En este Editorial iré más allá de la alharaca que se produce, de manera cíclica, cada vez que los transportistas en contubernio con el gobierno aumentan el pasaje. Este hecho se repitió y se ha repetido de manera cíclica en todos los gobiernos de la Cuarta y de la Quinta República. Entre el pasado y el presente no se visualizan diferencias.
En los últimos años, más exactamente cuándo los adherentes del gobierno decidieron iniciar su tránsito y experiencia a través de las redes sociales, en muchos grupos integrados por afines a este proceso político cada vez que se produce un aumento del pasaje, los mismos son utilizados para hacer catarsis, entendida según los psicoanalistas de la escuela Freudiana como aquella terapia que permite "(…) descargar la energía que generan nuestras emociones reprimidas."
Lo cierto, es que he leído centenares de mensajes en esos grupos, bien sea por Whatsapp o de Telegrama y confirman la conjetura que las técnicas digitales y virtuales en muchas ocasiones sirven de colchón para frenar y diferir la lucha de clases y el malestar que origina en la colectividad esos aumentos del pasaje.
Cuando se produce un aumento en el pasaje siempre el dedo acusador se dirige hacia los propietarios del transporte público y no se voltea hacia el decisor, quien no solo por debajo de la mesa lo aprueba, sino que hace silencio ante la descarga catártica de sus adherentes y de los afectados en general, que son la mayoría de los venezolanos de a pie. Que también, en el aquí y él ahora, es culpable que el salario mínimo de 30 dólares se haya devaluado en la actualidad en 16 dólares.
Así mismo, los fanáticos buscan razones para eludir la responsabilidad del gobierno; los ingenuos saben quién es el responsable y hacen silencio; los dirigentes políticos del gobierno y del PSUV se hacen los locos; y el pueblo afectado con su esperanza mística se resigna.
El decisor, el gobierno, actúa y grita "allá va el ladrón ¡atrápenlo! ¡atrápenlo!" y es quien de manera legal o con su silencio aprueba el atraco al bolsillo de los ciudadanos y repite discursos que lo retoman cada cierto y siempre es mas de os mismo. Muy pocos llevan la protesta a la praxis; y la mayoría hace catarsis.
En resumen, lo lamentable es que las Alcaldías, los Concejos Municipales y las gobernaciones, en el momento actual han sido castrados con el excesivo centralismo. Con ese argumento justifican su inacción política en defensa del pueblo. Los oportunistas lo cuestionan y son incapaces de protestar pacíficamente. El clientelismo ha mediatizado y amordazado a los dirigentes y dirigidos del PSUV y quienes gobiernan no les importa que esos aumentos pulverizan aún más el salario de los trabajadores y el presupuesto familiar. En fin, estoy convencido que esa misma catarsis, la última del año, se volverá a exteriorizar en el mes de diciembre cuando el pasaje aumente otra vez.