El verbo adusto e impertinente para la oposición y necesario y energético para la revolución del chamo Robert Serra fue acallado. Ahora vendrán los homenajes y las arengas cargadas con emociones eventuales de los copartidarios y solidaridades fingidas por parte de los adversarios. Es la política dicen. Y ¿después?
Robert Serra, como el Mayor del Ejército Raúl Bracho y como otras tantas valiosas jóvenes vidas patrias sufrieron una celada de la reseca muerte que empuñó su guadaña, acicateada por la violenta pugna social y política, que tratan de impulsar en nuestro suelo patrio, los malnacidos en ella. Pero es tan inútil llorar para que un ser apreciado resucite, como tan inútil es que estas vidas violentadas no tengan por lo menos sus familiares y el pueblo, la respuesta sin cortapisas de la justicia.
No puede ser que la gente joven o adulta, sean políticos o servidores públicos correctos o gente del pueblo en general que somos todos, que han fijado como derrotero la honestidad, que su compromiso sea la lucha laboral o social, mas allá de su jornada horaria y los que tengan la fuerza moral de desenmascarar al granuja, al bandido al traidor son los que estén expuestos al desamparo no solo físico o anímico, sino institucional. A lo largo de nuestra patria han existido muchos Robert Serra, que con el mismo entusiasmo de este malogrado camarada, tratan de acercarse a sus líderes políticos, a sus gobernantes, a sus mandos revolucionarios, porque creen en ellos, en la revolución o porque creen que todos somos Chávez. Pero al tener la mínima oportunidad de expresar su parecer, los esquivan, les dicen indisciplinados, equivocados o en el peor de los casos los silencian públicamente, con el remoquete de contrarrevolucionarios y esto hace que queden expuestos a la canalla de la derecha, quedándose en el camino, física y moralmente. La irreverencia de Robert Serra que está en mucha gente del pueblo, no puede tomarse como una actitud pendenciera, sino lo que es, un compromiso revolucionario, un alerta hacia las desviaciones dentro del proceso.
Hoy fue Robert Serra, ¡que puta madre arrechera! Pero, el estado, el Gobierno Bolivariano, deben y tienen la obligación de tomar la tragedia de este camarada que logró un espacio político y mediático en la conciencia venezolana, para desenmascarar y atrapar sin tanta bulla pero informando, a todos esos miserables que están evocando una salida a lo Pinochet de un Gobierno Popular, que como el nuestro con toda y las dificultades o yerros, ha sido portador de la justicia social. Sino, somos culpables de la pérdida de la revolución, por omisión, descuido, por desgano o lo más mísero, por entreguismo. ¡Duro a los enemigos de la patria! porque si sabemos donde están y que están haciendo ¿por que lo permitimos?
No podemos seguir en este perverso círculo de muerte e impunidad, de supuestos hechos y supuestos culpables, de largos procesos y que sea el olvidadizo tiempo y la desinformación, los que dicten sentencia. Sin mas ni mas y con un no joda de impotencia, queremos a los culpables, los que empuñaron las armas y a los que cobardemente sentenciaron la orden de acabar con una vida meritoria para que nos quedemos con ese trillado consuelo de “la siembra de un camarada”. No hay excusa.
Sin Chávez no hay Revolución, porque Chávez es la Revolución. Y todos somos Chávez, porque está Revolución es Chavista.