En la Venezuela, de la segunda mitad del siglo XX, en el marco de la llamada democracia burguesa representativa, el reclamo por parte de los campesinos sobre sus derechos humanos y sociales, y concretamente sobre los derechos de propiedad y tenencia de la tierra, tuvieron la precisa respuesta de la violencia sistemática, tanto del Estado, y su gobierno de turno, como de las clases dominantes y sus lacayos. El poder desbordado, sencillamente, asesinaba campesinos, indígenas, familias y comunidades bucólicas enteras. Los latifundistas, las fuerzas policiales y militares; los políticos y jueces organizaron la mejor orquesta de la complicidad. Existe una escandalosa deuda en materia de justicia para con estos compatriotas. Nada se ha hecho. La impunidad es histórica. La memoria se hace presente.
Hoy recordamos a Carmona, diciendo en la televisión, a propósito del paro golpista patronal, con su cara de yo no fui: rectifique, Presidente, rectifique. Una de las 49 leyes, por quien, Fedecamaras, la CTV, la jerarquía católica, los dueños de los medios industriales masivos y militares golpistas, entre otros, conspiraron, para sacar a Chávez del poder, sería la Ley de Tierras. Desde entonces 150 campesinos han sido asesinados. La impunidad sigue su ruta histórica. La memoria presente vuelve a estremecerse. Pero ahora le toco al diputado.
“Intentaron asesinar al diputado y líder agrario Braulio Álvarez” (Vea, 2006. Julio, domingo 3). “Le cayeron a plomo al diputado Braulio Álvarez (Últimas Noticias, 2006. Julio, domingo 3). Así apareció la noticia en algunos diarios.
Ahora sí, el alto gobierno está impactado. No bastaron los 150 campesinos asesinados para conmoverse. El atentado al diputado es la gota que colmo el vaso de agua. Los 150 campesinos muertos apenas eran algunas góticas de agua. Gotas de lluvia caen sobre mi cabeza, sería la pieza que escucharía por allá por los años 70.
El atentado contra el parlamentario tiene un carácter emblemático. Nos preguntamos cuál atentado ¿el primero o el segundo? ¿No resultaba emblemático que nuestro representante participara en sendas Comisiones Especiales para Investigar Asesinatos, Desapariciones y Torturas de Venezolanos en las décadas de los años 60,70 y 80, caso Yumare, por ejemplo, y para Investigar las Muertes y Atropellos de Campesinos, Indígenas y Pescadores?
De las catorce balas, apenas, una pudo alcanzar su maxilar inferior derecho. La reportera de un canal de los medios de televisión golpista dijo, de manera insidiosa, que el diputado, pese a su tiro en el maxilar, podía tomar agua. Igual expresión escuchamos, a propósito de los compatriotas caídos en Puente Llaguno: parece ser que el calor los hace desmayarse. Mientras la sangre podía verse como implacablemente marcaba al asfalto. La impunidad atenta contra nuestra oportunidad histórica. Ahora el problema es de Estado.
Nos preguntamos ¿latifundistas, militares cómplices, jueces comprados, policías ejecutores, políticos vendidos y demás especímenes de la más variada estirpe forman parte “de las mafias latifundistas que, a raíz de la promulgación de la Ley de Tierras, emprendieron una persecución contra líderes campesinos que reclamaban sus derechos”? Estas últimas palabras, entre comillas, saldrían de la boca de un Ministro. La lucha de clases alcanzó al poder deliberante. La Iglesia guarda silencio. Amaos los unos a los otros. El disparo salió de una minoría poderosa y una bala loca se enamoró del maxilar del dirigente campesino.
La oposición habla de presos políticos. El Vicepresidente catálogo el atentado contra el parlamentario como un hecho eminentemente político. ¿El asesinado de 150 campesinos no es también político? Los medios industriales masivos ni la jerarquía católica jamás han dicho nada sobre estos 150 campesinos asesinados. Tampoco la llamada sociedad civil. ¿Será que “han guardado un silencio bastante parecido a la estupidez”? Bueno, y en todo caso, será una estupidez cómplice. La historia todavía la expresa la canción de Alí Rafael Primera: Campesino que vive en tu rancho de bahareque…Vamos gente de mi tierra…