Revisando algunos papeles, me topé con uno de esos que tienen la cualidad de pasearnos por los laberintos significativos de nuestra memoria. Particularmente ese papel texturizado por el tiempo, que se me enredo entre los dedos. Su data de 35 años involucra dos periodos históricos con hegemonías políticas antagónicas pero que comparten el mismo signo de la decadencia: la crisis. Sirva de excusa pues, este hallazgo-coincidencia, para hacer esas dos precisiones más adelante.
En ese proverbial papel con el que me topé, se me hace un reconocimiento por la labor realizada en la conmemoración de los 200 años del nacimiento del Libertador, con fecha del 24 de julio de 1983 y firmado por César Cañas, presidente de la Junta Bicentenaria y del Consejo Municipal del municipio Arzobispo Chacón del estado Mérida, fue allí, en el corazón de ese enclave andino en la Plaza Bolívar de Canaguá, pueblo al que había llegado tres años antes con mis primeras dos décadas de vida a cuestas, donde recreamos en un drama la "Canción Bolivariana" de Alí Primera. El hijo de Cañas cursante del cuarto grado que yo atendía en la Escuela Nacional "Estado Barinas", personificaba al "Carajito" y un activo perito agrario, representaba a Bolívar. Con gran concurrencia de autoridades civiles, militares y habitantes de El Molino, Chacantá, Mucutuy, Mucuchachí y otros pueblos y caseríos, por primera vez el pensamiento bolivariano se explayó libertario, y todos adecos-copeyanos en su mayoría, asintieron contestes con el contenido de la obra; ese se logró distanciar del clásico ceremonial de rigor, del clásico saludo a la bandera para cumplir con el requisito.
Esa casi sintonía de las autoridades presentes en la plaza, con el mensaje bolivariano, no era casual. La crisis de la llamada cuarta república acababa de estallar con el viernes negro y no daba señales de sanación al dispararse la inflación y existir marcadas contradicciones entre quienes manejaban los asuntos económicos. La fuga de divisas aumenta exponencialmente en contrario a lo que Luis Herrera aparentemente se proponía con el control cambiario, los presidentes consecutivos siguiendo la ruta de sus antecesores, a las órdenes del FMI, no hicieron sino, agudizar la crisis en picada, que tuvo su culmen con el caracazo y posterior defenestramiento-arreglado de Carlos Andrés Pérez. A partir de ese año 1983, los mandatarios de la nación terminaron de hundir las arcas, Jaime Lusinchi, Carlos Andrés Pérez, RJ. Velásquez y Rafael Caldera, quien sirvió de puente en la inevitable transición hacia la hegemonía política de la IV República.
Esos fueron los primeros quince años de los treinta y cinco posteriores al bicentenario del natalicio de Bolívar. En los sucesivos veinte, se mantiene la deuda con Simón, pese a los esfuerzos por la inclusión social. Entre la corrupción y el alargue en la toma asertiva de medidas económicas, la crisis puede degenerar en un colapso social que le pondría fecha de término al proyecto bolivariano.
Ojalá que la sapiencia en el manejo de los asuntos urgentes para salvar la Patria se imponga.