Desde el interior de la propia disciplina

Esa arquitectura -sin mayúscula- es contradictoria, llena de anónimos y esforzados charlatanes

PREÁMBULO

La intervención  sobre un monumento patrimonial siempre es una ocasión de privilegio para poder acercarse con provecho a la historia que toda obra humana encierra en si misma.

RESUMEN

El propósito del artículo se centra en los problemas de la restauración del monumento histórico del Parque Carabobo y la necesidad de un diálogo más profundo e intenso entre escultores y arquitectos, fundamentalmente en el  desarrollo y ejecución del Proyecto Escultura Bicentenaria en Carabobo.

La falta de coordinación entre ambos tipo de profesionales supone serios problemas a la hora de plantear actuaciones en estructuras que requieren de una lectura multidisciplinaria para planificar con mayores garantías las actuaciones a realizar. 

Sin menoscabo de otras especialistas es el diálogo entre escultores y arquitectos el que debió presidir la actuación en el Parque Carabobo.

CONSIDERACIÓN PREVIA

“Tendríamos que postularla a los premios mundiales, porque es una obra magnífica que representa, en buena parte, las bases, las vigas poderosas que se sembraron aquí para construir el edificio republicano, en base a la espada mayor del Libertador Simón Bolívar, viendo al cielo, pidiendo las bendiciones al Dios creador para la obra magnífica que estaba levantando hace 200 años”.

Con esta propuesta sui generis del ciudadano presidente de la República Bolivariana de Venezuela Nicolás Maduro, decide quien merece la gloria, sentándose a su diestra, y quién no. Así, la arquitectura estaría a salvo de las acciones de cualquier advenedizo.

Creo que ese es, un poco, el espíritu que anima al ciudadano presidente con tal propuesta, armado de un garrote crítico, se lanza, sin miramientos ni discreción, a favor de esta escultura bicentenaria en Carabobo, que, a su modo de ver, tiene los cometidos mayores que los dioses le han asignado a su elegido.

Incluso, sin dar más argumento que sus propias convicciones y la poco disimulada modestia por el excesivo consumo de adjetivos calificativos, eleva, como contundente señal de su acertado enfoque, con algo que desaíra más aún la discusión sobre la posesión o no de valores urbano-arquitectónicos de la escultura bicentenaria en Carabobo.

Mal mensaje del ciudadano presidente de Venezuela que pretende emitir juicios de valor sobre la base de revisar si la arquitectura que se hizo, cumple con la lista de chequeo que se puede construir algún ególatra chiflado. 

Sin embargo, para desdicha de unos y satisfacciones de otros, los hechos –por lo menos en arquitectura- son más contundentes que las palabras y no pueden ser demolidos con adjetivos o fracturados con instructivos.

Asi es la arquitectura –en mayúscula-, inclusive aquella sólo dibujada. Ella se alza imperturbable ante el discurso, que opera por caminos diferentes. Algunas veces ligeros y contradictorios, otras oscuros y tenebrosos y pocas veces, claros y amables.

En fin, complejo y pequeño mundo este del viejo arte de señores, marcado por un presidente que establece líneas y conductas maestras, lleno de anónimos y esforzados practicantes y multitud de seguidores que copan el escenario con fuegos fatuos y delicadas epidermis.

Selecto mundo donde el talento, la arrogancia y la fragilidad mental conviven dentro de una disciplina confusa, de azarosa y contradictoria práctica, ligada inevitablemente a programas y circunstancias externas que se le imponen al diseñador y rodeada de charlatanes que no ven, o tal vez les importa ver que: 

En Venezuela sólo el 10% de las edificaciones que se construyen han contado con la intervención de un arquitecto.

ACOTACIONES NECESARIAS

En el campo de la composición de las formas artísticas, la Escultura Bicentenaria en Carabobo, se trata de una nueva demostración, una más, de las dificultades para realizar una contradictoria práctica disciplinar. 

Pero, me pregunto: 

¿Qué demonios ocurre con los arquitectos cuando se les pone en el papel de opinar sobre la obra de otro? 

 

-Sobre todo si ese otro no es amigo personal, miembro de la cofradía o estrella refulgente a la que se le rinde pleitesía-.

No son de mi preocupación los duros juicios profanos que, frente a la insólita escultura bicentenaria en Carabobo, emite el ciudadano común. No deben de haber diferido mucho los adjetivos usados por los cubanos, parados en la Plaza Antonio Maceo en Santiago de Cuba, frente a las insólitas imágenes de la obra del ingenio del escultor Guarionex Ferrer Estiu:

Que tiene vínculos a ritos y creencias de brujería y espiritismo. 

 

Que hay que oponérsele por razones políticas y prejuicios anti cubanos. 

 

Que es copiada por esta parte del mundo.

 

Que la veían como un enorme e injustificado gasto.

Si a alguien le parece adecuado tenerla como referente a la escultura bicentenaria en Carabobo, no me parece ya tan legítimo el juicio que, desde el interior de la propia disciplina [i], se le hace a un desconocido arquitecto que tuvo la desdicha de ser contratado por el gobierno para levantar en Carabobo lo que al parecer estaba establecido:

Convocar a la lucha ideológica en ese gesto de su brazo extendido.

No tengo ninguna duda, que esos duros juicios profanos a otorgarle algún carácter ideológico es, tal vez, la expresión más contundente de su ideologización. Sin embargo, este término quedó grabado en la consciencia de cualquier ciudadano como definición de conjunto, de coherencia relativa, de representaciones, valores y creencias. 

Ideología es entonces, un sistema de representación, incluyendo sus mecanismos de simbolización. Y todos los arquitectos  sabemos a qué nos referimos cuando hablamos de un sistema de representación.

Él  solo produce imágenes, y a partir de esas imágenes se construyen realidades. Por lo que, la autoría de la obra es nacida y fundamentada en la decadente ociosidad ideológica de los diseñadores del mundo subdesarrollado del madurismo. 

Esa escultura bicentenaria en Carabobo, que tanto ha marcado el quehacer arquitectónico, es la expresión más nítida de la ideología liberal que nos gobierna desde hace pocos años, incluyendo dentro de ella el socialismo del siglo XXI, que durante más de dos décadas pretendió diferenciarse sin lograrlo.

Y, en la arquitectura, esa ideología se ha convertido como una suma de valores y lenguaje que produjo y continua produciendo conceptos y expresiones formales, compartidas por la desfachatez de ese profesional de intervenir, nada menos que fijado frente en línea recta al arco triunfal de Carabobo, una propuesta tristemente banal, lo cual se hace más evidente aún por su cercanía al monumento-escultura bicentenaria en Carabobo.

Se me ocurrió pensar, quizás, más triste y banal que ese desdichada escultura, lo era el pensamiento urbano que produjo ese lugar que no apreció la arquitectura y los monumentos que ese lugar existían y, por lo tanto, no consideró la necesidad de tomar medidas para salvaguardarlos de intervenciones que no alcanzaran su talla.

Pero, si tal cosa fuera posible, pregunto:

¿Cómo juzgar con antelación y objetivamente que obras tienen talla o no?

Y con esa inquietud en mi cabeza, no me voy a meter con el curioso diseño de la escultura bicentenaria en Carabobo, más allá de estar de acuerdo con que es un collage antropomórfico de claro ambiente hollywoodense. 

Lo interesante y verdaderamente novedoso, por no decir otra cosa, es que allí se afirme, sin ningún rubor, que el hecho de que esta escultura no demuestre algún gesto o consideración con un entorno caracterizada por una arquitectura historicista orientada por los patrones del eclecticismo europeo y los elementos de ornamentación neoclásicos al estilo Art Nouveau [ii], responde a la clara intención de evidenciar la renovación económica-politica llevada adelante por las nuevas fuerzas del mercado madurista.

Y claro, digo yo, la marcha indetenible de esas nuevas fuerzas no lo va a obstaculizar un simple prejuicio contextual, así esté sustentado en el propósito de proteger una zona de viejos y patrimoniales construcciones del emblemático Parque Carabobo. 

POSDATA

Decía Aldo Rossi [iii] –seguramente para tranquilizar las contradicciones entre anónimos y esforzados charlatanes-: 

“[…] en primer lugar los arquitectos, como todo buen artesano, deberían mostrar sus propios proyectos”.

REFERENCIAS

[i] Servando Marín Lista  (Jueves, 01/07/2021 01:40 PM). La escultura bicentenaria en Carabobo: entre lo conceptual, la abstracción y el realismo. En: https://www.aporrea.org/cultura/a303858.html.

[ii] El estilo Art Noveau puede parecernos la antítesis de funcionalismo, pero hay que considerarlo como la primera manifestación global de la arquitectura moderna. Mientras que la técnica avanzaba rápidamente, la arquitectura oficial se refugia en construcciones que imitan los estilos históricos. Se le atribuye al “Art Noveau” el haber comprendido que con el hormigón y el hierro se podían crear formas nuevas, derivadas de la funcionalidad de tales materiales.  

[iii] Bonfanti, Bonicalzi, Scolari, Rossi y otros (1980:14). Arquitectura Racional. Alianza Editorial. Madrid.

¡Que se abran cien flores y florezcan cien escuelas de pensamiento¡



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Servando Marín Lista

Arquitecto - Autor de los libros: 1.- La Geometría de los Afectos (2007). 2.- Desde la Comunidad (2010). 3.- La Ciudad Comunal (2013). 4.- El Caserío de Altagracia de Cumaná (2016). 5.- El Caserío de Santa Inés de Cumaná (2017). 6.- Cumaná: La Otra Ciudad (2019). 7.- Más allá de Tierra Firme (2022). 8.- Más allá de La Mar (2023).

 tetralectica77@gmail.com      @chevan2

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