La Justicia venezolana siempre ha sido una porquería

En medio de una difícil situación económica en Venezuela, como si fuera poco tener que soportar la escasez de algunos productos básicos, las larguísimas filas para adquirir éstos y el altísimo costo de la vida, también padecemos los embates de la delincuencia a todo nivel, y la impunidad prevalece, al menos para el ciudadano común, sin poder o vínculos con las élites. Un sistema judicial parcializado, excluyente, ineficiente, podrido, tal cual es el capitalismo al que sostiene y protege mediante el llamado Estado de Derecho. Una Justicia que indica claramente que el país suramericano no se dirige al socialismo del siglo XXI, concepción de vida prometida de forma permanente por las autoridades nacionales a partir de 1999.

Ahora bien, es justo reconocer que la porquería de Justicia que rige en Venezuela, no nació con la “Revolución Bolivariana”, sino que ha formado parte de la Historia republicana de la nación caribeña. Una Justicia alejada de las necesidades de las masas, forjada mediante formalismos y formulismos que sustentaron al Estado burgués; para nada ciega, siempre inclinada hacia el lado de los poderes político, económico, eclesiástico y militar. Y ya que se hizo mención de estos poderes, cae aquí como anillo al dedo la conocida novela “Cuatro crímenes, Cuatro poderes” (1979), del fallecido abogado Fermín Mármol León, exdirector de la PTJ y de la DISIP, y exministro de Interior y Justicia. Un muy interesante libro basado en casos reales, específicamente en investigaciones llevadas a cabo por el mismo Mármol León entre las décadas de 1960 y 1970, quien tras grandes esfuerzos para esclarecer los casos que se le habían asignado, finalmente vio como todo se desmoronó gracias a la influencia y a la presión de las élites, y a una Justicia corrompida hasta los tuétanos.

A continuación se citan en parte el prólogo, la introducción y el cuarto capítulo de la novela en cuestión (sobre el poder económico y su influencia para defender a los secuestradores y asesinos de un niño). Suficiente para entender cómo era la Justicia venezolana en el periodo puntofijista (recuérdese la famosa tribu de David), y que cualquier parecido con la actualidad no es simple coincidencia.

“Yo, repito, Reportero Policial encargado por la Dirección del Diario para el cual entonces trabajaba (…), estoy en capacidad de afirmar, como lo hago, que “CUATRO CRIMENES, CUATRO PODERES” contiene, además de los sucesos en sí, la incidencia e influencia de los sectores que, para ese momento preciso, afectaron al esclarecimiento de los hechos ante la opinión pública.

Esos sectores o poderes (…), fueron: EL PODER LEGISLATIVO, EL PODER ECLESIASTICO, EL PODER MILITAR y, finalmente, tal vez el más decisivo de todos, el PODER ECONOMICO. El lector, al vivir en las páginas siguientes los acontecimientos narrados de mano maestra por el escritor-investigador Mármol León, estará de acuerdo conmigo un una cuestión fundamental: la Justicia en Venezuela, hasta nuestros días, y quién sabe hasta cuándo, seguirá siendo mera letra muerta y no instrumento de corrección, pedagogía y formadora de conciencia cívica y moral en la ciudadanía y en el resto de los poderes públicos” (Prólogo).

“(…) el objeto del poder es demostrar su poderío; personalmente constaté, que el instrumento es la Ley y el orden, y la esencia aparente, es la justicia; pero no es menos cierto, que existes intereses más importantes, en donde entran en juego un sinnúmero de influencias y poderes, que hacen de esa justicia, un elemento más de corrupción.

Es imposible plasmar en estas páginas, las vicisitudes vividas en el desarrollo de tan compleja profesión; horas, días, semanas o quizás meses de intensa investigación, buscando el camino de la verdad, acumulando suficientes elementos probatorios para concluir con la difícil tarea asignada por el Estado; hermosa labor la de hacer cumplir la Ley; pero al final, el esfuerzo ha sido en vano, infructuoso; con excepción de aquellos casos, en donde el presunto responsable es “el hijo de María”, pero no “el hijo de papá”; tal vez sea hijo de Juana, pero nunca “hombre del partido”; quizás hijo de Petra, de Ramona o posiblemente de Lucia, pero jamás, representante “del señor o del cuartel” (Introducción).

“(…) cuando posiblemente teníamos en las manos el esclarecimiento del caso, éramos aplastados por la maquinaria económica, se imponía el criterio del Poder Económico. Siempre comenté que el proceso de Extradición y Enjuiciamiento del Dictador Marcos Pérez Jiménez, había costado mucho dinero, pero este hecho, el secuestro y asesinato del niño Tomy Valderrama, había costado mucho, la vida de un niño inocente, sacrificada por un grupo de piltrafas humanas y el dineral invertido por el Poder Económico al contratar a costosos profesionales del Derecho para que defendieran a sus hijos, a sus familiares, incursos en este horrendo crimen” (Cuarto capítulo, sobre el secuestro y asesinato de un niño).


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Rubén Alexis Hernández

Licenciado en Historia, Magíster en Historia de Venezuela. Antiimperialista, izquierdista y ateo

 ruhergeohist@yahoo.com

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