Una noche José María estaba reunido con sus compañeritos adecos en un lugar de Caracas, el cual no voy a nombrar porque sé que le hará daño a su hija revolucionaria. José María era adeco. Un adeco de esos que decía que AD era lo máximo. Había estado preso en Guasina. Tenía un cargo invisible en la Administración de Rómulo y por eso le pagaban aunque nunca iba al lugar de trabajo asignado, que era la caja chica de AD el INCE.
En los gobierno de AD el INCE y el INH eran los bancos comunales adonde iban a cobrar los compañeritos que ya no estaban en condiciones de “trabajar” o que se habían ganado un “premio” como desestabilizadores en el gobierno de Pérez Jiménez, o eran sapos del bloque, de los ministerios o de las jefaturas. Cuando uno lee a la señora SERRA presidente de AD uno siente ganas de llorar o de reír; es evidente que esta dama o no recuerda las correrías de esta agrupación macabra o se hace la paisa vegetal, escribiendo que AD era un oasis de democracia y que allí todo era pepiao. Incluyendo que la libertada de expresión era maravillosa corazón, maravillosa…que lo diga Bobolongo Otero que aun siendo joven para la época debe recordar cuando aquel plumífero adeco se instaló en la sala de redacción del otrora ejemplar diario El Nacional a decir que” iba y que no iba”,enviado por el gocho “tragapolvo” Carlos Andrés Pérez
José María tenía fotos de Rómulo en la sala de su casa, adoraba a Rómulo y a Gonzalo Barrios, aunque de vez en cuando decía que “a ese Gonzalo como que se le enchumba el carburador”. Jugaba dominó con sus amigos y se hartaban de cerveza. De vez en cuando se la daban de poetas malos cuando alguien por ejemplo decía, “¡me acuesto”, entonces otro respondía: ¡le arrecuesto!”. Cuando terminó la partida Miguelón y José María se fueron a una taguarita cercana a seguir saciando sus ansias cerveceras.
Miquelón se la daba de intelectual (¿sería familia de Manuel Rosales?)cuando el veneno líquido llamado “fríapolar” se le subía al cerebro y le tostaba las células. Decía a José María que él sabía más que sancocho cruzao. José María lo escuchaba en silencio, hasta que Miquelón expresó que a Galileo la inquisición de Pió Tamayo lo había censurado porque había dicho que “la hipotenusa del viento era igual al cuadrado del rectángulo” José María que había estudiado hasta sexto grado en la Juan Landaeta se arrechó y se largó. ¡Que bruto! Monologaba mientras la noche, rumbo a su casa, lo envolvía.
Los otros adecos ya no estaban en la casa del partido cuando José María pasó de nuevo por ahí, ¿adónde se habrán ido? pensó y siguió el camino. Metros más adelante escuchó unos disparos. E igualmente unas voces juveniles que gritaban: ¡Fuera Rómulo, fuera Rómulo el vende patria! La luz del estacionamiento del bloque le permitió a José María ver con claridad. Entonces se dio cuenta quienes disparaban contra el bloque y las voces invisibles: ¡eran sus compañeritos.adecos! Gritó: “¡Coño vale eso no se hace!”, pero uno de los que disparaban se dio vuelta. José María lo reconoció, era Melluzo. Volvió a decir: “Oye compañerito, no le dispares a esos muchachos que lo que están es gritando sin hacer daño”, pero Melluzo, accionó su arma. José María recibió dos disparos, uno en el corazón y otro en la cabeza.
Cuando los otros ADECOS se dieron cuanta, José María sangraba sobre el césped de la oscuridad. Se fueron corriendo y el tiempo se tragó a José María.
aenpelota@gomail.com