Creo que es venezolanísimo. Sin pretensiones académicas y mucho menos cientificistas, más bien con cierto ánimo práctico, empírico y hasta mediático, pudiéramos pensar que jurídicamente la música pudiera tener una nacionalidad como sucede en los seres humanos al nacer, que vemos la primera luz en algún lugar determinado y luego adquirimos una nacionalidad. Por ello se adquiere desde el punto de vista territorial, socio cultural, histórico y jurídico, la doble nacionalidad. Acá en Venezuela la nueva constitución reconoce la doble nacionalidad.
Esto de alguna manera nos toca no solamente en lo jurídico y político, si no también en el campo de las bellas artes y el arte como creación en general, por ejemplo, como cuando decimos que la música es un lenguaje universal, aparecen paradojas como aquella de ¿Quién fue primero, el huevo o la gallina? ¿Quién inventó el fuego, la rueda, el chinchorro? y otras cosas más. No es nueva la discusión acerca del origen de la arepa, la hallaca, el tamal, como bienes materiales, pero mucho más complejas son las consideraciones para los patrimonios inmateriales, que después de la segunda guerra mundial a través del sistema de las Naciones Unidas y su agencia especializada UNESCO, es la que marca las pautas a través de los expedientes con argumentaciones y explicaciones que se han venido estableciendo y dándole forma a los patrimonios culturales (materiales e inmateriales) de la humanidad, elaborados por los diferentes países y nacionalidades que hoy conocemos y seguiremos conociendo y reconociendo.
Insistiendo en lo musical, no solamente por el hecho sonoro si no en todo lo que le rodea, tomando en cuenta el imaginario sonoro o la sonocreática, como dice el amigo musicólogo venezolano, Williams Montesinos, desde París, Francia en su manifiesto de los primeros años de este siglo XXI, así por el estilo vemos como la expresión misma del joropo venezolano, despierta un gran interés en todos los que nacimos y vivimos en estos espacios, antes de ser invadidos y que desde el año 1777 con la creación por el imperio español de la Capitanía General de Venezuela, pose{iamos una extensión aproximada de 2.500.000 Km2, hoy son tan solo llegaríamos y sobrepasaríamos al millón de kilómetros cuadrados, si lográsemos recuperar los territorios correspondientes a la Guayana Esequiba. Como lo señala la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela al reivindicar el principio del derecho público internacional, el "Uti possidetis juris" y el reclamo del acuerdo de Ginebra. Por cierto tenemos que tomar conciencia de aquello que se conoció como el "laudo de París", que resultó ser la farsa de París y también reconocer que los llanos orientales colombianos, antes fueron los llanos venezolanos, cuando teníamos soberanía plena sobre nuestro rio padre el Orinoco.
Nuestra música y sus géneros, también tienen su nacionalidad, aunque influya lo meramente mediático, lo superficial, farandulero, con una suerte de estereotipos que han permitido asociar ciertos géneros musicales a muchos de nuestros países, como; el tango y la milonga en Argentina, el candomble en Uruguay, la cueca en Chile, el huayno en Bolivia, el pacillo en Ecuador, el porro, la cumbia, el vallenato en Colombia, el mariachi en México, el joropo en Venezuela, en los géneros musicales como la salsa se debate en ello como una expresión de origen caribeña. La tecnología en la reproducción de los sonidos y la industria discográfica han sido determinantes en este sentido, conjuntamente con la difusión de los diferentes géneros musicales, donde la música popular tradicional por no decir folclórica, ha servido de inspiración y a su vez se ha apoyado en ello para darnos a conocer la inmensa variedad y diversidad de lo que conocemos actualmente.
Visto esto desde el punto de vista de la posibilidad de registrar y grabar la música, necesariamente tenemos que remontarnos al origen del fonógrafo o de la victrola, a diferencia de las culturas que han logrado un gran desarrollo de la escritura musical. En nuestro caso del joropo, como lo han evidenciado personas dedicadas a su estudio, es a partir del año 1916 cuando en Caracas se realizan las primeras grabaciones con la ejecución de lo que existía para ese momento, de allí que nos vamos a encontrar con muchas sorpresas en cuanto a las ejecuciones musicales, los instrumentos musicales utilizados, así como sus bailes asociados y el joropo no escapa a ello. Cuando llegó a Venezuela esta tecnología, se escuchaba, sobretodo en Caracas y en algunas otras ciudades, un cierto tipo de música para las clases sociales privilegiadas, pues para ello disponían de la escritura musical de carácter eurocéntrico (música clásica, de cámara, sacra, orquestaciones etc.) que nos legaron muchos autores extranjeros y nacionales, en lo popular, las expresiones espontáneas e improvisadas ejecutadas desde los sitios más apartados lograron incluirse en estos registros que hoy nos permiten hablar del joropo, como género envolvente de la música nacional, con el arpa, la bandola, la guitarra, el cuatro y las maracas como instrumentos básicos, el canto con toda su variedad de formas expresivas y por supuesto del baile, para dar forma a esta expresión venezolana.
La discusión hoy, va referida a esto que llamamos la identidad nacional, así como nuestro documento llamado "la cédula" que consiste en un número precedido de la letra "V-" o "E-" según seamos venezolanos o extranjeros, para los efectos de cualquier relación con el Estado y/o entre particulares, inclusive para la movilidad a nivel internacional, con el pasaporte, por cierto muy solicitado en estos tiempos difíciles. La patria chica y la patria grande, también la más chiquiticas cuando nos referimos a las localidades específicas asociadas a nuestra geografía (andes, llanos, costa, selva) han contribuido a la caracterización de ciertos géneros musicales así como las culturas foráneas que se resumen en la expresión del "mestizaje" por ejemplo en el joropo se viene hablando de la influencia europea especialmente la andaluza (Al-Ándalus), la influencia árabe del norte africano (Magreb), existente en muchos instrumentos de cuerda (cordófonos), del África negra o Subsahariana, sobre todo por el elemento rítmico de sus múltiples tambores de una y dos membranas (membranófonos) y otros instrumentos de percusión como las maracas y sonajeros (idiófonos).
La tradición oral o lo que queda de ella conjuntamente con esto que llamamos "música" nos coloca necesariamente al lado de los componentes tecnológicos que hacen posible su reproducción, así como el CD que llevaron los primeros astronautas que pusieron el pie en la luna, donde dejaron la evidencia de la creación de la Novena Sinfonía de Beethoven y otros temas musicales, que por cierto, me gustaría conocer cuáles son los que se quedaron en este satélite, maravilloso astro que ha sido objeto de inspiración para muchos poetas y filósofos habitantes del planeta tierra, no creo que hayan incluido joropo alguno, pero de ser cierto, me gustaría reivindicar la nacionalidad de nuestro joropo.
He visto recientemente y producto de esta cuarentena del COVID 19 que nos obliga a hacer mayor uno del internet, una cierta polémica acerca de la nacionalidad no solo del joropo, sino inclusive de la tonada llanera como cantos de trabajo. Esto me hizo recordar a nuestro cantautor Simón Díaz quien hizo de este género algo muy especial con sus interpretaciones que han trascendido lo nacional. A principio de los años 80 en la ciudad de Paris, Francia, me tocó hacer una aclaratoria, gracias a un amigo diplomático colombiano, en relación a la autoría de la canción "Caballo Viejo" que fue asumida por los propietarios de una importante cadena radial colombiana como de este país, igualmente otros temas reconocidamente venezolanos que si bien la música y otras expresiones culturales no tienen fronteras, es justo reconocer lo que anteriormente he intentado señalar, pues no basta con la realización de algunos festivales o encuentros fronterizos de proyección internacional para asumir o compartir lo que nos corresponde, de igual manera aquí recientemente pude ver por internet un encuentro internacional de maraqueros, donde curiosamente la mayoría de los temas eran venezolanos. El hecho de haber vivido en Puerto Ayacucho, capital del estado Amazonas por espacio de 15 años hasta finales del siglo pasado, me dio la posibilidad de conocer al maestro cantador Marcelo Quinto, así como al arpista Ramón Quinto y muchos músicos de esa familia que si bien junto a otros intérpretes locales del joropo llanero en los diferentes encuentros binacionales, nos comentaban acerca de este tema de la nacionalidad del joropo venezolano.