Propiedad Privada: fuente histórica del Valor

El valor ha sido una categoría paraeconómica donde se han estrellado los más insignes estudiosos de la Economía, Sociología y Filosofía. Por pertenecer a las ciencias humanísticas, en ese concepto ha privado mucho la especulación, versiones más populares que científicas.

Aristóteles no pudo llegar a explicarse en torno a qué se podían intercambiar las mercancías, y Carlos Marx, por lo menos, halló un denominador común en todas mercancías por diferentes que sean los valores de uso propios de cada mercancía.

El Capital, de Carlos Marx, es una descripción detallada del funcionamiento de la Economía burguesa en la cual la fuente del valor de las mercancías es el valor de la fuerza de trabajo a la cual se le asigna como precio subjetivo el precio de mercado de la cesta familiar de los asalariados. No en balde los apologistas del Capitalismo conocen más esa obra que muchos marxistas.

El Capital no alude a ninguna ciencia; es una versión del proceso de producción y circulación de las mercancías en mercado de libre competencia y con propiedad privada sobre los correspondientes medios de producción.

No olvidemos que El Capital (1867) es una continuación de su obra "Contribución a la Crítica

de la Economía Política" (1859) sobre la cual los economistas clásicos de marras habían formulado varias versiones sin llegarle a una explicación organizada y coherente de todos los procesos de producción y distribución de las mercancías.

Allí apreciamos cómo es que la propiedad privada genera los conceptos de valor trabajo, hecho que se deriva de que las mercancías, como objeto de la producción para el comercio, es un proceso ambivalente de producción de valores de uso y de valor; un proceso que convierte a las fuerzas productivas y al dinero en capital.

Digamos que el valor es una categoría histórica aparecida y propia del proceso capitalista de producción ya que los medios de producción se dedican a producir mercancías cargadas de valor trabajo, particularmente de plusvalía.

El valor, entonces fue una cuestión imposible de apreciarse en los tiempos precapitalistas cuando los trabajadores eran propiedad privada de los esclavistas y feudalistas. Como los medios de producción son capital y el dinero también, eso nos ha hecho pensar en que los bienes insumen diferentes cantidades de fuerzas productivas aunque su valoración en los mercados resulta subjetiva

Así, digamos que la fuerza de trabajo carece de peso, no es una sustancia ni un elemento tangible; es una actividad humana característica de todo ser vivo, máximamente desarrollada en el hombre. De allí que cosas pequeñas suelan intercambiarse por otras más pesadas, más grandes, según sus grados de potenciales capacidades para satisfacer necesidades.

Se comienza a hablar del valor con la aparición del comercio mundial de las mercancías, o sea, con la creación de productos elaborados para ser intercambiados por otros entre comunidades independientes y como propietarias privadas de sus correspondientes medios de producción.

El concepto de propiedad privada sobre las fuerzas productivas se ha limitado, por ahora, a las fuerzas productivas o medios de producción de cada país en particular con toda su independencia y como propietarios privados.

De resultas: es mentira que en el mercado se venda al valor ya que al comprador final lo que le interesa comprar es el valor de uso de las mercancías y este se caracteriza por su utilidad satisfactoria de necesidades específicas y susceptibles de una valoración eminentemente subjetiva obviamente inconmensurable.

Es muy improbable que los intercambistas de valores de uso coincidan en un mismo aprecio por la mercancía que estén comprando o intercambiando, si lo que les interesa es su valor de uso. Las mercancías reciben un precio de mercado, más subjetivamente fijado, según el mayor o menor peso de la demanda frente a oferta.

El valor debe considerarse como la unidad cuantitativa de dinero o precio de los elementos constitutivos de cualquier bien, de cualquier mercancía, particularmente de los bienes elaborados con el concurso de la mano de obra humana.

El productor compra sus insumos según sus valores de uso a los cuales apreciará también en función de sus necesidades como productor.

De manera que el costo de producción de cualquier mercancía adolece de un costo muy subjetivo: hay empleadores que pagan mejor a sus asalariados, y la idea que nos hemos formado acerca del precio de los salarios o precio de la fuerza de trabajo según el valor de la cesta básica familiar de los trabajadores es consecuencialmente un valor subjetivo.

Todo eso nos lleva a la conclusión de que, realmente, la valoración de las mercancías como valor de uso y como valor de cambio no implica que realmente halla en cada mercancía una carga de valor trabajo medible según determinadas horas de aplicación de fuerza de trabajo, como tampoco podemos seguir atribuyéndole a las mercancías ningún valor derivado de unos costos de producción medidos por aquel rasero.

Cuando se compra una mercancía, a esta no puede cambiársela por una de la misma clase y con el mismo valor de uso, de allí que sea necesario valernos de otro tipo de valor de uso al que se ha dado en llamar dinero cuando no estemos en presencia de trueque de un valor de uso por otro diferente.

De allí que los compradores que necesiten cualquier valor de uso contenido en cualquier mercancía estén dispuestos sin chistar a pagar el precio que le impongan los comerciantes, al margen del valor trabajo que pudo costar la fabricación de ese valor de uso, valor de cambio o valor trabajo que es un valor muy objetivo, a pesar de que Marx lo consideraba un valor intangible sin un pelo por dónde agarrarlo, dado su carácter social o sólo concretable en el mercado, como expresión de las relaciones sociales de producción en régimen mercantil como lo es el capitalista.

La subjetividad del valor de uso rige para el consumo familiar y para el productivo ya que el productor que necesita determinada materia prima, por ejemplo, está dispuesto a pagar lo que le pida el vendedor, máxime que, como productor, se limita a trasladar el precio de adquisición al costo de producción.

Por supuesto, la plusvalía no sale del juego con esta realidad, sino que, conjuntamente con ella, los comerciantes pueden y tienden a vender por encima de su costo de producción o de compra de todas las mercancías.

De no existir la plusvalía, no podríamos explicaros el creciente PIB, para precios ponderados; no podríamos explicarnos la ampliación del aparato productivo ya que estaríamos ante unas economías estancadas y recicladoras del mismo capital inicial. No podríamos explicarnos cómo los patronos se hacen cada día más ricos y los aslaraidoados cada día más pobres. Los patronos llegan viejos a ricos, y proletarios terminan con pensiones como jubilados, en el mejor de los casos.

Como los trabajadores ven mermada su cesta, o su salario deja de ser igual a aquella, el resultado es una permanente pobreza proletaria ocasionada no tanto por el trabajo realizado y no pagado, sino porque su salario mismo es robado a través de la compra de mercancías cuyos valores de uso en el mercado son vendidos con precios ajenos a todo costo real de producción, sin que haya manera de evitar semejantes especulaciones que ocurren de manera "normal" ya que al consumidor sólo interesa el valor de uso.

Por supuesto la moneda usada para las transacciones deben gozar de aceptación en el mercado, y el vendedor conoce su poder adquisitivo en términos de valor de cambio, aunque este no necesariamente deba ser igual al valor de cambio contenido en la mercancía objeto de la transacción del caso.

Ante ese cuadro de incompatibilidad de valores, entre el de uso y el de cambio, el del demandante y del oferente, respectivamente, los trabajadores podrían ponerse de acuerdo y aplicar el mismo carácter subjetivo al valor de uso de su fuerza de trabajo ya que esta, si bien no es creada con trabajo alguno, como valor de uso imprescindible para los empleadores, sus oferentes podrían exigir por ella una paga subjetivamente impuesta con el mismo criterio especulativo que esos empleadores manejan el valor subjetivo de sus mercancías.

Las huelgas que hasta ahora buscan mejoras salariales se han quedado cortas en el alcance del precio subjetivo que late debajo y dentro de cada trabajador como poseedor privado de una de los valores de uso más valiosos subjetivamente.

Corolario: Toda esa valoración, sus causas y mediciones tienen en común que sólo pertenecen a las sociedades clasistas en las cuales un grupo de personas-no trabajadores-se adueñan de los medios de producción y para que los empleados tengan acceso a los bienes de la cesta básica deben ofrecer otros bienes en cambio comenzando por la oferta de su fuerza de trabajo, a la cual terminan vendiendo a precios subjetivos de parte y parte.

Marx concluye que el mercado comienza en cada fábrica, por el intercambio entre fuerza de trabajo empleada y mercancías de consumo final, ambos factores de propiedad privada, unos en condición de patronos, y otros de asalariados en el caso capitalista.

04/10/2017 21:08:52



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Manuel C. Martínez


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