Es poco menos que admirable la amnesia de la oposición venezolana. Un poderoso virus alzhérmico pareciera reformatearles el disco duro cada dos por tres. Las caras y argumentos que hemos visto en estos días, entre llorosos y ofendidos, en virtud de la detención del comandante Bingo Fijo en un frente de batalla muy peculiar, es, por decir lo menos, una experiencia parusáica, seráfica pues.
Han olvidado como por arte de magia, no sólo el heroico envío de la gente a Miraflores el 11 de abril de 2002, la colocación de francotiradores y la no menos gloriosa retirada a sitio seguro de Bingo Fijo, para ver los toros desde la barrera, como corresponde a un héroe, sino que tampoco recuerdan el septiembre negro y el octubre rojo que bajo la arenga encendida del titán, trancó autopistas, cerró calles y produjo enfrentamientos violentos y muertos; mucho menos recuerdan los partes de guerra diarios cuando exaltado señalaba que: “Venezuela va hacia el abismo”, “El paro pica y se extiende”, “Este paro sigue hasta que alcance su objetivo: salir de Chávez”, “Ni que traigan científicos de la NASA reactivarán la industria petrolera”, en tanto que, legos en manos, Juan Fernández, con carita angelical de alumno del San Ignacio 4to. Año, Sección “C”, se complacía en mostrar el derrumbe de la industria petrolera y Carlos “de qué” Fernández, alborozado y feliz, anunciaba la falta de alimento para la población.
Lo olvidan todo, especialmente son desmemoriados cuando se les señala su firma en el decreto de Carmona devenido en lista de asistencia escolar e incluso en “principio de la protesta contra la dictadura de Carmona”. ¡Bendito sea Dios! ¿Qué se habrá hecho la Fitina?. La verdad es que no debe causar extrañeza, han fracasado en todo y no han sido capaces de reconocer a uno sólo de sus hijos. El fracaso es huérfano, sólo los Robertos lo reconocen y reivindican como vocación vital. Ahí si que provoca gritar: ¡Valientes! ¡Valientes!, y no estos pelagatos incapaces de fracasar con donaire, es evidente que no reconocen la fuerza infinita del fracaso bien administrado con apostura y gracia.
Sólo que quienes tenemos años sufriendo sus desvaríos no hemos podido olvidar, acaso porque el hombre es cómo el árbol qué, al verlo no nos dice cuantas veces ha floreado pero en mirando su tallo sí que nos habla de cuantas veces lo han herido, como dice Rómulo Gallegos en Canaima. No por falta de ganas ¿eh? sino porque es muy difícil. ¡Cómo olvidar el circo de la Plaza Altamira y los generales dorados, amenazando, gritando, perturbando y hasta rezando a la muerte día y noche!.
Inolvidable el show del fraude electoral, la teoría del ganso negro, los topes de mármol, la bidireccionalidad de las máquinas, el satélite ruso y los burros marrones metidos en el corral con cabras negras; o ¿que me dicen de Pompeyo Márquez y Asdrúbal Aguiar exigiendo que les enseñaran el “chorizo”?, glorioso ¿no?. No me digan que eso no es conmovedor. Algo así queda en la mente cincelado a fuego como el juego sin hits ni carreras de Urbano Lugo o el gol de “la mano de Dios de Maradona”. Dígame usted si no le quedó grabado de por vida, como si hubiese asistido a un concierto de Pavarotti o una fiesta privada con Britney Spears, la musiquita de Globovisión mientras Gladys Rodríguez mostraba mil veces, in slow motion, -creo que así le dicen- con unos circulitos rojos y un punterito arrechísimo, marcando el rostro de Bernal junto al portugués Gouveia, ametralladoras en mano, cual Rambos tropicales, preparándose para matar gente en la Plaza Altamira.
¿Y que me dicen de las Guarimbas?, ¿inolvidable verdad?. Creo que es hora de reivindicar por ellos los méritos que quieren arrojar al cesto del olvido. No podemos permitir que esos hijos de la oposición anden por ahí realengos, sin legitimidad, cual hijos naturales (como se decía antes). Yo paso a creer que practican la más solemne humildad, una humildad trapense, autoflajelante. Por ahí debe ser la cosa. No encuentro otra explicación. Yo casi nunca encuentro nada pero está tan de anteojito que por más que le corro me alcanza. No quieren exhibir sus méritos, pero nosotros no debemos permitir tanto sacrificio. Debemos prometerle ¡No olvidar!. Aquí a cada quien le corresponde su mérito según y como.
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