Eso es lo que tiene la Franja de Gaza de largo, por apenas una media de 8 km de ancho. En términos aproximados, más o menos como Caracas. Ése es el tamaño a que ha sido reducida la nación palestina. Millón y medio de personas, la mitad de las cuales son niños, sobreviven en ese campo de concentración, restringidos al implacable aislamiento al que los tiene sometidos su poderoso enemigo, Israel. A Gaza entran la comida y las medicinas que el Estado sionista permite, por un angosto paso fronterizo. Cuando no les da la gana a ellos, los de Gaza no comen, lo cual ocurre con pasmosa frecuencia.
Y tampoco duermen. ¿Cómo conciliar el sueño, asediado por bombardeos y por certeros misiles que no distinguen flancos civiles de bandos políticos? Los otros vecinos, los egipcios, mantienen cerrados los túneles que comunican con la Franja, para no irritar a los amos hebreos y sus socios gringos. Todos cometemos la tontería de creer que los norteamericanos son el imperio y los israelitas sus lacayos. Pero la situación es a la inversa. Los dueños del mundo profesan la religión hebrea y se creen el pueblo elegido de Dios. Por eso, tal como se los hizo Hitler a ellos, planean la extinción de sus enemigos más cercanos, los palestinos.
Un rápido pasaje por la prensa europea, sin contar con la nacional, deja el patético resultado de constatar la indiferencia con que los medios recogen las tibias posiciones de los gobiernos del área, sobre este metódico holocausto. Nuevamente, y como se ha repetido a lo largo de los últimos sesenta años, Israel se cobra una factura que la humanidad no termina de saldar nunca. Pareciera que todos somos culpables del sufrimiento que le ocasionó el fascismo al pueblo hebreo, y los demás tenemos que agachar la cabeza frente a sus desmanes.
Cuando los gringos y los sionistas atacan a otro país, dicen defender su libertad y la de sus pueblos. Sus contrarios, se llamen Hezbolah, talibanes, Hamas, Al Qaeda, son terroristas, criminales, asesinos de la peor ralea, según su particular punto de vista. Para ellos, vivir prisionero en Guantánamo o en la Franja de Gaza es insuficiente castigo. Exterminarlos pareciera la opción más rápida. Y el mundo sigue girando imperturbable.
Mariadela Linares
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