Cuando la Inflación se torna peligrosa. Valor y Tasa de ganancia

En esencia, todo inversionista capitalista busca ganancia, es decir, incrementar su capital dinero, razón por la cual resulta obvio que sólo le interese su tasa de ganancia, independientemente de que su  precio de venta se ajuste o no al valor trabajo invertido en la producción de sus mercancías. Marx manejó el valor en la producción, y los precios de producción o la tasa de ganancia en el mercado.

Por ejemplo, a un banco privado le tiene sin cuidado si el dinero o las monedas y billetes que maneja tengan o no respaldo metálico, sean fiduciarios o respaldados en oro, plata, etc.; su función es facilitar poder de compra o dinero en sí mismo para que fabricantes, comerciantes o consumidores puedan comprar los bienes que necesite en la moneda de curso legal. La función económica del Estado es facilitar el circulante que necesite el volumen de transacciones fabriles, financieras y comerciales.

Al fabricante y contratista de asalariados le importa un pito si sus trabajadores generan plusvalía, sobretrabajo o como se llame el resultado  de la mano de obra aplicada adecuadamente a los medios de producción. Lo importante para él es que ese asalariado no manguaree porque le paga por jornada trabajada íntegramente; le interesa evitar desperdicios y que su mercancía  tenga demanda.

Menos debería interesarle al trabajador asalariado saber si crea plusvalía: le interesa que su salario le permita vivir dignamente, que el patrono no haga escamoteos, no le haga trampa con su  salario, tener seguridad contra accidentes, etc.

En resumen, salvo a los analistas del sistema capitalista, a nadie le interesa el valor de las mercancías ni la fuente de su ganancia. A fabricantes e intermediarios aportadores de dinero sólo les interesa conocer y maximizar su ganancia, pero esta debe ser proporcional a su inversión en dinero[1], de aquí surge la tasa de ganancia.

Productores e intermediarios sostienen una apreciación y un criterio económico netamente comercial, o sea, “vender” determinada cantidad de dinero por una cantidad superior de dinero, como si se tratara de una operación crediticia o financiera. Como esa conversión de dinero por más dinero (D-D’) pasa por la compra de mercancías sometidas a transformaciones productivas en otra mercancía para luego venderla, entonces, D-D’ se amplifica en D-M…P…M’- D’, y el proceso que conocemos como productivo de valores queda en segundo plano para el inversor y sólo recibe tratamiento científico de parte de Economistas marxistas, habida cuenta de que los Economistas proburgueses comparten  el criterio de que toda ganancia procede del mercado y no de la producción.

Como quiera que la producción contiene tanto valor como el capital constante consumido durante un ejercicio y por concepto de salarios, el valor de una producción, para cada productor en particular, suele ser diferente del valor precio) que toma su oferta en el mercado donde claramente a cada productor sólo le interese una tasa media de ganancia, so pena de cambiar de rubro.  

Ahora podría explicarse cómo es posible que inflaciones inducidas como la que estamos confrontando, conocida como  guerra económica no convencional, está acelerando día a  día este proceso de alzas de precio lo que nos pone en alerta de que el país se halla en una situación sumamente peligrosa, máxime cuando el gobierno sigue sin acabar eficazmente con el comercio ilícito en la persona del bachaquero de a pie, y la del que goza de permisos y registros de comercio. Los protocolos judiciales, la flojedad fiscal y la baja participación de un consumidor asustadizo acomplejan su pronta solución.


[1] Los capitalistas sólo invierten dinero por un monto que aspiran incrementar,  y conocer su porcentaje de crecimiento a objeto de elegir otro tipo de destino para su dinero, mantener el actual o salirse del juego. Como esto es así, de alguna manera el valor de las mercancías termina convertido y expresado en precios de mercado, en precios de producción al cual todos los inversionistas terminan vendiendo de manera tal que sus tasas de ganancia tienden a su uniformación necesaria para la estabilidad del sistema.

 



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Manuel C. Martínez


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