Así es el imperio. Asesino y desfachatado. El imperio todo: llámese gringo, francés, italiano o noruego. Con su madriguera en la ONU, decide a su maldito real saber y entender el destino de los pueblos. Sí, esta vez centramos nuestra angustia reflexiva sobre Libia, bella sonoridad femenina por estos días ensangrentada por quienes desean saciar cruentos planes geoestratégicos.
Abogados amigos me dijeron que el alto el fuego decretado por el Consejo de Seguridad de la ONU, era una medida de obligado cumplimiento por las partes. Es decir, tanto por el gobierno de Muammar Gaddafi como por quienes lo enfrentan a punta de morteros, bazucas y demás armamento que como muestran las imágenes de televisión no son manipuladas por el pueblo, a quien desde el principio intentan endosarle la decisión de derrocar el sistema.
Pues, el alto al fuego según ha manifestado el propio mandatario africano en par de ocasiones, ha sido acatado por sus fuerzas armadas. Sin que así conste, tiene uno la presunción de que dice la verdad. De lo contrario, por un lado desde hace rato y usando tecnología ultra avanzada, quienes lo niegan nos hubiesen bombardeado con imágenes que desnudaran las mentiras de quien llaman dictador. Por otra parte, lo más seguro es que la desobediencia de Gaddafi hubiese sido pretexto para agudizar en su contra un mayor número de mortales ataques aliados.
Una cosa sí parece quedar clara con el fulano alto el fuego: quienes han gozado un montón son los contrarrevolucionarios apertrechados hasta los dientes. Con descaro e insolencia han declarado a medios mundiales que gracias al bombardeo extranjero logran avanzar en sus posiciones. Públicamente han celebrado, metralleta en mano, la destrucción de vehículos del gobierno producto del ataque foráneo. Ambas confesiones transparentan que esa parte del conflicto en Libia, se hace la loca para no obedecer a un Consejo de Seguridad de la ONU que no ejerce la misma autoridad hacia ese flanco beligerante del asunto.
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