El asesinato del dirigente del Frente Popular de Túnez, el abogado de izquierda Chukri Belaid, la recientes manifestaciones violentas con trágicos saldo de nuestros y herido en Egipto y el recrudecimiento de la agresión imperio-sionista-mercenaria contra Siria, ponen nuevamente la mirada internacional en el desarrollo de diversos procesos políticos y militares en el Norte de Africa y el Medio Oriente que, luego de dos años de confrontación política y militar, no termina por definir claramente el rumbo histórico de esta compleja situación regional de tan elevado impacto por su condición de base energética mundial.
Pretender manipular las particularidades históricas de los conflictos de la escindida Libia con la profunda crisis económica y social de Egipto atrapado entre la autocracia cesarista de Rais Mubarak y el ajedrez geopolítico árabe-israeli, así como unir la antigua confrontación entre el norte y el sur del Yemen, reunificada bajo la dominación del imperialismo norteamericano y sus aliados de los reinados petro-feudales de la región, con la rebelión popular contra el sátrapa de Salhed, junto con ello, incorporar las reivindicaciones democráticas y árabe-musulmanas de la mayoría del pueblo tunecino, así como relacionar las luchas democráticas y anti-feudales de los saudíes, kuwaities, jordanos, marroquíes y barhemies, contra las dictaduras monárquicas de la región y, la inicial rebelión democrática contra el corporativo sistema de gobierno sirio, transformada por la alianza pro-sionista de Estados Unidos, la OTAN, las monarquías petroleras y el ente israelí, en una guerra internacional de mercenarios; ha sido un ejercicio inútil de los estrategias de la dominación imperialista mundial, por cuanto los procesos históricos de la civilización árabe-musulmana y las particularidades nacionales de cada uno de estos Estados, responden a dinámicas que solo pueden ser resueltos por sus propios pueblos, a partir de la emergencia de nuevos actores y factores que hagan del pueblo el protagonista esencial de los cambios, que se respete las identidades históricas de tales pueblos y se excluya la interferencias e intromisiones geopolíticas del imperialismo, las viejas potencias coloniales y sus aliados sionistas y petro-monarquías regionales.
Más allá de los intereses nacionales, regionales y mundiales de los actores presentes en la región del Medio Oriente y el Norte de Africa, la base de esta confrontación generalizada se encuentra en la resistencia de los pueblos árabe-musulmanes a la pretensión histórica de las potencias occidentales de des-islamizar y des-arabizar las tradicionales sociedades árabes aferradas a sus milenarias religiones y tradiciones que ayer y hoy, les ha servido para derrotar, en más de dos milenios, las guerras que Roma, Inglaterra, Francia, España, Italia y los Estados Unidos, han lanzado para conquistar sus tierras y robar sus riquezas, y que ahora, no solo pretenden regresar con igual propósito sino también, quebrar la resistencia cultural del arabismo-musulmán para poder reimponer su dominio cultural sobre los pueblos de esa importante región y todo el planeta.
Muy a pesar de las nuevas aventuras imperialistas en el Norte de Africa y el Medio Oriente y de los cambios políticos que se puedan producir en medio de los procesos políticos que se están desarrollando dentro de la dinámica de esta estrategia hegemónica del imperialismo, los pueblos de la región parecen resistir con mayor fuerza, las pretensiones de las potencias capitalistas de despojarlo de su identidad árabe-musulmana, con el fin de occidentalizar sus costumbres y forzar la incorporación total de tales pueblos al mercado global y, con ellos, favorecer la expansión de sus mercancías, en un momento en el cual, la crisis del Capitalismo requiere con urgencia de millones de consumidores de bienes y servicios que, por los valores y costumbres de las tradicionales sociedades árabes, solo le es posible introducir en los espacios de las sociedades árabes-musulmanas occidentalizadas de Argelia, Marruecos, Egipto, Túnez y algunas monarquías del Golfo Pérsico.
El imperialismo no creó la “El Despertar Islámico”, (así lo definen los iraníes), pero se aprovechó de su desarrollo para orientarlo en favor de sus intereses en la región y el mundo; sin embargo, cada vez es más evidente, en las muestras electorales realizadas hasta el momento en Egipto, Marruecos, Túnez, Libia, Siria y Egipto, que los pueblos árabe-musulmanes tienen mayor conciencia acerca de cual es el fondo de la confrontación civilizatoria que hoy sacude los cimientos del milenario mundo árabe-musulmán y la importancia histórica de construir sociedades inclusivas y plurales pero defendiendo sus derecho a preservar su propia identidad arabe-musulmana (como cristiana es la occidental), soberanías, e independencia de los nuevos “cruzados” occidentales.