Muerte de policías: ¡gajes del oficio?

La muerte de policías en el cumplimiento de su deber se termina convirtiendo en hervideros de comentarios disímiles y fugaces, que pasan por los más increíbles e impresionantes hasta llegar aquellos que inevitablemente estremecen la fibra de nuestros corazones.

Pero con el asesinato de los dos efectivos de la Policía Regional a manos de cobravacunas en el centro comercial Galerías, surgió un comentario que es imposible dejar pasar tanto por lo descabellado como por lo insensible y destemplado: eso son gajes del oficio.

Siento que la desaparición física de una persona, independientemente de ser policía o no, es y será lamentable cualquiera sean las causas y circunstancias.

Quién no es padre, hermano, hijo o esposo. Siempre habrá quien nos quiera o uno tendrá a quien hacerle falta, en fin, ya existirá la persona que se digne a gastarnos una lágrima en esas irremediables circunstancias de la vida.

En todo caso, la desaparición física de un ser querido ocasiona un dolor tan grande del que sólo saben y deben hablar aquellos que han pasado por esta terrible experiencia, mucho más cuando se trata de policías jóvenes como Neomar Buitriago y Oscar Abdala, de 23 y 25 años respectivamente.

Cómo evitar ver allí a unos hijos, hermanos o amigos. Cómo evitar ver a dos muchachos con todo un porvenir por delante, sucumbiendo ante un flagelo que nos avasalla y que como una enfermedad no tratada a tiempo, ahora se expande como un mal incurable.

Sin embargo, el hecho de ser funcionarios, hace que este tipo de sucesos, adquiera diferentes particularidades y en consecuencia, matices más escandalosos y hasta dolorosos en la opinión pública.

Por supuesto, cuando asesinan a un gendarme, están matando a los hombres - que aunque no lo sean - la gente ve como protectores invencibles ante las adversidades de la delincuencia, de la vida misma. Muchos piensan que la fuerza pública, por el hecho de usar armas de fuego, son invulnerables.

Como no escatimar, por ejemplo, en las dimensiones adquiridas por el hampa en la ciudad, que ya disparan contra la ley como si lo hicieran contra gente común, desarmada e indefensa.

Y es que resulta difícil en esos momentos no pensar en si valdrá la pena exponerse a morir en un patrullaje por el sueldo actual de un efectivo, o sencillamente preguntarse por los derechos humanos, a la vida y a la protección de los gendarmes.

Pero en este aspecto cabe una reflexión, porque los derechos de los policías deben comenzar en el seno de las mismas instituciones que representan, sólo que allí es donde se origina el problema.

Porque en la medida que un policía corrupto deje libre a un hampón, ese mismo delincuente, obviamente continuará sus andanzas y seguirán cayendo personas inocentes y hombres honestos como el caso de estos dos efectivos abatidos.

De modo que, los policías delincuentes, a mi juicio, son tan responsables como los hampones de la calle, de la muerte de estos y cada uno de los funcionarios que con honor han caído en el campo de batalla, para devolverle este pedazo de tierra a la gente honesta y trabajadora, tal cual lo merece y nos hace falta.

Así que el asesinato de los funcionarios del orden público no son gajes del oficio. Pensar así, sería creer que los aspirantes a policías son capacitados para morir.

Por el contrario, pienso que son entrenados para resguardar sus vidas y la de los demás. Y si vamos más lejos todavía, podemos decir, que son adiestrados, para que cuando se produzcan las bajas, sean del lado de los delincuentes.

Los gajes del oficio son los hechos de corrupción dentro de los cuerpos de seguridad que, como dije, cobra la vida de gente inocente, así como la de esos efectivos, que con honor exhiben orgullosos en su pecho la chapa de policías.

Periodista / albemor60@hotmail.com


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Alberto Morán


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