El 17 de marzo de 2003, George W. Bush, el alcohólico 41º Presidente de los Estados Unidos, ese día, amaneció enratonado y de mal humor, no se le ocurrió otro desplante sino darles 48 horas de plazo a Saddam Hussein y su familia para que abandonaran Irak, emplazándolos a que si no lo hacían tomaría una acción militar. Bush, quien fuera ejecutivo mayor de Arbusto Energy/Bush Exploration, compañia petrolera; luego entre 1986-90, ejecutivo mayor de la compañía petrolera Harken, valga decir: todo un potentado de los negocios petroleros; años después, justificó su actuación como producto de un diálogo que –según dijo- mantuvo con Dios en una de sus borracheras, como lo refiere uno de sus biógrafos, Jean Edwards Smith, quien escribió: «Al creer que era agente de la voluntad de Dios y que actuaba con la guía divina, George W. Bush llevó a la nación hacia todos los desastrosos crímenes contra la paz». Efectivamente, así ocurrió el 20 de marzo de 2003, el Ejército estadounidense invadió Irak. «Operación Libertad Iraquí», le llamó al genocidio de ese pueblo con la excusa: «Saddam, es un dictador brutal que oprime a su pueblo y debemos liberar a los oprimidos de sus opresores». ¡Vaya liberación! Más de 2 millones de iraquíes fueron asesinados, víctimas de los bombardeos de EEUU. Más de 4.5 millones se convirtieron en refugiados, en sobrevivientes del apocalipsis gringo. El agua, la electricidad, el gas, en fin, todos los servicios públicos –antes de calidad- desaparecieron de la cotidianidad y tan solo por unas pocas horas eran disponibles en Bagdad, la capital. Entre el 20 de marzo y el 2 de mayo, el ejército estadounidense lanzó más de 30.000 bombas sobre Irak, además de 20.000 misiles de crucero de precisión. El bombardeo no paraba y si en el día se ejecutaba como un espectáculo para los medios occidentales, en las noches se convertían en un espectáculo pirotécnico para el horror de todo un pueblo, sometido -en su mayor expresión- como lo definiera Naomi Klein, en su Doctrina del Shock: en un «experimento global sobre conductismo». La invasión, se vendió a la opinión pública con la excusa del temor a las armas de destrucción masiva, las cuales nunca aparecieron en Irak sino hasta el día de hoy, que lo hacen en la Ucrania-Nazificada y sus laboratorios de guerra biológica, financiados por el Pentágono y Hunter Biden. Ucrania, como nota curiosa, ha registrado un notable crecimiento en los casos de roséola, difteria y tuberculosis, mientras que los casos de sarampión se multiplican. De hecho, ha sido declarada como país con alto riesgo de brote de poliomielitis por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por fortuna para la Humanidad, esos laboratorios han sido desmantelados por las tropas rusas a cargo de la «Operación Especial Militar», para desmilitarizar y desnazificar a Ucrania, decidida y puesta en ejecución por el Presidente Vladimir Putin. ¡Agradecidos!
La invasión y el genocidio del pueblo iraquí, por parte del Complejo Industrial-Militar-Financiero y Mediático de los Estados Unidos, presidido entonces por George W. Bush, encontró importantes aliados en el Senado de EEUU, destacando entre éstos, al presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Joseph Biden, quien redactó una resolución bipartidista que le otorgó a Bush la autorización para usar la fuerza bruta contra Irak. «En cada momento crucial», dijo Biden entonces sobre Bush: «él ha elegido un curso de moderación y deliberación, y creo que continuará haciéndolo. Al menos esa es mi ferviente esperanza». Demócratas y Republicanos, se unían en la tarea de destrucción de todo un pueblo, una civilización. Pero, no solo Petróleo fue la causa de la ambición imperialista, como lo demostró la «reconstrucción» de Irak. La apertura de nuevos mercados, subyace como propósito de fe en la postguerra. Entre el tráfico de armas, la privatización de los ejércitos, la industria de la reconstrucción humanitaria y la seguridad interior, dan como resultado el surgimiento de una nueva economía plenamente articulada a las transnacionales, en cuyas manos reposa la industria de la guerra. «El mejor momento para invertir es cuando la sangre todavía está fresca», decía un delegado asistente a la conferencia: «Reconstruyendo Irak 2», celebrada en Washington, D.C.
George W. Bush lo dejó bien claro, semanas después de declarar el fin de la guerra en Irak, cuando anunció sus planes para «establecer una zona de libre comercio entre Estados Unidos y Oriente Medio en el plazo de una década». Por ello, cuando Juan Guaidó anuncia en un tuiter del pasado 24 de enero de 2022: «Miren hay empresas que tienen que estar en manos de privados punto» […] «El Estado, solo debería conservar un 49%». Enfatizando: «Sí, hay que volver a privatizar CANTV, claro que sí (…) Así de verdad enfrentaremos entonces el flagelo de la corrupción». Guaidó, nos hizo recordar al Irak post invasión y a Paul Bremer, nombrado por Bush para dirigir la Autoridad de la ocupación en Irak, quien apenas llevaba un mes en su cargo y anunció su disposición de: «Poner las empresas estatales ineficaces en manos privadas», explicó Bremer: «es esencial para la recuperación económica de Irak». Solo que, entre Bremer y Guaidó, hay una diferencia abismal pues mientras éste, sí tenía un poder real que le había conferido Bush; Guaidó, solo manda en Washington D.C. pues en Miraflores, sede del Gobierno Bolivariano, no tiene arte ni parte y mucho menos voz de mando.
Para la «reconstrucción» de Irak, se aportaron 38 mil millones de dólares por parte del Congreso de EEUU, 15 mil millones de otros países cómplices de la invasión y 20 mil millones de dólares de Irak, procedentes del petróleo iraquí, entonces bajo control del gobierno de los EEUU. Todo ese dineral, se difuminó en escándalos de corrupción que los medios convirtieron en un reality show para distracción del público estadounidense. Esas estafas continuaron durante años, hasta que los grandes contratistas de la «reconstrucción» salieron de Irak, con sus millones de dólares en sus maletines pero sin haber culminado gran parte del trabajo asignado. En diciembre de 2006, cuando muchos de los contratos de la «reconstrucción» estaban por concluir; la Oficina del Inspector General, investigaba 87 casos de posibles fraudes, relacionados con contratistas estadounidenses. ¡La corrupción, es la norma de actuación de las multinacionales estadounidenses! Como dijera a un medio occidental, un ingeniero del Ministerio de Electricidad de Irak, ante la retirada de la empresa Bechtel: «Es extraño que los miles de millones de dólares invertidos en electricidad no sólo no hayan aportado ninguna mejora, sino que en realidad haya empeorado la situación». O como dijera un taxista de Mosul a otro medio: «¿Qué reconstrucción? Hoy bebemos agua sin tratar de una planta construida hace muchos años y que nunca se ha sometido a mantenimiento. La electricidad sólo está presente dos horas al día. Vamos hacia atrás. Cocinamos con la leña que recogemos en los bosques porque el gas escasea». Ese es, el modelo que hoy vende, Juan Guaidó, al pueblo venezolano como novedad, el modelo del desastre y la corrupción.
La «democracia» prometida por Bush, que surgiría de una elección popular; Bremer, decidió unilateralmente, que surgiría mediante designación del gobierno de los EEUU. Es tan parecida a la transición venezolana, con un supuesto presidente autoproclamado en una calle del Este caraqueño. Por supuesto, salpicada de muchos escándalos de corrupción como el denunciado por el entonces «embajador autodesignado» por Guaidó en Colombia, Humberto Calderón Berti, en noviembre 2019, quien: «denunció este viernes, que hubo malversación de fondos de la ayuda humanitaria en Cúcuta, Colombia, […] En una rueda de prensa reveló que […] "Utilizaron prostitutas y alcohol, mientras una parte de la oposición puso la esperanza en ellos para lograr un cambio político", dijo…» (Últimas Noticias, 29-11-2019). Cualquier similitud no es pura coincidencia, sino parte de un modelo que desde entonces, EEUU, vende como la mejor opción de vida y en «democracia».
La República Bolivariana de Venezuela fue, tan igual de bombardeada que Irak, solo que por bombas de los nuevos tiempos, las mal llamadas «sanciones» imperialistas. Más de 500 de esas bombas, penden sobre las cabezas del pueblo venezolano, como una sanción colectiva. Pretendieron, paralizar la economía venezolana y producir su colapso: «En este momento quizás la mejor solución sería acelerar el colapso, aunque produzca un periodo de sufrimiento mayor, por un periodo de meses o quizás años» (2018), sugería entonces William Brownfield, subsecretario para la lucha contra el narcotráfico y exembajador de EEUU en Venezuela. Y en la búsqueda de ese objetivo, trabajó –incansablemente- la Administración Trump hasta casi lograrlo. «La gente está sufriendo y muriendo […] Tenemos muchas opciones en Venezuela, incluyendo una posible opción militar, en caso de ser necesario», afirmaba el presidente Donald Trump a los medios, el 08 de agosto de 2017. Solo que, el Gobierno Bolivariano y Constitucional del Presidente Nicolás Maduro puso todo su empeño en neutralizar y mitigar los dolores y crímenes causados por las «sanciones» criminales del gobierno de EEUU, secundadas por la Unión Europea. Acompañadas éstas del bloqueo financiero-comercial de la nación, una incesante guerra psicológica que promovió las migraciones de miles de venezolanos y venezolanas a países vecinos del sur, vendidos como paraísos boyantes de felicidad y buenos empleos, nada que ver con la realidad que se tropezaron dichos compatriotas, consistente ésta en subempleos, sobrexplotación y xenofobia extrema que promovió la muerte y el exterminio de la migración venezolana, vendida por Julio Borges como una plaga, «una enfermedad contagiosa» dijo. Mientras, entre sombras y públicamente, el narco gobierno de Iván Duque, tal cual ave de carroña, obtenía provecho económico de dicha migración; solicitando y obteniendo, millonarias ayudas económicas de parte de los gobiernos de EEUU, la Unión Europea y ACNUR, que se prestaron para tamaña trama de corrupción mundial, nunca antes vista en la historia de la delincuencia internacional. En fin, contra Venezuela se desató una guerra real en todos los sentidos, multiforme y empleando armas desconocidas hasta entonces. «A 114.302 millones de dólares ascienden las pérdidas ocasionadas por las medidas coercitivas unilaterales que, desde el 2013 y hasta la fecha, EEUU ha impuesto al pueblo venezolano, incluyendo el ataque a la moneda nacional», según estimaciones de la investigadora social Dra. Pascualina Curcio (Impacto de la guerra económica contra el pueblo de Venezuela, 18-03-2019).
Nada fácil le ha resultado a la Nación, Gobierno y Pueblo Venezolano las tareas de la resistencia heroica contra la guerra imperialista, sobrevivir a las mismas y enrumbarse, como lo está haciendo ahora la Nación Bolivariana, con un estimado de crecimiento económico del 03 por ciento del PIB según la CEPAL EN 2022, el año previo, fue superior al 04 por ciento, lo que motivo al Presidente Constitucional, Nicolás Maduro, a declarar su agradecimiento «a todos los trabajadores, empresarios del país y a todo el país, porque este logro del crecimiento económico 2021, es un logro colectivo, compartido, nacional, es un logro de todos y todas». Labor heroica y titánica de todo un pueblo para vencer las sombras de la tiranía imperialista en su propósito de recolonizar y someter a la Patria de Bolívar y Chávez a sus directrices. ¡No pudo!
Lo cierto es que ahora, Venezuela, requiere de importantes recursos para relanzar su economía y propiciar mejores niveles de calidad de vida para su población empobrecida por las «sanciones» criminales y el bloqueo financiero-comercial imperialista. Y calidad de vida, reclama mejores servicios públicos. Eficientes y desburocratizados, como alguna vez lo fueron en tiempos de Hugo Rafael Chávez Frías. Volver a la CANTV recién nacionalizada, y prestadora de servicios de telecomunicaciones eficientes y accesibles a la mayoría del pueblo venezolano. Nada que ver con la CANTV privatizada de la cuarta república con la que se encontró Chávez: «En 1990, la CANTV tenía deficiencias tecnológicas, problemas de corrupción interna y burocracia. La demanda satisfecha era solo del 45,5% y había 7,2 líneas telefónicas por cada cien habitantes. El déficit financiero era de 4.340 millones de bolívares y había resistencia de la firma a cancelar deudas pendientes por 380 millones de dólares, según, con más de 7.000 ex trabajadores jubilados y retirados», según reseñaba un diario de la época. Siendo una empresa altamente rentable, la única empresa venezolana que cotizaba en la bolsa de New York, a Chávez le parecía irrazonable la enorme deuda que mantenía con sus extrabajadores, lo cual le motivó a buscar soluciones a dicha problemática hasta convencerse que la solución del problema pasaba por la nacionalización de la empresa, lo cual logró concretar el 21 de mayo de 2007. Chávez, encumbró hacia la cima la empresa nacional posicionándola a la vanguardia de las empresas de Telecomunicaciones del país. Hasta que su fallecimiento desatara la agresión y ambición imperialista y se propusieran la política de cambio de régimen, y con ello, los servicios públicos se convirtieron en objetivos de guerra por destruir. La derecha venezolana, consustanciada por el pensamiento económico de la Autoridad de Ocupación de Irak, Paul Bremer, hoy anuncian que todas las empresas públicas deben que ser privatizadas de inmediato. Las eficientes, tenían que volverlas ineficientes mediante el saboteo del servicio, tal cual como una guerra, contratando malhechores que por unos pocos dólares, suministrados por el gobierno de los EEUU, se dedicaron a hurtar cableado, desconectaron comunidades enteras en la búsqueda de generar descontentos con el Gobierno Bolivariano; mientras, a lo interno de la empresa nacional, encontraron aliados en trabajadores corruptos, que abrieron nichos de negocios propios que les llevaban a las viviendas de usuarios y usuarias, para extorsionarlos bajo la premisa de restaurarles el servicio si les cancelaban un monto en dólares o el equivalente en bolívares, valga decir: repararles la falla que ellos mismos habían provocado de antemano. Nada fácil, le ha resultado al Gobierno Bolivariano vencer las adversidades inducidas y provocadas por el imperialismo y sus agentes en Venezuela. Ahora, se trata de reconstruir lo destruido por el imperialismo y sus agentes; solo que, dicha tarea debemos emprenderla sin abundancia de recursos y con esfuerzo propio.
La Constitución Bolivariana de 1999, legado de Chávez, se constituye en un punto de apoyo fundamental para tal emprendimiento. Prevé la Carta Magna, que: «El Estado conjuntamente con la iniciativa privada promoverá el desarrollo armónico de la economía nacional con el fin de generar fuentes de trabajo, alto valor agregado nacional, elevar el nivel de vida de la población y fortalecer la soberanía económica del país…» (Artículo 229). Y es, en la actual coyuntura llena de dificultades, que la Nación reclama de su sector privado que invierta en el país que los ha beneficiado tanto. Para ello, el Estado Bolivariano debe abrirles cauces para que se concreten esas iniciativas privadas. Una forma de hacerlo, es la apertura a inversionistas privados de acciones de empresas públicas, entre un 5 y 10 por ciento, manteniendo siempre la mayoría accionaria de las empresas nacionales. Con los recursos por obtener, se podrán financiar las nuevas inversiones que requieren con urgencia las empresas nacionales públicas. No es un secreto para nadie, que las Telecomunicaciones es un sector muy dinámico y cambiante, que reclama constantes inversiones y nuevas tecnologías para mantenerse al día. Derrotada la agresión imperialista y con ello, la oposición golpista, llega el tiempo de relanzar la CANTV, recuperar lo dañado por Guaidó y sus bandas hamponiles, recuperar y mejorar el servicio telefónico y de internet. Arreciar el combate contra el burocratismo y la indolencia de funcionarios corruptos que atentan contra el país y la paz de la República. En fin, llegó el tiempo del Buen Gobierno y la Eficiencia, el Gobierno del 1x10. El Gobierno de la Corresponsabilidad, en el que quienes intenten -de nuevo- atentar contra los servicios públicos, chocarán contra un muro de dignidad y responsabilidad de todo un pueblo que les hará frente y los tratará como lo que son: terroristas, enemigos de la Patria…
Postscriptum: Justo reconocimiento a la actual gerencia de CANTV por la labor titánica que llevan a cabo por restaurar servicios claves y fundamentales. Uno ellos, tiene que ver con internet. Los apagones afectan la continuidad del servicio, y una vez que se cae, no hay manera que se restablezca dicho servicio, hasta la fecha de facturación y pago. Todas las opciones, que ha creado la empresa para que el usuario o usuaria les comunique o reporte las fallas del servicio, las hemos utilizado y tenemos que decirles: que ninguna funciona, valga decir, es como si no existieran. Teleoperadoras que nunca atienden el 0800, mensajes enviados al 22688, mensajes por tuiter o incluso, por la propia página de CANTV. ¡Ninguna! Ninguna funciona a la hora de reportar una falla en el servicio de comunicación o internet, esa es la pura y franca verdad…