El 29 de mayo, a las 3 de la tarde, de manera puntual (hora indígena), se llevó a cabo, en el Museo Arqueológico de la Universidad de Los Andes (ULA), la presentación de la obra de Jean Marc De Civrieux, "La tentación de las perlas" (Ediciones Monte Ávila - 2023). Un acto organizado por la Fundación Cultural Jean Marc De Civrieux, a cargo de Gisela Barrios de Civrieux. El moderador del acto fue el doctor Lino Meneses Pacheco, del Museo Arqueológico de la ULA.
Se estaba allí, para hacer también un homenaje al más grande investigador, estudioso y amante de nuestras etnias indígenas, Jean Marc de Civrieux, quien, siendo hijo de franceses, de pura cepa y elevada alcurnia, llegó a nuestras tierras para hacerse más criollo, más venezolano, más amante de nuestra tierra y nuestros pobladores originales de cuanto hoy nos proclamamos venezolanos. Jean Marc destrozó el concepto y echó por tierra, esa idea que los europeos impusieron entre nosotros de que el indio es FLOJO. Y que en siendo flojo el indio también lo somos todos nosotros. Así vinimos siendo marcados y señalados en la historia y las enciclopedias desde hace 500 años, presentándosenos como unos individuos lerdos y abandonados, entregados a la incuria, a la más degradante pereza.
Pues bien, sostenía Jean Marc de Civrieux, que la resistencia pasiva del indio al trabajo de ESTILO IMPORTADO fue el motivo determinante de enfrentamiento entre indios y conquistadores y uno de los factores principales de los atropellos, rebeliones y genocidios. Añade: "La cuestión del trabajo explica por qué el indio se resistía a poblar los repartimientos, encomiendas y reducciones, porque dedicaba todas sus energías, una vez reducido, a recobrar la libertad para poder atacar los pueblos de españoles y las misiones, desde sus propios refugios en la selva. Otros motivos bien conocidos eran el fanatismo de los invasores, su intolerancia religiosa y cultural, su sed de oro y de riqueza fácilmente adquiridas".
Reaclaca Jean Marc de Civrieux, que "una de las leyendas más arraigadas que nos legaron los cronistas se refiere a la PEREZA del indio. En esta apreciación coinciden unánimemente nuestras fuentes, y los misioneros corroboraban lo que afirmaban los colonos encomenderos: Se quejan amargamente de ese supuesto vicio, que los historiadores modernos suelen aceptar ciegamente como hecho real. El padre Caulín, que fue un verdadero especialista en elaborar largas listas de vicios de los bárbaros (que llamaba también brutos irracionales), no olvidaba nunca de mencionar la PEREZA, en primer término. Los escasos defensores de los indios, como el padre Las Casas, aludieron, para combatir esta leyenda, a una debilidad física del indio, una interpretación más generosa, pero tan falsa como la otra. El problema consistía evidentemente, en una resistencia pasiva al trabajo forzoso. En su medio ecológico, el indio no escatima esfuerzo, ni teme tareas agotadoras, siempre que las considere urgentes y satisfagan las necesidades inmediatas de la comunidad. Cuando no existe prisa en realizar una tarea, la aplaza sencillamente, porque su filosofía de subsistencia rechaza las previsiones excesivas. De este modo, goza de los agradables períodos de ocio que le concede la naturaleza, los aprovecha al máximo y se dedica oportunamente a observar los pájaros que, como lo recuerda el Evangelio, cantan y nunca se mueren de hambre, enseñando al hombre a no afanarse excesivamente por la subsistencia. A este respecto, Ruiz Blanco anota, con evidente desaprobación, que los Cumanagotos trabajan a tornapeón, sólo por la comida. Eso bastaría para explicar el fracaso de las tentativas españolas de someter al Cumanagoto a los horarios rígidos de un trabajo obligatorio, y de sacrificar los recreos, a veces considerables, que la tradición tribal dedicaba a charlas, juegos y esparcimiento colectivo".
Nuestros indígenas no tenían, pues, por qué buscar ser calificados como BUENOS TRABAJADORES haciendo, con extrema dedicación a cuanto exigiesen los europeos, metiéndose en las minas, manejando sus herramientas, transportando sus pesadas cargas. En esencia, nuestros indígenas eran poetas, y todo lo tenían para ser felices, mares, ríos, flores, pájaros, peces. Estos párrafos retratan de manera fiel y sublime lo que queremos decir de nuestros indígenas: "Había Kahuña (el Cielo). Los Kahuhana vivían allí, como ahora. Son hombres buenos y sabios. Así era también en el principio. No se morían; no había enfermedad, maldad ni guerra. El mundo entero era el Cielo. Nadie trabajaba ni buscaba comida; la comida estaba siempre preparada, lista… No había animales, demonios, nubes ni vientos. Había luz. En lo más alto del Cielo estaba Wanadi, como ahora. Daba su luz a la gente Kahuhana, alumbraba todo, hasta en lo más bajo, la tierra. Por el poder de esa luz, la gente siempre estaba alegre, tenía vida, no podía morir. No había separación entre el Cielo y la Tierra; no había como ahora, la puerta del Cielo. No había noche, como ahora. Wanadi es como un sol sin atardecer. Siempre era de día; la Tierra era como una parte del Cielo". Pues bien, uno de los pasillos del Museo se colmó de amigos y estudiosos de la obra de Jean Marc De Civrieux, atendidos en la noble y sensible actividad de este día, por el poeta Hermes Vargas, el doctor Ebert Cardoza (de la Escuela de Historia de la ULA, siendo el presentador) y Lorenzo Adams (hijo de Gisela Barrios).
Todo lo anterior bullía en nuestra cabeza viendo la mesa en la que se ubicaban Lino Meneses, Gisela Barrios y Ebert Cardoza, con otras parafernalias tecnológicas como una pantalla para conectarse en línea con la historiadora Adriana Rodríguez, quien haría la presentación desde Caracas, a nombre de la Editorial Monte Ávila.
Luego de las palabras introductorias de Lino, intervino Ebert quien hizo un recorrido por la gran obra de Jean Marc, haciendo hincapié en el extraordinario trabajo de Gisela como transcriptora de esta monumental obra "La Tentación de las perlas". Un esfuerzo de investigación tremendo, si se toma en cuenta que se trata de los primeros cien años de la historia de Cumaná, desde que allí llegaran los primeros conquistadores españoles. Teniendo que recurrir a multitud de recursos, como ubicación de los lugares por donde discurrieron esas etnias de los arawak, kariña y waikerí, "que desempeñaron en el Caribe roles análogos al de los antiguos pelasgos de los mares Mediterráneo, Ponto y Egeo"… Fechas a veces tan enrevesadas y confusas, consultas de cronistas de la época, relatos directos de descendientes de aquellos aborígenes, internándose en sus dialectos, en sus modos de vida, tradiciones y cultura, algo que Jean Marc De Civrieux hizo durante más de cincuenta años de investigación. Por esto se puede sostener de la manera más contundente, a la vez que serena, que, por ejemplo, Jean Marc de Civrieux ha aportado más al conocimiento de nuestras raíces históricas y humanas que el barón de Humboldt, por lo que no se explica cómo es que creador de Watunna sea a la vez tan desconocido en Venezuela. Tomando también en cuenta que Humboldt (refutado por el historiador y extraordinario investigador Bartolomé Tavera Acosta) llega a decir que algunas de nuestras etnias eran antropófagas, lo cual ha sido rechazado de plano en sus estudios por Jean Marc, quien habla de la extrema sensibilidad de nuestros aborígenes quienes jamás pegaban ni gritaban a los niños (por cuanto que cada niño en las tribus era considerado hijo de todos), mucho menos se iban a entregar a la antropofagia. Pegar a un niño significaba en el concepto de nuestros indios, dañarles el "espíritu". En este sentido mucho es lo que nosotros podemos aprender de la educación de los aborígenes, pero como esto podría significar para muchos "atraso"…
El doctor Bartolomé Tavera Acosta en su libro "Río Negro", menciona que algunos cronistas habían hablado de cuartos de hombres asados en barbacoas, lo cual era absolutamente falso. Que no se trataban de miembros humanos "sino de araguatos asados a fuego lento o ahumados, como lo usan todavía hoy, en barbacoas o palos aguzados o cuando no en grandes salcochos aderezados en pailas o marmitas y con una buena provisión de ají molido al lado del casabe. Esto pudo apreciar Tavera Acosta directamente en 1900, parecido a un muchacho de 14 a 16 años, con un aspecto de cuerpo humano. Los españoles que allí llegaron al Amazonas ignoraban de la existencia de estos simios físicamente parecidos al hombre. Resulta, que en una de las notas que tiene el Mapa-itinerario en el tercer tomo de la obra de Humboldt "Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente" –dice Tavera Acosta en 1900 –se lee que las regiones comprendidas entre los ríos Atabapo Rionegro e Inírida (zona desconocida aún o no explorada) estaba habitada para 1800 por antropófagos (según los frailes), y en otros puntos del libro, que lo eran los cabres, los uaipunabis ("como si éstos, ambos, no fuesen los mismos", dice Tavera), los uanimanabis, daricabamas, manetibatanos (como si estos tres no fuesen los mismo). Agrega Tavera Acosta que el mismo Humboldt asevera (y lo repiten luego Baralt, Codazzi y otros) que los Caribes del continente –únicos indios que habían quedado con el calificativo –no eran antropófagos como los de las Antillas…
Tavera Acosta dice: "Humboldt desgraciadamente pasó (en 1800) por estas regiones como un relámpago… No tuvo, pues, tiempo para tratar esas tribus ni mucho menos estudiar sus costumbres (cosa que sí hizo Jean Marc de Civrieux) ni aun siquiera verlas. Se contentó con los informes romancescos suministrados por los frailes, pues, no está de más advertir que desde que llegó a Venezuela desde el mar caribe hasta Ríonegro (San Carlos, de donde no pasó), se hospedó ordinariamente en sus conventos o monasterios (es decir no convivió con ellos como sí lo hizo Jean Marc). ¿Se contaminó acaso con la creencia de los reverendos Capuchinos? Tal pregunta se nos ocurre al ver que no rechaza categóricamente la afirmación frailesca de la antropofagia, condición étnica que nunca han tenido aquellos aborígenes, ni razonablemente confirmada entre ninguno de los de toda la América".
Gisela Barrios, en su intervención se concentró en el tema de Cubagua, donde puede decirse que la conquista mostró sus más crueles y abominables métodos (sin plan ni sentidos alguno) más que buscar riquezas. Nos recordó como andaban los caribes a lomos de esos mares como grandes navegantes y pescadores, alimentándose de la pesca y llevando como avío casabe, viviendo de los trueques, teniendo un fabuloso sistema comercial entre distintas etnias. Dijo que los milagros existen porque este libro de Jean Marc llevaba varios años esperando por ser editado hasta que se presentó un ángel (se estaba refiriendo a su ahijada Adriana Rodríguez) quien movió hilos desde Caracas, logrando que se activara la publicación de esta grandiosa el año pasado. El libro ya había sido presentado por el poeta Luis Alberto Crespo en la FILVEN-2023 de Caracas. Nadie mejor que Luis Alberto Crespo para escribir sobre un personaje que surgía al fragor del mayor movimiento de agitadores poéticos del siglo XX francés, el surrealismo, siendo que el propio Jean Marc de Civrieux (siendo estudiante en el en el Colegio Louis Le Grande) llegó a conocer a André Breton y a pasar largas horas en la librería que el mismo atendía en el centro de Paris. De aquel contacto, no tenemos la menor duda, se despertó en él un espíritu de curiosidad por la investigación, la filosofía y la aventura. Luis Alberto Crespo es un experto conocedor, como muy pocos en Venezuela, de aquella época y de aquella camada de geniales poetas que estremecieron los valores éticos y estéticos del siglo XX. Y así comienza su prólogo a "La tentación de las perlas":
Era 1939. Venía de Francia y del presagio de una matanza mundial. Acaso durante la travesía recordaba el barrio de la cultura y los irreverentes de Saint- Germain des Prés, los dibujos callejeros de su ociosidad adolescente, las reuniones de los surrealistas a las que lograba asomarse, su romería a las conferencias de Paul Valéry en la Sorbonne y sus lecturas de café de los poemas de Verlaine que le anunciaban, aún sin presentirlo, su adiós a Europa:
La velada concluyó con la actuación del consagrado y virtuoso de la guitarra, igualmente lutier, Pablo Gámez. Este famoso guitarrista nos tocó con una preciosa guitarra también obra suya, interpretó piezas de Alirio Díaz, Antonio Lauro, Rodrigo Riera, un tema del alma paraguaya y un tango.