El racismo como ADN de la humanidad

Cada vez que sale a la luz un video de violencia policial estadounidense contra los afro descendientes, la noticia se propaga como pólvora y le da la vuelta al mundo. Entonces comienzan las etiquetas en las redes sociales con repudio y doble moral. Pero vivo en Estados Unidos y he visto cómo asiáticos discriminan a negros y latinos por igual, o cómo latinos discriminan a asiáticos y negros. O cómo negros discriminan a asiáticos y latinos. Es tan racista un negro, un latino, un asiático, un europeo que un anglosajón, ¿por qué? Porque el racismo es patriarcal como la violencia de género, como la homofobia, como la discriminación.

Nadie nace racista ni homofóbico ni misógino; son patrones con los que somos criados y están en el hogar, la escuela, la sociedad, en nuestro entorno y si salimos a otros países del mundo lo vamos a encontrar porque no es territorial; nos consume, nos succiona y nos escupe inhumanos sin fronteras.

Es el mismo racismo el de un anglo contra un negro que el de un capitalino contra un rural en el país más inhóspito del mundo, y el de un mestizo contra un indígena. O lo vemos en Latinoamérica que critican a Estados Unidos pero argentinos discriminando a bolivianos; o chilenos discriminando a colombianos, haitianos y dominicanos. Dominicanos discriminando a haitianos. Costarricenses discriminando a nicaragüenses; guatemaltecos discriminando a salvadoreños y hondureños; mexicanos discriminando a centroamericanos.

Y vemos otro tipo de discriminación interna, la forma en que tratamos a los afro latinoamericanos o los Pueblos Originarios.

La discriminación como ente patriarcal es sistemática y nos jode a todos como la violencia de género porque a unos nos convierte en víctimas y a otros en victimarios. A todos nos hace daño, a unos más que a otros. Y nosotros en Latinoamérica estamos más jodidos todavía porque tenemos nuestra buena dosis de clasismo incorporado como ADN post invasión española. ¡Quién nos baja de la nube!

No hay que ir tan lejos para ver ejemplos de discriminación por color, credo, peso, etnia, ideología, identidad. Ahí nomás está, en nuestras casas, en la cuadra, en la colonia, en nuestro pueblo, en nuestro departamento, en nuestro país, en nuestro continente.

Estamos como aquellos que lanzan pestes contra los corruptos en los gobiernos pero que se benefician también de la corrupción en menor medida y lo justifican. Tiramos la piedra y escondemos la mano.

Quienes violan un día fueron niños, niños que crecieron con patrones patriarcales, machistas y misóginos; esos niños no crecieron en otro planeta, fue en el nuestro, con nosotros como guía. Igual con los genocidas y los corruptos y los racistas; son parte de nuestra sociedad, crecieron entre nosotros, son el resultado del patriarcado sistemático que todos solapamos: unos más enterados que otros y otros en total ignorancia. Un patriarcado que echó raíces tan profundas porque tiene la historia de la humanidad, que no se arrancará de tajo pero que tenemos que ir derribándolo poco a poco.

El racismo no es territorial ni es capitalista, porque a todos nos consta que conocemos comunistas, socialistas y anarquistas que lo son. Y muchos machos de izquierda que recitan rosarios de Marx pero que violentan mujeres y discriminan a homosexuales. No estoy contando mentiras, todos los conocemos, los hemos visto, hemos habitado con ellos, en muchos casos somos nosotros mismos.

Y vemos homosexuales que exigen el derecho al Matrimonio Igualitario pero señalan y desaprueban el derecho al aborto, o vemos que discriminan y ofenden y hasta agreden a afro descendientes por su color o a otros por su peso o forma física.

Y vemos a tantos luchando en las calles por derechos humanos y tienen en sus casas empleadas domésticas a quienes no les pagan ni el salario mínimo y las explotan hasta reventarlas. La doble moral no es territorial, es gen de nuestra humanidad.

Cada vez que queramos ver hacia fuera y señalar, tenemos primero la obligación de ver hacia dentro y estudiar y detectar en qué estamos fallando como seres humanos en nuestro hogares y en nuestro entorno, para empezar ahí a hacer los cambios. Estados Unidos no es una isla en medio de la nada, en Estados Unidos viven millones de personas de todo el mundo y les aseguro que no fue el país quien los hizo racistas, ni homóficos, ni machistas. Ya llegaron así, porque repito el racismo es el ADN de la humanidad.

De dicha que no hemos llegado a otros planetas a contaminarlos con nuestro gen, porque de ser así acabaríamos con el universo. Con esto no estoy justificando el racismo que se vive en Estados Unidos por parte de la sociedad ni estoy defendiendo el abuso policial contra los negros, hay que denunciarlo siempre, en cualquier lugar del mundo.

El cambio está en nosotros mismos, si cambiamos nosotros cambiaremos el sistema porque el sistema lo hacemos todos.



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Ilka Oliva Corado

Escritora y poetisa guatemalteca. Se graduó de maestra de Educación Física para luego dedicarse al arbitraje profesional de fútbol. Hizo estudios de Psicología en la Universidad de San Carlos de Guatemala, carrera interrumpida por su decisión de emigrar a Estados Unidos en 2003, travesía que realizó como indocumentada cruzando el desierto de Sonora-Arizona.
Es autora de doce libros: Historia de una indocumentada. Travesía en el desierto de Sonora-Arizona; Post Frontera; Poemario de luz de faro; En la melodía de un fonema; Niña de arrabal; Destierro; Nostalgia; Agosto; Ocre y desarraigo; Relatos; Crónicas de una inquilina y Transgredidas, publicados en Ilka Editorial.
Una nube pasajera que bajó a su ladera la bautizó como “inmigrante indocumentada con maestría en discriminación y racismo”.
Sitio web: https://cronicasdeunainquilina.com/

 cronicasdeunainquilina@gmail.com      @ilkaolivacorado

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