Mañana 25 de julio, conmemoramos la muerte de Jorge Rodríguez. Este es mi modesto homenaje.

El grito rebelde de Jorge Rodríguez

Los gritos desde la historia

La historia de las luchas sociales por un mundo mejor está llena de violencia, torturas, asesinatos, guerras, mártires y héroes. También de traiciones. Los guerreristas, los traidores, los asesinos, los torturadores, siempre serán condenados.

Los luchadores por la paz, los héroes, los mártires, los asesinados, los torturados por su lucha en defensa la vida y todas las formas de vida, serán recordados con amor, con respeto y como modelo de virtudes y sueños por la esperanza de un mundo mejor. Entre ellos está nuestro hermano, Jorge Rodríguez.

Desde tiempos muy antiguos hay testimonios de heroísmo, devoción y entrega incondicional. Uno de esos testimonios data del año 480 A.C. En Esparta, en la antigua Grecia, la ley prohibía que un guerrero se retirara del campo de batalla. En el desfiladero de Las Termópilas se libró una cruenta batalla entre los griegos y los persas. Se dice que un guerrero espartano escribió sobre la roca con su propia sangre: “Caminante ve a decir a Esparta que hemos muerto aquí como lo manda la ley.”

Se dice que otro guerrero espartano escribió:

“Moriré por no verme esclavo, arrastrando la cadena de la servidumbre por los desiertos de Media; moriré por vengar a Agesilao, mi amigo, al que vi caer ayer atravesado por una flecha egipcia”...

“Quizás entonces, cuando se haya olvidado el nombre de Esparta, e incluso el vasto imperio del Rey de Reyes haya sucumbido al olvido, alguien recordará nuestro sacrificio y verá que por nuestra muerte fuimos justos, valientes y leales... Entonces dirá: - los espartanos de la guardia del rey Leónidas murieron hace mucho, pero su recuerdo permanece inmortal -”. Hoy después de casi tres mil años, seguimos recordando la batalla de Las Termópilas. >
Más cercanas a nosotros están las palabras de los mártires de Chicago, los que un Primero de Mayo de 1886 construyeron con su lucha, su esfuerzo y el sacrificio de la propia vida un capítulo clave de la historia del movimiento obrero.

Cuando mediante un crimen judicial fueron condenados a la horca, valientemente se enfrentaron a la muerte. Engel, sostuvo: “¿Temblar porque me han vencido aquellos a quienes hubiera yo querido vencer? Este mundo no me parece justo; y yo he batallado, y batallo ahora con morir, para crear un mundo justo. ¿Qué me importa que mi muerte sea un asesinato judicial? ¿Cabe en un hombre que ha abrazado una causa tan gloriosa como la nuestra desear vivir cuando puede morir por ella?”. Spies, asumió su muerte con estas proféticas palabras: “Salud tiempo, en el que nuestro silencio será más poderoso que nuestras palabras que estrangula la muerte.” Parsons fue silenciado por la horca gritando: “Dejadme hablar, juez Matson. Dejad que se escuche la voz del pueblo…”

Más cercanas en el tiempo están las palabras de Julius Fucik, miembro del Comité Central del Partico Comunista de Checoeslovaquia durante la Segunda Guerra Mundial, quien en su Reportaje al Pie del Patíbulo dejó escritos estos mensajes: “Si yo fuere el último muerto, con la última bala en el último combate por la libertad, moriría feliz.” Y dejó el siguiente testamento: “He vivido por la alegría, por la alegría he ido al combate, por la alegría muero

¡Que la tristeza jamás sea unida a mi nombre”.

Permanentemente nos acompañan las palabras de José Félix Ribas en la batalla de La Victoria en 1814: “En este momento difícil que vive la patria no podemos optar entre vencer o morir. Necesario es vencer.”

No podemos reproducir las palabras de Guaicaipuro cuando decide prenderse fuego antes que ser hecho prisionero y humillado por los españoles. Tampoco las de El Negro Miguel, quien se alzó en las minas de Buria contra los conquistadores españoles. Los indígenas y los negros han sido sacados de la historia oficial, pero en la tradición popular forman parte de la Corte Africana y la Corte India. El Presidente Chávez supo reivindicar esos nombres, pero aún continúa el silencio.

El grito de Jorge

Jorge dejó un pensamiento coherente, que sobre la base de un trabajo que ya habían hecho militantes de la Liga Socialista, me tocó concluir y corregir. Finalmente el Ateneo de Caracas lo publicó, precisamente, con el título de “El Pensamiento de Jorge Rodríguez”. Ahí está ese pensamiento, vigente hoy en los tiempos de la Estrategia Imperial de Guerra Permanente y de una de sus derivaciones, la Estrategia Imperial de desestabilización Permanente contra el Gobierno Bolivariano y de las estrategias económicas desestabilizadoras.

Sólo voy a reproducir aquí algunos de sus inconmensurables gritos: "Que sepan que no le tememos a la muerte, que no daremos ni pediremos cuartel, que llevaremos la lucha por el socialismo hasta sus últimas consecuencias. Y si caemos en el combate, otros valerosos camaradas continuarán el camino. De eso estamos seguros"

¿Y piensas que no somos libres? Creen que sus grises alambradas, sus garitas, con ojos de miedo, sus guardianes, que no son libres, sus conciencias, que son abismos de oscuridad, sus mentes que son torbellinos de maldad, pueden detener el viento de la libertad, la inmensa felicidad que sentimos por luchar?.

"Levantamos la bandera roja. Somos color rojo, porque rojo es el color de la Revolución, bandera roja con coraje, con alegría y con disposición de pelea. No engañamos a nadie. Ni somos anaranjados, ni somos azules, ni somos color tierra.”

El grito de Jorge fue por todos los pueblos del mundo. Los pueblos de Cuba, Palestina, China, toda América Latina y el Caribe, África, Asia... Perdieron una poderosa y perseverante voz. Todos pudimos sentir y decir como Los Incas rindiéndole homenaje al cacique Atahualpa: “Sus dientes crujidores ya están mordiendo la bárbara tristeza / y se han vuelto de plomo sus ojos que eran como el sol / Ojos de inca.”

Mi solidaridad y mi amor por Jorge

Nos conmovimos con Pavel Korchaguin y Alexei Meresiev, héroes de la Unión Soviética. Nos exaltamos y nos emborrachamos de amor leyendo Los Versos del Capitán, de Pablo Neruda, sobre el amor en medio de la Guerra Civil española. Lloramos leyendo la Nana de la Cebolla de Miguel Hernández, cuando desde una pavorosa cárcel franquista donde esperaba la muerte, honra el amor de padre y de esposo.

En 1977, con motivo del primer aniversario de su muerte escribí: “Ser como Jorge Rodríguez es encarnar la voluntad, la dignidad, la lealtad, la camaradería, la nobleza, la tenacidad, la perseverancia, la vida; significa entregar la vida con desprendimiento y confianza en el futuro, por la causa de la revolución; significa saber ser superior al enemigo aun cuando se es prisionero, se está maniatado y amordazado y sólo son libres nuestro corazón y nuestra conciencia; significa saber ser valiente cuando sólo nos queda poder gritar de vez en cuando y quejándonos lentamente prepararnos para morir bajo el silencioso crujir de los huesos rotos, sabiendo que la revolución es invencible y que vale la pena morir por ella, sabiendo que la bandera que recibimos en ese secular relevo de generaciones revolucionarias que han venido luchando por la libertad, la entregamos limpia, roja bandera del comunismo internacional, e invencible bandera de los ejércitos proletarios.”

En 1979, en el tercer aniversario de su muerte, dije: “Jorge Rodríguez fue mucho más que mi camarada. Jorge fue mi hermano, hermano de la vida, hermano del alma, así con todo lo que de corazón, sueños y esperanzas significa la palabra hermano. Jorge Rodríguez fue el hermano que no he podido volver a tener. La esperanza que se ha quedado... La voz de aliento que necesitamos, el esfuerzo adicional que hace que las cosas corrientes se hagan extraordinarias...El esfuerzo, el sudor y la vida que nos faltan”

Más adelante, en 2010, con motivo de un día de febrero en el que Jorge nació, escribí con mucha nostalgia lo que sigue: “Ya no pudimos compartir esa vieja canción / que tanto nos gustaba / ni pudimos volver a leer los versos del poeta Palomares y otros tantos. / Paisano se quedó por ahí entre lágrimas de celebración. / Ya no se lo pudimos contar a Ramón y yo no he podido pedirle que te escriba un poema. / Mucho menos hablar de novias o escribir un artículo juntos. / Sigo regando las esperanzas e ilusiones que juntos sembramos. / Sigo formando parte del coro de los que gritamos ¡Presente! / Cuando desde donde te encuentres / pasas la revista de la mañana en la marcha por los siglos de los siglos / en pos de la libertad y la justicia. / Los años no nos han sacado, nos han sembrado en el camino.”

Un mundo mejor: el reino de la libertad, la justicia y la paz.

Seguimos en ese empeño hasta el último aliento. La unidad es clave. La crítica también. Hace tiempo escribí: un tiempo de pueblo nos aguarda. Ahora vengo diciendo un tiempo de pueblo ha llegado. No nos podemos echar para atrás. Ya el pueblo no puede esperar más. Ahora está haciendo. La multitud exige, demanda. En este proceso estamos. Presidente Maduro Ud. cuenta con nuestra solidaridad. Jorge Rodríguez sigue en la pelea y nosotros con él. Los clarines no han parado de sonar y nosotros de marchar. Cuente con nosotros.

La joven guardia va marcando el porvenir. Tenemos que construir un mundo donde nadie sea torturado, asesinado. Un mundo donde desaparezca la violencia y reine la paz. Tenemos esa deuda con las generaciones futuras. Un mundo donde ser cobarde no valga la pena y ser valiente no cueste tan caro, como canta Joaquín Sabina. La lucha sigue y Chávez vive
 



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Julio Escalona


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