar cuenta de este pasaje en el marco del ciclo Festivo de la Navidad, recogida en un aguinaldo tradicional caraqueño, Caracas fue un convento, recopilado por el Grupo Jesús, María y José. La Canturía Popular de un Solo Pueblo lo interpreta:
Alerta a los hombres
para que se presenten
porque ya llegó el Omnipresente
Yo le digo así
porque ya llegué
y estoy en el mundo
y nadie me ve.
Y un versar que expresa la fiesta del sol invicto, la fecundidad de los campos y la maravilla de la natalidad brinda todo el sincretismo de la fiesta, centrada en la figura de un niño, entretejida con la heredad de aquellos ancestrales rituales. Existe una inversión histórica pero se mantiene la alegranza del triunfo. La poesía y el canto popular se remantizan entre la fe, las nubes y el sol radiante como anunciadores del triunfo del nacimiento.
Cuando el Niño nace
los campos florecen
las nubes se apartan
y el sol resplandece.
UNA MÍNIMA PROPUESTA PARA EL ESTUDIO DE CICLO FESTIVO DE LA NAVIDAD.
Este ciclo festivo tiene tres momentos vitales: el Adviento, la Natividad y la Epifanía. Su estudio podría emprenderse desde tales períodos, sin negar que pudieran existir otras tantas opciones:
1ro. El estudio y referencia de las fiestas de este ciclo propias de la Iglesia Católica y su
liturgia en acción.
2do. El estudio y referencia de las manifestaciones de este ciclo propias de la Religiosidad
Popular, en general.
3ro. El estudio y referencia de las manifestaciones de la Religiosidad Popular,
particularmente las propias y pertenecientes a la Navidad del Catolicismo Popular,
concretamente las propias de la Navidad del Catolicismo Popular de Venezuela.
4to. El estudio y referencia de las manifestaciones que pertenecen a ambas opciones, a la
Liturgia Católica y a la Religiosidad Popular, propias de la Navidad con la
particularidad de que ambos caminos han establecido un diálogo en el cual se ha
sucedido un real y efectivo proceso de evangelización de la cultura e inculturación del
evangelio.
5to. El estudio y referencia del Ciclo Festivo de la Navidad desde la poesía y el canto y considerar su opción cultural revolucionaria.
EL CICLO FESTIVO DE LA NAVIDAD DESDE LA LITURGIA DE LA CULTURA CATÓLICA.
Es indudable que el núcleo central de sentido del año litúrgico es el Ciclo Pascual. Al recordatorio de la Pascua viene la celebración de la Natividad del Señor. Y aunque le demos otros nombres y lo realicemos de diversas formas, en el fondo, siempre es el Misterio Pascual de Cristo lo que la Iglesia celebra en la liturgia (de Pedro, 1998: p.32).
Es definitivamente importante la relación orgánica y necesaria que guarda la Natividad con la Pascua. El año litúrgico se ha organizado alrededor de la Resurrección de Cristo. Todas las fiestas de la celebración eclesiástica constituyen un particular celebración de la Pascua. Después de la anual evocación del Misterio Pascual, la Iglesia no tiene nada más santo que la celebración del Nacimiento del Señor y de sus principales manifestaciones (NUALC 32).
La característica más visible de este período es la acumulación de fiestas (López Martín, 1994). Y es que fiesta para la liturgia católica significa celebración alegre, ritualizada, comunitaria y exuberante. Significa celebración del sentido positivo de la vida y de un acontecimiento trascendente. La existencia para la fiesta católica es recibida como un don. (De Pedro, 1998). La característica fundamental de ese tiempo litúrgico es la acumulación de manifestaciones, expresadas en el tiempo más característico de la celebración: la fiesta.
El núcleo central de sentido de este ciclo lo constituye: La Natividad del Niño Jesús. La solemnidad del 25 de diciembre ocupa el centro de todo el ciclo y, a la vez, guarda una especial relación con la Pascua (López Martín, 1994). El complemento del ciclo pascual lo constituye el ciclo de natalicio o de la manifestación del Señor. Adviento, Natividad y Epifanía están unidos entre sí por esta referencia....La celebración natalicia del Señor se inicia con las I vísperas de Navidad y termina el domingo después de la Epifanía. (López Martín, 1994).
SISTEMATIZACIÓN DEL CICLO FESTIVO DE LA NAVIDAD
En un intento por sistematizar el Ciclo Festivo de la Navidad, podríamos referir el siguiente esquema:
El Adviento: desde las Primeras Vísperas del Domingo que cae el 30 de noviembre o el más próximo a ese día hasta el 24 de diciembre.
El Adviento. Primer Período: desde las primeras vísperas del Domingo de Adviento, se inicia el Año Litúrgico, hasta el 16 de Diciembre.
El Adviento. Segundo Período: desde el 17 de Diciembre hasta el 24 de Diciembre. La Novena.
Primera Semana. Primer Domingo de Adviento. Inicio del Año Litúrgico.
Segunda Semana. Segundo Domingo de Adviento
Tercera Semana. Tercer Domingo de Adviento
Cuarta Semana. Cuarto Domingo de Adviento
La Navidad del Señor. 25 de Diciembre. Desde el 24 de Diciembre, Vigilia de Navidad, hasta el Domingo después de la Epifanía.
La Fiesta de la Sagrada Familia. Se celebra el domingo siguiente a la Navidad.
La Octava de Navidad:
San Esteban. 26 de Diciembre.
San Juan Evangelista. 27 de Diciembre.
Los Santos Inocentes. 28 de Diciembre.
La Solemnidad de Santa María, Madre de Dios. 1 de Enero.
La Epifanía y la Adoración de los Reyes. 6 de Enero.
La Fiesta del Bautismo del Señor. Domingo después de la Epifanía.
Las principales fiestas del Ciclo de la Navidad son el 25 de diciembre y la Epifanía, el 6 de enero; pero el domingo siguiente a Navidad se celebra la fiesta de la Sagrada Familia; el 1 de enero, octava de Navidad, la solemnidad de Santa María Madre de Dios; y el domingo después de la Epifanía la fiesta del Bautismo del Señor. En aquellos lugares donde el 6 de enero no es de precepto, la Epifanía se traslada al domingo que caída entre el 2 y el 8 de enero. Por otra parte, se mantiene la octava de Navidad, que incluye, en los días 26, 27 y 28 de diciembre, las fiestas de san Estaban, san Juan Evangelista y los santos Inocentes. Después del 1 de enero, las ferias de Navidad tienen menor categoría (López Martín, 1994).
El Ciclo Festivo de la Navidad constituye una herencia cultural y un patrimonio espiritual de las distintas comunidades étnicas, cuya cosmovisión religiosa tiene como núcleo vital el cristo-centrismo. Por ello no dudamos en afirmar que en el Ciclo Festivo de la Navidad, desde la Religiosidad Popular Festiva Católica a la celebración Litúrgica de La Iglesia Católica, se cumple la afirmación de Casel: el misterio pagano ilumina al misterio cristiano.
EL ADVIENTO, LA NATIVIDAD Y LA EPIFANÍA
Comprende el tiempo litúrgico primero del Ciclo Festivo de la Natividad en el cual otrora tiempos se preparaba para la venidera fiesta. Cuando la Navidad, después de mucho tiempo, adquiere gran importancia y renuncia a ser fiesta de segundo orden, el Adviento deja de ser una simple preparación a la fiesta y cambia su objeto. De tiempo de preparación pasa a ser tiempo de expectación; más que preparar para Navidad, se fija en el retorno glorioso del Señor al fin del mundo (Bellavista, 1985).
También, al ser considerado como el tiempo de preparación, caracterizado por la oración, previo a la fiesta de la Natividad; el Adviento no es, ni debe ser, considerado como una celebración más. El mundo occidental capitalista le imprime un fuerte sentido comercial a este tiempo...La celebración del Adviento tiene carácter de preparación de la Navidad y la Epifanía, de modo semejante a lo que ocurre con la Cuaresma respecto de la Pascua y su cincuentena (López Martín, 1994).
El Adviento, palabra que significa espera, es el tiempo que, como cristianos, empleamos para preparar la celebración de la espera del Señor (no sólo como preparación para la Navidad); en el Adviento meditamos la venida del Señor glorificado, al final de los tiempos y poco a poco nos vamos acercando a aquello que constituye el sentido propio de la preparación: la celebración de la venida del Señor en la carne, recordada en cada año como comienzo del año litúrgico ( Equipo Paulinas, 2001).
La observancia del Adviento en términos de recordar la primera venida de Jesucristo como nuestro Salvador y renovar el ardiente deseo de su segunda venida; tiene también una celebración relacionada con una venida íntima de Jesús en los fieles. En otras palabras, en el tiempo de Adviento la Iglesia revive las “venidas” del Señor a su pueblo: la venida histórica, en carne mortal, como Niño en Navidad; la venida triunfal, como Señor, cuando se manifieste plenamente su Reino; la venida íntima, la permanente, al cristiano que prepara su corazón (Wiaggio, 1999).
El catecismo del año 1912, publicado por su Santidad el Papa Pío X, apenas define este tiempo como el constituido por las cuatro semanas anteriores al 25 de diciembre. Este período está constituido por cuatro domingos, los cuales se conocen como los Domingos I, II, III y IV de Adviento. En total sería itinerario de cuatro semanas distribuidas en dos períodos: desde el 1er Domingo de Adviento hasta el 16 de diciembre y la Novena, desde el 17 hasta el 24 de diciembre. La quinta edición del Catecismo de la Iglesia Católica nos precisa: Al celebrar anualmente la liturgia del Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida (1995: p 127).
Esta celebración es rica y abundante en símbolos, personajes y gestos concretos. Por ejemplo, la Corona de Adviento, la cual se elabora con una combinación circular de ramas y flores con cuatro velas, que significan las cuatros semanas de preparación que anteceden a la Natividad. Por ello se encienden una vela cada semana, simbolizando nuestra ascensión gradual hacia la plenitud de la luz de la Navidad. La Corona de los Elegidos expresa la realeza, el honor, la victoria y el gozo, así como la perfección, la comunión, la vida y la naturaleza que traduce el Dios de la esperanza, ante la llegada de Jesucristo como luz verdadera. Es probable que en la Venezuela andina esta corona se construya con las albricias. El campo industrial masivo, por ejemplo, en la urbe capitalina se produce la corona elaborada con ramas del pino.
Los personajes que participan del Adviento parecen constituir el largo camino de la Salvación. El noble Isaías, poeta y profeta desde el Monte de Sion parece reprendernos: Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien; buscando lo que es justo, haced justicia al oprimido, defended al huérfano, proteged a la viuda (Isaías, 1,118).
Otros personajes, principales y secundarios, se darán cita en este Tiempo Favorable: Elías, elegido por la piedad popular, San Juan Bautista, quien encarna la figura del Adviento, El Precursor. ...Ahí viene el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo (Juan 1, 29-34), los esposos Zacarías e Isabel, una madre añeja. El Ángel Gabriel, quien en una primera intervención le anuncia a Zacarías el nacimiento de Juan: Yahvé es favorable. Así lo participa el Cántico de los laudes: Y a ti, niño, te llamarán profeta del altísimo, /porque irás delante del Señor/ a preparar sus caminos, / anunciando a su pueblo la salvación, / el perdón de sus pecados. San José, María: Yo soy la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra (Lucas, 1, 38) y Jesús, quien emerge en este período en las lecturas bajo distintos nombres: Emmanuel, León de Judá, El Amado y otros. Desde el preciso y exacto significado teológico El Adviento es la espera de la Navidad y de la Parusía (Bellavista, 1985).
La poesía popular, incorporada a la Liturgia de las Horas, canta:
Éste es el tiempo en que llegas,
Esposo, tan, de repente,
que invitas a los que velan
y olvidas a los que duermen.
Salen cantando a tu encuentro
doncellas con ramos verdes
y lámparas que guardaron
copioso y claro el aceite.
Cómo golpean las necias
las puertas de tu banquete
¿Y cómo lloran a oscuras
los ojos que no han de verte?
Mira que estamos alerta,
Esposo, por si vinieres,
y está el corazón velando
mientras los ojos se duermen.
Danos un puesto en tu mesa,
Amor que a lo noche vienes,
antes que la noche acabe
y que la puerta se cierre
La Natividad comprende el Nacimiento de Jesús, Toda la tierra verá la victoria de nuestro Dios (Isaías, 55, 7-10), y va desde el 24 de diciembre, la Vigilia de Navidad, hasta el Domingo siguiente a la Epifanía. Este tiempo representa un segundo polo de particular atención en la distribución del Año Litúrgico. Así como Pascua se prolonga en el Tiempo Pascual, Navidad se prolonga hasta después de la Epifanía. Y como Pascua tiene su preparación en la Cuaresma, Navidad la tiene en el Adviento (de Pedro, 1996).
Quizás, sea posible resumir la historia de la Navidad en la siguiente expresión: de la fiesta del triunfo del sol sobre el invierno a la fiesta del sol de justicia. Ello ha implicado un paulatino proceso de evangelización de la cultura. Es la fiesta del recordatorio: el verbo hecho carne. El himno de las I vísperas es sencillamente un poema hermoso:
Hoy nace el sol divinal
de la Virgen sin mancilla
hoy el Eterno se humilla
y se hace hombre mortal.
Adórote, Verbo eterno,
Hijo del muy alto Padre,
nacido de pobre madre
en la yema del invierno.
Este hecho histórico concreto del nacimiento del Señor trastorna el devenir cotidiano de la humanidad como colectivo e impacta individualmente a cada ser humano. El poeta y profeta Isaías así lo había anunciado. La gracia se derrama por doquier. La bendición es eterna. La rima es para un Rey. Los cielos bajan a la tierra. El tiempo se ha cumplido. El Responsorio es contundente: Hoy sabréis que vendrá el Señor. Pero es también un recordatorio futuro. La justicia se tomará de la mano de la humanidad doliente:
Saldrá un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz brotará un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor.
No juzgará por apariencias ni sentenciará sólo de oídas; juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los desamparados. Herirá al violento con la vara de su boca, y al malvado con el aliento de sus labios. La justicia será el ceñidor de su cintura, y la lealtad el cinturón de sus caderas. (Isaías 11,1-10).
En la Epifanía, Jesús se da a conocer. Ésta en tanto que manifestación tiene otros momentos y, precisamente, en revelaciones festivas: una boda y un bautismo. Pero la primera es la de aquellos sabios, que no eran magos ni eran tres en tiempos de Herodes. Pero la tradición hizo famosos a Gaspar, Melchor y Baltazar a tales términos que se dice que su tumba está en la maravillosa ciudad de Colonia, en Alemania, concretamente en la catedral. Esta antiquísima fiesta viene de la iglesia oriental que sostenía que Cristo tuvo que haber nacido en los días de su celebración: entre el 6 al 10 de enero. También está ligada al solsticio de invierno. Así que el culto solar sigue jugando su papel determinante.
Aquí aparece un personaje sideral, anunciadora de paz, la Estrella de Belén. El Evangelio de san Mateo es en el cual se hace tal reseña. Quizás la más hermosa referencia que se hiciera en la literatura venezolana sobre esta brillante estrella sería en el pie de una décima espinela, llamada Retablillo de Navidad, cuya autoría le pertenece al poeta Aquiles Nazoa. Se reconoce en esos octosílabos la santidad del cuerpo de María, las lágrimas de unos animales que la tradición los han convertido en emblemáticos y un remate lleno de espectacular sencillez y humildad.
Ya la virgen tiende el manto
sobre la yerba olorosa
Ya como delgada rosa
se doble su cuerpo santo
Y a través de claro llanto
los ojos del buey la ven
Llora el burrito también
y la historia nos relata
Que una estrella de hojalata
Brillo esa noche en Belén
La prosa poética, a propósito de que la figura central de la celebración sea un niño y la estrella de Belén, expresa: En todos los países se asocia la Navidad a la idea de niñez; lo que permite definirla como la fiesta más bella que se haya inventado, es precisamente el hecho de ser una efemérides cuyo personaje central es un niño. Es igualmente la navidad entre las fechas del cristianismo la más popular y extendida en el mundo, pues merced a los atributos de ternura que reviste, es la que más hondo llega al corazón de los hombres en todas las latitudes. Tornase en esos jubilosos días los ojos espirituales de la humanidad hacia el resplandor de esperanza en que envuelve a la tierra, desde los cielos más azules del año, la estrella de Belén, anunciadora de paz y buen tiempo para los habitantes del mundo. (Nazoa, 1973).
LA NAVIDAD POPULAR EN VENEZUELA.
La Navidad popular venezolana ha creado y conserva matices que son una auténtica lección de historia y de teología creativa para el resto de la cristiandad. La simple enumeración de nuestras prácticas navideñas es altamente significativa (García, 1999). Desde las Paraduras del Niño andinas hasta las Parrandas de los Barrios, casa por casa cantándole al Pesebre; desde los tradiciones Pesebres hasta los venezolanizados arbolitos; desde nuestros dulces como El Cabello de Ángel hasta las multisápidas hallacas; desde las Misas de Aguinaldos hasta las Cenas Navideñas; desde los estrenos hasta los regalos del Niño Jesús; desde los potentes abrazos de felizaño hasta las tarjetas de navidad; desde la jornadas trujillanas hasta los pasteles orientales; desde los villancicos a la gaitas; desde la novena de Adviento a la cruz iluminada del Ávila; desde el Pacheco caraqueño al recordado Pregón de Navidad; desde el saltaperico al tumba rancho. Desde el cañonazo en la Planicie hasta el ponsigue. Desde el pan de jamón al panettone; desde el sancocho a la sopa de lentejas de a Año Nuevo. Nuestra Navidad es popularmente singular.
Un recorrido por la Navidad popular residencial de la geografía de Venezuela conduce a la virgen de la Chiquinquirá en Maracaibo del estado Zulia; a la Inmaculada Concepción en Mérida; a la virgen de Regla en Tovar del estado Mérida; a Santa Inés de Cumaná en el estado Sucre; al Niño del Esputón del estado Anzoátegui; a Los Pastores y el Velorio del Niño en los estados Carabobo, Aragua, Yaracuy, Vargas, Miranda y Falcón; a san Evangelista de Juan Griego en Nueva Esparta; a los Locos y las Locaínas de los estados Trujillo, Guárico, Portuguesa, sólo para citar tres lugares; a las Zaragozas del estado Lara; al Baile del Mono en Maturín del estado Monagas; a los Pesebres Vivientes de muchos lugares y parroquias eclesiásticas; a la Serenata del Niño en el estado Trujillo; a la Quema del Año Viejo en el estado Táchira, a las Paraduras del Niño, ahora extendidas en la urbe carraqueña, sólo para cita algunos ejemplos.
La Navidad de Venezuela como manifestación cultural popular residencial expresa, de manera clara, contundente y definitiva nuestro carácter multiétnico y pluricultural como pueblo. Ello ha permitido establecer un diálogo cultural con el mundo entero y ha hecho que nuestra existencia tenga una cosmovisión muy sui generis. La Natividad del Señor del mundo entero, de una u otra manera, se celebra en Venezuela. Una herencia histórica de mestizaje, así como una importante presencia de las comunidades binacionales, constituyen muestras de lo afirmado.
Por ejemplo los Carrizos, instrumentos precolombinos y amerindias, se incorporan al Aguinaldo, cuyos aires de religiosidad navideña nos vienen del Villancico de España. Nuestras parrandas se emparentan con el Asalto Navideño, propio de la urbe de Puerto Rico y las Posadas de México. Todas van de casa en casa, de vecino en vecino, de pesebre en pesebre, llevando regalos musicales, de manera sorpresiva:
Preparen la mesa (bis)
y enciendan la luz
para que reciban (bis)
al Niño Jesús.(bis)
Los regalos siguen, de alguna forma, manteniendo la simbología mágica del augurio. Y aunque quien trae los regalos a los niños, una vez elaborada la respectiva carta, el 25 de diciembre, es el Niño Jesús; en el oriente del país son los Reyes, en plena Epifanía, los encargados de tan importante tarea, particularmente los regalos entre los adultos. Santa, también, participa en nuestro ciclo festivo, concretamente en el campo industrial masivo, pues son los Centros Comerciales quienes más utilizan a este personaje con trineo y todo.
Las Misas de Aguinaldo, dentro del Tiempo de Adviento, son un privilegio para la Iglesia de Venezuela, así como el hecho de culminar el ciclo el 2 de febrero, el Día de la Virgen de las Candelas. Por este privilegio, se permite celebrar los oficios religiosos con ornamentos blancos, cantar el gloria durante la novena y hacer memoria especial de la Virgen María (García, 2001). Un bello villancico, llamado Esta Bella Noche, cuya autoría es de Luis Galéán, e interpretada por la contundente y bella voz de la inolvidable Morella Muñoz, señala al colectivo popular con esa tradición venezolana del abrazo de felizaño y reafirma las tradiciones de la cultura popular religiosa venezolana impregnada de cristocentrismo.
Esta bella noche
Es noche de alegría
porque ha nacido el Mesías
Y los chiquitines cantan con dulzura
porque ya nació nuestro guía
La familia toda estará
reunida con humildad
Y el abrazo no faltará
en todita la vecindad
Los cohetes retumbarán
Bellas luces florecerán
y el pesebre iluminará
El recinto de nuestro hogar
La iluminación del pesebre y el arbolito constituye la gran herencia de la fiesta popular del Sol Invicto. Hasta el siglo IX los cristianos, antes de entrar a la iglesia para la ceremonia litúrgica, se inclinaban frente a la entrada y lanzaban un beso al sol como expresión de respeto y purificación corporal (Novo, 2007). Ahora esta manifestación cultural evocativa es expresada en esa artesanía popular étnica familiar, la cual se viste de lo que hace muchísimo tiempos llamaron con la expresión venezolana: las lucecitas. En Venezuela, los regalos siguen, de alguna manera, manteniendo su significado ancestral: la adivinación del porvenir por el vuelo de las aves. La Venezuela del siglo XXI en tiempos de cibercultura, globalización y revolución continúa participando en la afirmación del poeta Aquiles Nazoa: en la Navidad los pueblos se hacen niños.
LA NAVIDAD EN LA POESÍA DE AQUILES NAZOA.
El Ciclo Festivo de la Navidad tiene en Otilio Galíndez y Aquiles Nazoa a dos bates de excelso brindis de compromiso social y tradición redimida. Canto y poesía; poesía y canto decembrino se reúnen en estos dos creadores en auténtico compromiso con lo bello lo cotidiano, lo tradicional y la militancia con los humildes de estas tierras. En su texto, Llegó la Navidad, el poeta de El Guarataro, no cede un ápice a las banales discursivas de la Navidad de paz bobalicona y de que todos somos iguales y de falsa filantropía. Una ironía hace su presentación:
La Navidad
viene a poner alegre a la cuidad.
Unos niños tendrán muchos juguetes,
pastel y gelatina.
Y otros, los pobres, los zoquetes,
harán trenes con latas de sardinas
y beberán guapo con harina.
Los Pietri, los Minguett, los Calatrava
comerán pavo,
mientras otros que están sin un centavo
lo que tienen es pava.
Los niños pobres hoy van a soñar
con pelotas, payasos y piñatas,
y verán desde el cielo aterrizar
Un ángel bueno y sucio, en alpargatas,
que los viene a arrullar
…..
La Pascua cantarina
anuncia que llegó la Nochebuena,
y entre tantas hallacas de gallina.
Panchito Mandefuá tendrá en la cena
lágrimas de guarapo con harina.
La Navidad
viene a poner alegre a la ciudad.
En Aquiles Nazoa siempre habrá una primavera archivada y de hojas secas que también hay. Bástese con transitar el poema Navidad en los Campos, en el cual la Natividad comienza a ser un hecho plástico lúdico y culmina siendo verdad. Leer el Dickens Caraqueño, Nochebuena en el cerro, Nochebuena o leer los versos de Diciembre, Navidad, al Año que se fue, Tenderas de Pascua y el Elogio Informal de la Hallaca: voy a comerme el alma de Caracas encarnada esta vez en dos hallacas. Tradición, denuncia y militancia; ingenio, bellos versos y brindis a la cotidianidad.
La Poiesis de la Natividad la alcanza Aquiles Nazoa en su trabajo Retablillo de Navidad, pieza poética extraordinaria que narra la historia bíblica de María y José de manera cotidianamente hermosa y humilde. Aquel hecho de buscar un lugar, un sitio para que nazca el Señor es convertido en un magistral poema popular elaborado en décima espinela. Un octosílabo cándido, preñado de suave emoción, libre de pecado y protegido de toda perturbación. Un regalo poético para este mundo secularizado.
De su esposo en compañía
soñolienta y fatiga
por ver si les dan posada
toca en las puertas María.
Él le dice esposa mía
ten calma, vamos a ver
nos abrirán al saber
que te encuentras en estado
y un lecho pide prestado
Tu niño que va a nacer.
Pues tiembla la Virgen bella
el se quita su paltocito de lino
para ofrecérselo a ella.
Vaya mi linda doncella
con este manto abrigada
dice con gracia forzada
mientras siente las diabluras
que hace el frío en la roturas
de su franela rayada.
De portón van en portón
suplicando humildemente
y todos les da la gente
la misma contestación
Esta casa no es pensión
o cuánto van a pagar
Y en uno que otro lugar
Hay quien al ver a María
dice alguna picardía
para hacerla sonrojar.
Qué pobrecitos que son
qué pena tan sin alivio
todos tienen techo tibio
pero nadie corazón.
De cansancio y de aflicción
La Virgen se hecha a llorar
y torna triste a mirar
que en la noche alta y desierta
la luna es como una puerta
que se abre de par en par.
A la casa de un pastor
van por fin José y María
sólo piden hostería
para que nazca el Señor.
Pero hay allí tanto amor
Por los buenos peregrinos
que la pastora sus linos
abandona en telar
y al punto le va a buscar
cuajadas, panes y vino.
Ya la Virgen tiende el mando
sobre la tierra olorosa
Ya como delgado rosa
se dobla su cuerpo santo
y a través de un claro llanto
los ojos del buey al ven
llora el burrito también
y la historia nos relata
que una estrella de hojalata
brilló esa noche en belén.
LA NAVIDAD ENTRE LA TRADICIÓN Y LA REVOLUCIÓN
Se podría intentar exponer algunos puntos sobre este binomio definitivamente polémico. Los revolucionarios de entonces se empeñaban en mandar al carajo todo lo que significara tradición, e incluso militando, se tuvo que practicar con discreto silencio. La resistencia cultural se inventa sus formas. La Teología de la Liberación facilitaría la comprensión de esa antinomia. Se puede y de debe ser cristiano católico revolucionario socialista. La fe no es sumisión. Cristo es liberación plena, justicia social, opción preferencial por los pobres.
Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar, dijo el poeta José Martí. Una realidad brinda pistas en lo religioso, en lo cultural, en lo histórico, político, humano, social y futuro. Una práctica social enseña, abre senderos, indica la oniria. Una herencia revolucionaria de muchos se ha convertido en paradigma de la esperanza. La historia tendrá que contar con los pobres de América.
Ante la cultura de la hamburguesa, el sancocho; ante la música banal, el aguinaldo; ante la miseria espiritual, el Padre Nuestro; ante la cultura de los centros comerciales, las cooperativas populares; ante los medios industriales masivos, los medios comunitarios; ante las universidades costosas, Misión Sucre; ante la burocracia parasitaria, denuncia y más denuncia; antes el arbolito de Navidad, Nacimientos y más Nacimientos; ante la invasión, guerrilla y más guerrilla; ante las conspiraciones, votos y más votos y ante las mentiras, amor y más amor. La verdad tiene las piernas largar, larguísimas.
Nuestros Nacimientos constituyen la expresión de los barrios, de los campos, lo bucólico en acción familiar y el alma hermosa de la fe popular. Cada vez que realizamos una manifestación popular tradicional se está fortaleciendo el sentido de pertenencia, la memoria historia y el patrimonio cultural. Esta trinchera de la cultura de la resistencia tiene sus tonos. Y es la manera más elegante de hacer política. Salud y bendiciones para mis amables lectores en este nuevo año. Felizaño. A lo demás le echamos bolas. Sin tradiciones culturales no hay revolución; sin revolución las tradiciones se convierten en reaccionarias. Feliz Navidad y maravilloso Año Nuevo.