Desde hace tiempo, cuando fracasó del actual modelo policial, se puso de manifiesto que los llamados operativos tal como los ejecutaban nuestros cuerpos de seguridad, sólo fueron un mecanismo infuncional de combate a la delincuencia.

Estas acciones no eran más que un despliegue policial que se traducía en alcabalas móviles por todas partes y en escandalosos patrullajes con el volumen de la sirena al máximo, para que la comunidad observara y escuchara la presencia uniformada y tuviera la sensación de seguridad.
Pero, en realidad ¿la aplicación de estas acciones son una medida efectiva de combate al hampa? Sin pretende entrar en profundidades, la sola lógica de la bulla y el despliegue policial me lleva a pensar que con tremendo escándalo y pantallería es imposible capturar al más estúpido de los bandidos.
Y es que lo he dicho y escrito en otras oportunidades, las alcabalas móviles, toda esa parafernalia policial nada más ha servido de estrategia cómplice, para los jefes de los cuerpos de seguridad que utilizan los operativos:
-. Cuando son nombrados y enviados a comandar una institución de seguridad bien sea policial o militar y necesitan hacer creer a sus superiores y a las comunidades que comenzaron un trabajo fuerte en contra de la delincuencia.

-.Cuando quieren aparecer de cuello y corbata en los diferentes medios de comunicación por vanidad, solo para que sus familiares, amigos y amigas los vean y digan : ahí está el hombre duro de la seguridad.
-.Cuando renuevan uniformes, armas, patrullas y quieren generar la sensación de que se fortalecen las labores de seguridad, para enfrentar al hampa, adoptando un nuevo perfil policial.
-.Cuando los medios de comunicación emprenden duras campañas en su contra dada la arremetida hamponil en las comunidades, y necesitan hacer ver que iniciaron una efectiva labor para controlar el hampa.
-.Cuando los jefes policiales, a falta de una política coherente de seguridad, se ven rebasados por la delincuencia y en lugar de sincerarse y decir la verdad, apelan a esas acciones para ocultar el fracaso y mantenerse en la jefatura.

-.Cuando ante la incompetencia de capturar a los bandoleros, utilizan el ruido de las patrullas y los uniformados, con la esperanza de que los hampones se ahuyenten o, sencillamente, se entreguen por su propia cuenta.
En todo caso, esta demostrado que esas alcabalas móviles, lejos de ser una acción antidelictiva, lo que hacen es ocasionar molestias a las personas honestas y trabajadores.
A las que vienen en el bus, en la buseta o el carrito por puesto del trabajo, que sin alternativa se someten a la fastidiosa cola que generan esos retenes en medio de la vía pública y se exponen a una vulgar requisa, por cuanto no tienen nada que esconder.
Ahora bien ¿ustedes creen que si un bandido divisa la cola de una alcabala se va a exponer a una revisión policial? Sí lo hace, creo que hay que dejarlo libre por gafo.
Por eso, aunque tardía, pienso que es acertada la medida adoptada por el ministro del interior y Justicia, Jesse Chacón, quien eliminó la organización de alcabalas salvo en lo casos en que se amerite, como en las investigaciones sobre hechos relevantes en los que se maneja información precisa, por ejemplo, acerca de un cargamento de droga, un contrabando, unos delincuentes, que se tiene conocimiento pasarán por un lugar específico.
Y por supuesto, con suficientes efectivos, que permitan encarar una situación de fuerza en un momento determinado. No como se veía recientemente, cuando un par de funcionarios montan una alcabala y uno se encarga de la revisión y el otro observa debajo de una matica el trabajo del compañero o bien con una revista de caballo en la mano o ingiriendo un refresco.

Con la corrupción en los cuerpos policiales, dos o tres uniformados en una alcabala sólo evidencian la popular matraca o que -pensando de manera ingenua-, hay funcionarios convencidos de que existen esos hampones tontos, que aún viendo una alcabala móvil, son capaces de intentar traspasarla y exponerse a la captura.