La doctrina y la jurisprudencia en materia de Derechos Humanos, coinciden en afirmar que el concepto de Derechos Fundamentales se corresponde con la afirmación de la dignidad de la persona frente al Estado. El Poder Público debe ejercerse al servicio de los hombres y mujeres, pues debe privar el respeto y las garantías consagradas como obligatorias para los órganos del Poder Público Nacional, esto es, la vigencia, difusión y aplicación de los Derechos Humanos para satisfacer las necesidades de las personas en la consecución de una vida plena, al tiempo que deben proteger y guarecer la existencia del pueblo.
En consecuencia, el Estado garantizará a toda persona, conforme al principio de progresividad y sin discriminación alguna, el goce y ejercicio irrenunciable, indivisible e interdependiente de los Derechos Humanos. A lo que se agrega, el cumplimiento por parte del Estado de los Tratados, Pactos y Convenciones sobre Derechos Humanos ratificados por Venezuela, los cuales tienen jerarquía constitucional y prevalecen en el orden interno y son de aplicación directa por los Tribunales y demás órganos del Poder Público.
Por tanto, el Poder Público, el cual se distribuye entre el Poder Municipal, el Poder Estadal y el Poder Nacional, donde el Poder Público Nacional, a su vez se divide en Legislativo, Ejecutivo, Judicial, Ciudadano y Electoral, en lo que respecta a su ejercicio o el ejercicio de estos poderes, debemos subrayas que no pueden ser empleado lícitamente para ofender atributos inherentes a la persona, pues, por el contrario, deben ser vehículo para que la ciudadanía pueda vivir en este pueblo llamado Venezuela en paz y en condiciones cónsonas con la dignidad humana. De ahí que el Estado Venezolano esté obligado a satisfacer las necesidades fundamentales del pueblo venezolano. Sin mezquindades o exclusión alguna. Los funcionarios que este al margen de estos principios constitucionales deben poner su cargo a la orden para que contribuyan a la profiláctica de la administración pública. Esto, a groso modo, es la lógica de los derechos humanos.
Ciertamente, y, sin lugar a dudas, el esfuerzo emprendido por los hombres y las mujeres desde el alba de la historia de la humanidad, revela la asidua, permanente y constante lucha por alcanzar sus derechos. Esa larga marcha de los pueblos del mundo hacia su plena libertad continúa siendo un proceso. Las páginas de esta novela, cuyo protagonista es el género humano, todavía deja ver como hay un desconocimiento y menosprecio por los derechos humanos, lo cual convierte al hombre y a la mujer como pieza de un tejado expuesto a la intemperie y a todo tipo de vicisitudes. El día a día ofrece situaciones de crueldad, abusos y barbarie ante los ojos de los pueblos. Estamos faltos de humanidad.
El anhelo y la aspiración de los hombre y las mujeres es el advenimiento de formas de vida nuevas en el que liberados del miedo y de la miseria, se pueda disfrutar de libertades plenas.
Entonces, imaginar un hombre y una mujer virtuosos y respetuosos de sí mismo y de sus semejantes, esto no es algo abstracto, más bien por el contrario este debe ser el reto, en la formación del hombre y la mujer nuevo que deseamos para armonizar unos con otros para ofrecerle esencia y vida a la vida. Amarnos. Desinteresadamente. Que el hombre y la mujer sean el centro y no parte de ese centro, ni mucho menos parte de ese todo, por el contrario, que ese hombre y esa mujer sea el todo del universo. Sin rendírsele culto alguno al capitalismo o al mercantilismo, pues es entendible que la economía mundial está por encima de de toda forma de vida, donde el género humano sólo es visto como un instrumento para engrasar la maquinaria capitalista, lo cual los convierte (a los hombres y mujeres) inefablemente en objetos desechables, evangelizándolos en el prototipo de su propia destrucción.
El Libertador y Padre de la Patria, Simón Bolívar, quien ofrendó su vida y sus más ínclitos valores, por la noble causa de la libertad y la independencia de América, un hombre con una pasión y un amor hacia su pueblo, dijo en el año 1805 un juramento que cumplió a cabalidad contra el opresor de Nuestraamérica, un testimonio ejemplar de su lucha emprendida en defensa de los pueblos de América Latina, a saber:
“Juro por el Dios de mis padres; juro por ellos, juro por mi honor, juro por la Patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español”; más tarde sentenciaría: “Jesús, que fue la luz de la tierra, no quiso dignidades ni coronas en el mundo: él llamaba a los hombres hermanos, les enseño la igualdad, les predicó las virtudes civiles más republicanas y les mandó a ser libres, porque les amonestó que debían ser perfecto”.
Esto lo hizo un hombre que luchó simultáneamente con la pluma y con las armas, en una época en la que se era digno o indigno, pues los principios de estos hombres y mujeres combatientes no aceptaban términos medios.
También el poeta cubano José Martí, en materia de derechos humanos, sentenció que “el hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza y otra, dígase hombre y ya se dicen todos los derechos”. ¡¡¡Viviremos y Venceremos!!!