Lo mío es el tango

De tener memoria precisa de cuándo fue que escuché por primera vez un tango sería difícil recordar, pero estando muy niño los primeros tarareos y tonalidades de esa hermosa música arrabalera que vinieron a mis oídos fueron los de mi madre, quien allá en los Biombos de mi Barrio Saladillo, mientras nos hacía la comida o aseaba la casa cantaba aquella canción de Libertad Lamarque.

Caminito que el tiempo ha borrado

Que juntos un día nos viste pasar

He venido por última vez

He venido a contarte mi mal

Desde que se fue

Triste vivo yo

Caminito amigo

Yo también me voy

Desde que se fue

Nunca más volvió

Seguiré sus pasos

Caminito, adiós.

A mi Padre Castor nunca le escuché cantar un Tango, a lo sumo los silbaba, pero era un lince bailándolo. En más de una oportunidad me acercaba a verlo jugar Billar, y a escondida por debajo de la Puerta Batiente del famoso Botiquín Saladillero, que estaba en la Calle El Tránsito, lo veía como con el palo del Billar y, al son del Tango "Por una Cabeza" sus amigos, entre cervezas y casi todos cantando, hacían rueda para verlo danzar las canciones del Morocho del Abasto.

Por una cabeza, de un noble potrillo

Que justo en la raya, afloja al llegar

Y que, al regresar, parece decir

No olvides, hermano

Vos sabes, no hay que jugar

Por una cabeza, metejón de un día

De aquella coqueta y risueña mujer

Que al jurar sonriendo el amor que está mintiendo

Quema en una hoguera

Todo mi querer

Por una cabeza, todas las locuras

Su boca que besa

Borra la tristeza

Calma la amargura,

De Carlos Gardel no hay unanimidad sobre el lugar y la fecha de su nacimiento. Los uruguayos afirman con mucho orgullo que nació en Tacuarembó, un pueblito de Uruguay un 11 de diciembre entre 1883 y 1887. Los franceses dicen que nació en Toulouse allá en Francia, el 11 de diciembre de 1890. Lo cierto es que vivió desde su infancia en Buenos Aires, y a su amada ciudad le cantó sus tangos hasta su partida en aquella accidentada despedida por Medellín.

Mi Buenos Aires querido,

cuando yo te vuelva a ver,

no habrá más penas ni olvido.

El farolito de la calle en que nací

fue el centinela de mis promesas de amor.



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Douglas Zabala


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