En la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra el gobierno cubano ha presentado una resolución que proclama la alimentación como un derecho básico. Se trata de una propuesta que siempre es vetada por Estados. Simultáneamente, el gobierno norteamericano ya ha anunciado que, como todos los años, presentará otra contra el gobierno cubano por la violación de derechos humanos de presos de conciencia y periodistas, según las palabras de los representantes norteamericanos.
En la misma línea, algunas organizaciones de derechos humanos denuncian a Cuba por sus denominados “presos de conciencia/periodistas”, ignorando cualquier referencia al derecho a la alimentación. Independientemente de la culpabilidad o inocencia de los presos cubanos, el debate es apasionante porque evidencia la escala de valores de los países dominantes. Para ellos, la prioridad es poder escribir en libertad –algo loable-, pero sin importarles si esos que puedan o no escribir lograron antes comer. O dicho de otro modo, tanto Estados Unidos como la mayoría de organizaciones de derechos humanos, todas ellas con sede central en el primer mundo y lideradas por esos países, están preocupadas porque, quienes ya comieron, logren escribir libremente.
Olvidan todos ellos que cada día mueren decenas de miles de personas de hambre en el mundo. Personas que en su lecho de muerte, seguro no estaban muy angustiadas por su libertad para poder escribir como lo hacían los presos cubanos y de otros países del mundo. Podemos imaginarnos la tranquilidad que puede aportarles a esas miles de personas con hambre que en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU se aparque el derecho a la alimentación para dedicarse a la causa de supuestos periodistas presos. Y no digamos quienes tampoco escriben con libertad simplemente porque ningún sistema educativo público les ha alfabetizado. O quienes pueden escribir pero no tienen acceso a los dueños de las redes de difusión de la información, y ahí ya estamos incluidos casi todos.
Luchar por la libertad de expresión es una causa noble sin duda, pero priorizarlo antes que el derecho a comer mientras el mundo muere de hambre, quizás sea más criminal que encarcelar a “periodistas”.
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