Salud Mental Decolonial y Emocracia en tiempos electorales

Desde la última década del siglo y milenio pasado, se ha señalado que la sociedad actual es de la información y el conocimiento, de eso las evidencias lo demuestran, el avance científico y tecnológico de la sociedad es innegable, en particular en las llamadas tecnologías de la información y la comunicación, el desarrollo de las redes sociales  que nos han convertido a todos en comunicadores sociales de una diversidad extraordinaria, más aún con el advenimiento de la inteligencia artificial. Todo avance científico y tecnológico tienen por finalidad mejorar el bienestar de la sociedad, más sin embargo hoy el sufrimiento humano y psicológico va en aumento, situación preocupante desde donde se le mire, entre ellos está el uso inadecuado o destructivo para la humanidad, que se le da a ese avance científico y tecnológico, sobre algunos aspecto, nos referiremos en este artículo.

Los buenos maestros sostienen que las ideas fundamentales que debemos aprender, hay que repetirlas muchas veces, para que sean comprendidas, reflexionadas, interiorizadas, criticadas, interpretadas y asumidas en nuestra subjetividad consciente y no consciente, por ello, una vez más, vamos a insistir que la salud y la salud mental en particular es una disciplina de las Ciencias Humanas y no como es costumbre, que se asocia como la cara positiva de la enfermedad, que la atrapa cartesianamente en el paradigma patogenético de la enfermología pública. La salud mental es el encuentro entre tres grandes subjetividad a saber: la subjetividad del ser, la subjetividad del amar y la subjetividad del tener/estar, por lo tanto todo lo que influya o impacte a la vida, al bienestar colectivo y a la naturaleza como ente viviente, impacta favorable o desfavorablemente a la salud.

La salud mental categorizada desde las subjetividades, permiten explicar muchas situaciones, hechos y fenómenos, que a veces pasan desapercibidos para un importante porcentaje del pueblo. La subjetividad del ser nos permite estar integrados o aislado de la sociedad, la subjetividad del amar como calidad y cantidad de interacciones, relaciones y vínculos afectivos, nos permite ser felices o infelices y la subjetividad del tener/estar nos permite sentirnos satisfechos o insatisfechos, integrados o no integrados a los territorios donde residimos y laboramos, si están satisfechas las necesidades humanas básicas, necesarias y suficientes para tener una vida personal y colectiva saludable, tenemos bienestar, de lo contrario estamos con malestar. Finalmente Edgar Morín nos recuerda que la hipercomplejidad de la condición humana, a través de lo biocultural, cerebro/cultura emerge la mente, la vida psíquica, de lo bioantropológico del cerebro triuno, nos permite equilibrar los instintos con la razón por medio del sentipensar (la emocionalidad) y lo biosocial de la complementariedad individuo/especie humana, emerge la convivencialidad y la vida en sociedad.  

En esta oportunidad nos referiremos a la salud mental decolonial y la emocracia en tiempos electorales; la sociedad cualquiera que ella sea su configuración político ideológica de gobierno, su modelo económico, tipo de convivencialidad, es un magma de instintos, emociones, sentimientos, personalidades e intereses, cuyos comportamientos según la racionalidad imperante en esa sociedad, nos hace más solidarios, colaboradores, corresponsables haciendo a las sociedades, más justas, igualitarias e incluyentes, si son lo contrario, poco solidarias, poco colaboradoras y poco corresponsables, son sociedades más adversarias, injustas, desiguales y excluyentes lo que trae como consecuencia inevitable, minimizar o magnificar el sufrimiento humano y psicológico.

Las características anteriores en tiempos electorales acentúan la emocionalidad personal y colectiva de la sociedad, afloran con mayor fuerza las coincidencias o diferencias político ideológicas, económicas, culturales, sociales en lo que en tiempos contemporáneos se ha denominado Emocracia, según la Real Academia Española de la Lengua: creación neológica con la que se expresa la idea de que gobiernan las emociones, por lo que Fernando Pessoa sostiene: “las sociedades actuales están dirigidas por agitadores de sentimientos, emócratas, no por agitadores de ideas, demócratas”. Siguiendo a Pessoa, se entiende entonces que en las democracias contemporáneas, por encima de la verdad, la justicia, la igualdad y la inclusión, se valoran las emociones y las más de las veces en sentido negativo, con las que se pretende encubrir, ocultar, borrar en la subjetividad del pueblo, ineficiencias, errores, actos de corrupción en las formas de gobernar; traiciones a la Patria, intentos de golpes de Estado, alianzas con gobiernos extranjeros, pedir sanciones para perjudicar al pueblo, en las maneras de hacer oposición, por solo mencionar algunas situaciones, vividas en Venezuela en la última década. 

El debate preelectoral actual, de liderazgos políticos gubernamentales y de liderazgos políticos de oposición, es una diatriba de negatividades, de generalizaciones emocionales ideológicas como: “…hasta el final” “…caiga quien caiga” “…salvar la patria”, “…si estás conmigo quieres salvar a Venezuela”, “…si estás conmigo eres patriota”, y un largo etc, de expresiones que caracterizan a la emocracia, que aflora en el debate electoral, hay poco espacio para presentar ¿Cuál es el plan de gobierno en caso de ganar las elecciones? ¿Cómo gobernar escuchando el pueblo, sus necesidades insatisfechas, sus derechos humanos y derechos constitucionales, no garantizados? ¿Cómo mejorar los servicios públicos según las realidades territoriales?, el gran ausente es ¿Qué hacer?

La presente campaña electoral “adelantada” y “retardada”, en la asunción del gobierno, para quien gane, es una situación dilemática, no exenta de tentaciones y peligros, esperar 5 meses, situación inédita hasta ahora en la República, lo caracterizado hasta acá nos indica lo atípica de esta confrontación electoral, además por el giro a la derecha de la mayoría de candidatos presidenciales, que de hecho constituye un “consenso neoliberal” que ha dejado al pueblo como la guayabera, por fuera de dicho consenso, ese consenso sería el eje estratégico del nuevo gobierno, gane quien gane; además en el artículo de la semana pasada señalé que para un sector de la oposición, es una campaña “mesiánica electoralmente, apátrida, incestuosa e imperialista”.

La campaña electoral es emocrática, está dirigida a un individuo unidimensional, que no ha alcanzado el estatus de sujeto colectivo histórico y cultural, con escasa formación política, por lo tanto poseído de una “falsa conciencia” diría Engels, al que propagandísticamente se le crean falsas expectativas y esperanzadores anhelos de mejoras mágicas, sin esfuerzo, desde la “mágica eficiencia” de lo privado, ante lo público ineficiente, es decir, si cambiamos del “amo público” por el “amo privado” por la gracia de Dios todo se resolverá, convirtiendo la emocracia en el caldo de cultivo de un futuro gobierno autocrático, que daría al traste con la democracia participativa y corresponsable consagrada en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que muy poco hemos ejercido, pero que nunca será tarde para ejercerla a plenitud.

Lo que se está buscando con la emocracia es engañar al pueblo, para que a la hora de emitir su voto primen emociones como la ira, el miedo, la ilusión o el fanatismo, es decir, sustituir el sentido común, la razón y el sentipensar, para que gobiernen las ideas y no la emocionalidad generalizadora ideológica. Necesario es recordar que “solo el pueblo salva al pueblo”, pero no un pueblo ciego, vendado por la ignorancia, sino un pueblo formado y con conciencia de cambio y transformación de la Patria, con el esfuerzo participativo y corresponsable del pueblo y de un gobierno que escucha y obedece la voz del pueblo. Recordemos a nuestro Libertador Simón Bolívar: “nos han dominado más por la ignorancia que por la fuerza”.

Otro elemento contaminante que refuerza la emocracia es la infoxicación, intoxicación por exceso de información. Algo que vivimos desde la llegada de internet y sobre todo de las redes sociales. Hay tanta información que no somos capaces de digerir y filtrar los mensajes. Este contexto, facilita la tentación de los  poderes fácticos de las clase dominantes, para generar procesos de caricaturización o banalización de informaciones relevantes, a través de las redes sociales y la inteligencia artificial. 

Existen otros mecanismos para manejar emociones en el discurso público con interés político, ideológico o electoral, como advirtió hace años Gabriel Albiac, “el fenómeno de excesivas emociones en el espacio público es preocupante, debido a que pone en marcha un proceso que vacía el Estado de derecho de tal modo que las emociones acaban teniendo más peso que el equilibrio de poderes, las instituciones o las leyes. Por ello, el historiador británico Niall Ferguson ha señalado que ahora no vivimos en una democracia, sino en una emocracia. No gobiernan las ideas o la verdad, gobiernan las emociones y para eso se fuerzan los sentimientos más primarios del pueblo para que primen, sobre cualquier otra consideración de duda o autocrítica

 
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Pedro Alcalá Afanador

Doctor en Ciencias Gerenciales - Doctor en Ciencias Sociales - Especialista en Salud Pública - Psiquiatra - Médico Cirujano

 alcalaafanadorp@gmail.com      @alcalaafanadorp

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