Rambo en la policía

Desde hace mucho tiempo, he escuchado cosas importantísimas acerca de la formación del nuevo policía, sobre todo cuando se tienen proyectos de creación o reestructuración de algún cuerpo de seguridad en un municipio o estado.

Estos proyectos se ejecutan basados en el bienestar que brinda la seguridad en las comunidades. Surgen ideas como la organización de una alianza cívico - policial, sustentada en la participación de la gente en el combate a la delincuencia.

Por supuesto, nadie más que los propios vecinos para conocer a los hampones que causan perjuicio en el sector, barrio o urbanización, donde residen.

Se habla de la necesidad de mejorar el nivel académico de los aspirantes, buscando la formación del oficial ideal. De hecho, cuando se llaman a participar exigen que el joven o la joven sean como mínimo bachiller. Establecen incentivos dentro de los cuerpos de seguridad, para despertar la motivación de los profesionales desempleados con vocación policial. Así, por ejemplo, el técnico superior gana más que el bachiller y el profesional universitario está por encima del técnico superior.

Hacen hincapié en la formación humanística, de lograr que para el nuevo gendarme sea tan importante detener el tránsito en una avenida peligrosa y ayuda a pasar a una familia en aprietos, como caerse a plomo limpio con un delincuente.

Los primeros días de labor, cuando salen a la calle, más que policías, verdaderamente se comportan como amigos de la comunidad. La prensa en su momento ha destacado fotos de oficiales pasando una viejecita o un niño la calle en medio de grandes expectativas. Ahora, no me pregunten por qué, pero esta luna de miel dura menos que la de los artistas de Holywood.

Al poco tiempo, ese mismo gendarme es un efectivo huraño, rebelde. Ve de reojo al vecino, pasa cerca de la misma ancianita y el mismo pequeño y voltea la mirada para no ayudarlo.



Recuerdo que en una oportunidad observé a un policía enrojecer de indignación, cuando el jefe le ordenó que le prestara la colaboración a una señora embarazada. Me impresionó ver como se sintió menospreciado, humillado, casi como un policía de segunda.

No tenía conciencia de que la seguridad de la ciudadanía comienza por esos pequeños detalles, que terminan siendo grandiosos para esa gente que se siente atendida y en consecuencia representada en ese servidor que le tiende la mano.

Olvidan con suma facilidad que por ahí comienza a consolidarse ese binomio policía - comunidad, pilar fundamental sobre el cual se debe sostener ese enorme andamiaje que representa la seguridad, pero que nunca termina de concretarse y en consecuencia tenemos ese funcionario que vuelca sus armas contra su propio pueblo.

Es imperioso analizar como los nuevos policías se van “deslastrando” de esas funciones que los hacen ver como los amigos de carne y hueso, para convertirse en la réplica de esos héroes virtuales que vemos en las películas de ficción.

Obviamente, eso se ha convertido en un grave problema. Ya la comunidad no sabe siquiera si el policía los mira, por cuanto a la gorra ajustada, al bastón, el correaje, la tremenda pistola y otros implementos, se cala unos lentes oscuros, que adicionados a la actitud robótica que asumen, los hacen funcionarios prepotentes, peligrosos, dignos de desconfianza, en fin, hombres de temer.

Apariencia que es un preámbulo a la amenaza, a la fuerza física. Una actitud que advierte de buenas a primera que están dispuestos a todo, con el agravante de que ese mensaje sólo lo capta la comunidad indefensa, porque al delincuente no le pica ni coquito.

De modo que actualmente, uno, entre los tantos aspectos a considerar en la reestructuración policial, debe comenzar por sacar a Rambo de la cabeza de esos oficiales, erradicar ese aspecto de imagen televisiva, que se da en esos funcionarios que uniformados, se despojan de toda sensibilidad humana.

Por eso, insisto en que el problema radica en la formación. Pienso, pues, que se deben determinar los errores y fallas en la actual educación del gendarme, para apuntar hacia esa excelencia policial que se requiere y buscar la forma de que los policías internalicen las enseñanzas que se les imparte, con la misma facilidad que captan y digieren una película de Rambo, Rocky o Terminator.

*Periodista / albemor60@hotmail.com



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Alberto Morán*


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