Superar tantas angustias para disponer en la mesa de la energía, proteína, vitaminas y minerales necesarias para una vida saludable es una política China que bien se recoge en el reciente libro que me hizo llegar la amiga Olga Domené. Todo se resuelve en un gráfico sencillo donde la tierra, el trabajo y el hogar forman una tríada que promueve la agricultura campesina que está representada por unas 200 millones de familias, y de alguna manera, las agriculturas más próximas a la capital Beijing (y otras grandes ciudades) , arriman sus productos a un mercado amplísimo ubicado al sur de la gran metrópoli, en un espacio de varias decenas de hectáreas y que se activa intensamente desde la medianoche hasta el amanecer; y la concurrencia busca los productos frescos de alta calidad, logrados con buenas prácticas agrícolas y apetecidos por el exigente paladar de los citadinos y turistas. China´s peasant agriculture and rural society. Changing paradigms of farming, el libro editado en el año 2016, evidencia que China ha podido superar los efectos de los atractivos que generan las ciudades para la migración y han desarrollado una agricultura poderosa que es percibida por los numerosos autores de los artículos en el libro como exitosa por sus efectos en la inclusión social, la superación de la pobreza rural que llegó a ser de 64 % y hoy es apenas 9 %. El acertijo que mueve toda la agricultura campesina de China es contribuir a alimentar a los casi 1500 millones de seres que habitan ese amplio país y que cada día demanda más y mejores condiciones de vida digna. La obra se pasea por el tema del problema de la tierra, los roles de la mujer y la juventud, y las expectativas. La agricultura campesina China es vista con enfoque inter-generacional, de abuelos, padres, el agricultor, sus hijos, los hijos de sus hijos en una dimensión de unos 150 años. Habrá que leerlo, releerlo, pensarlo y repensarlo, hacerle la digestión, para ver cuales lecciones pueden servirnos para nuestra agricultura (¿calamitosa?)
Pero lo que se ve a buenas y primeras es que ese gigante fue capaz de redimir a 200 millones de familias del territorio rural y nosotros, con menos de 350 mil familias, todavía estamos trabajando para llevarles comida de importación a nuestros campesinos. En la tríada venezolana los campesinos disponen de menos del 20 % del total de la tierra agrícola, y mucha de esta tierra está ubicada en ecosistemas marginales con limitaciones agrológicas de uso. El trabajo pesado del campo venezolano sigue siendo llevado sin políticas que lo valoricen como proceso social trascendente para la soberanía alimentaria. Y la visión del hogar-familia campesina, no tiene proyecto que permita reconocer cuales son los logros en esa búsqueda de la mayor suma de felicidad posible, expresada en muchos discursos por Chávez. La burocracia debe viajar y constatar en el terreno los modelos exitosos, en eso no se debe escatimar, pero no deben ver lo extraordinario, sino lo que en la vida de los pueblos se hace común y con éxito en la agricultura campesina.
En América Latina también se tienen experiencias exitosas, pero aquí mismo, en Venezuela también existen. Lo que no tenemos es la capacidad de amplificar las tendencias deseables. La agricultura campesina es un tema para revalorizar socialmente el esfuerzo productivo. La agricultura campesina desde la perspectiva de las comunas es otro espacio tan virginal, que duele cuando el Estado agrede a organizaciones emergentes que procuran otras formas de producción y uso de la tierra. A lo interno la geopolítica requiere de grandes definiciones en el uso del territorio y participación de los diferentes actores sociales, cierto es, pero que no se subvalore el planeo de una agricultura campesina capaz de motorizar la revolución en la agricultura. Basta ya del lamento y mea culpa sobre la gran inversión que se hacer para favorecer los importadores y la agricultura con enfoque industrialista. Defiendo que el reloj de los tiempos ya está próximo a dar las campanadas del llamado de atención por lo que hemos dejado y lo que hemos abandonado en la agricultura.
A propósito del libro, palabras más o palabras menos, un campesino Chino en términos generales dice lo que diría también un campesino venezolano: Me debo a la tierra, vivo en ella, la trabajo, la familia está conmigo, somos felices, todo lo que hago es con la fuerza del trabajo que está a mi alcance.
Despertemos de los malos ejemplos volumétricos del gran capital. Los campesinos aguardan y la historia nos muestra que han sido los grandes protagonistas de las revoluciones en el mundo.