Sabotaje diciembre 2002: crimen sin castigo

A seis años de esa acción aterradora de un grupo de venezolanos y extranjeros apoyados por ellos en contra de todo un pueblo de más de 24 millones de habitantes, indefensos, estupefactos, anonadados, amedrentados, violentados y vituperados en lo más intimo del alma y en lo más visible del cuerpo y muchos dieron el ultimo respiro y dejaron su vida y sus sueños en manos de unos pervertidos con mucho poder y muy poco corazón. Con cero de razón y si mucho miedo a perder el privilegio que se deslizaba de sus manos.

Un número incierto de personas perdieron sus vidas por falta de asistencia médica, otros por accidentes fatales provocados por la ira fascista de hombres y mujeres cegados por el odio y la sinrazón. Otros por acciones terroristas que provocaron accidentes vehiculares que se llevaron consigo la vida de inocentes. Algunos de esos no murieron pero quedaron en condiciones que hoy le impiden llevar una vida normal.

Se paralizo parte del comercio durante más de 60 días, la industria petrolera colapsada y con perdidas por el orden de los 14 mil millones de dólares. Impidieron el transporte y circulación de medicinas, alimentos y combustibles. Las ciudades se convirtieron en espacios llenos de vehículos, unos tras otros, en los alrededores de las estaciones de gasolina esperando largas horas para surtir los tanques con 20 litros de gasolina. El gas domestico se ausento y paralizo las cocinas venezolanas, las humildes esencialmente y volvió a la población a la práctica de hace unos treinta años de cocinar con leña y un bulto de esta costaba un ojo de la cara.

La industria mediática obligo a la gente a ver lo que siempre han querido, comiquitas y a la dirigencia golpista aupando a aquellos que se convirtieron en cómplices silenciosos de tan criminal acción pero, indirectamente les dio fuerza a la mayoría de la población a aguantar estoicamente el zarpazo rasgante del poder en peligro de perder espacios importantes y estratégicos para su lacerante dominio de siglos en el pueblo de Bolívar.

La justicia se vio en todo su espectro involutivo, no se movió, ni sintió, ni miro, ni olio e hizo gala especial de la ceguera para no expresarse ante el brutal genocidio a un pueblo valiente. Ni siquiera se pronuncio ante el abusivo y desmedido uso del poder por parte de miembros de la iglesia, de la banca, del gran comercio, de letrados y de la propia confederación de trabajadores, el vulgo, cuyos jefes agitaban sus manos y roncas voces pidiendo la entrega del poder del gobierno a quien se le había entregado con manifestaciones a través de las urnas.

El pueblo, la mayoría, aguanto y tomo fuerzas para hacer lo que hasta ahora, ocho años después, ha hecho, vivir la revolución de la salud, de la educación, de la alimentación, del socialismo, del poder comunal, de la dignidad, del reconocimiento internacional, no de gobiernos sino de pueblos, de la tecnología, de la solidaridad, del recurso para crecer como pueblo y en colectivo. En síntesis, de democracia plena, de libertad, de respeto al derecho humano, a la libertad de expresión y pluralismo.

Pero, ese pueblo todavía espera el castigo para el crimen. Si, para los Carmona, los Ortega, los Fernández, los Ugalde, los Ravell, los Zuluaga, los Cisneros, los Petkkof, los Mata y los Otero, los Mezeranne, los Allup, los Capriles, los Mendoza, los Rosales, los Pérez Vivas, los Ledezma, los Croes, los Ugalde, los Súmate, los petroleros y también, todos los que de alguna forman hicieron fuerza en esa multisápida legión de apátridas conformada por una clase alta rancia, una media ciega y sorda y otra parte de gente humilde que tienen guías que le conducen a no ver ni sentir lo que la revolución nos ha puesto en las manos para su uso, goce y disfrute porque son bienes del estado y así son colectivos, para todos, sin distingos de ninguna especie.

Crimen sin castigo se convierte en impunidad puesta a andar por la victima que se queda en silencio, por el gobierno que no se hace parte en contra de la acción delictiva y la justicia, policías, fiscales y jueces que no cumplen la función sino la orden que puedan recibir y que siempre va amparada en el elemento corruptor bien conocido como es el dinero y bienes suntuarios que luego les hace crecer el ego pero desaparecer la dignidad y el honor.


ajvmederico@hotmail.com


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Antonio Valdéz Mederico


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