Ya no tengo duda. El desarrollo de una “humanidad” (concepto en si mismo contradictorio) cada vez más inconsciente por salvaguardar sus recursos naturales, el respeto a las leyes, y la incomprensión por confundir una era tecnológica en el afán consumista, colocan en el relieve del debate educativo cuál es la formación que hoy están recibiendo nuestros niños, niñas y adolescentes en las aulas venezolanas.
Cuando observamos una construcción geopolítica, perfilada por gobiernos de turno, desde una Cuba fracasada en lo económico por un exacerbado sistema político y un bloqueo de bienes, servicios e inversiones absurdo e inmisericorde impuesto por el país “legado” en Derechos Humanos (Estados Unidos). Una Europa que hoy se ciñe ante la evidente conmoción política por el derrumbe del sistema capitalista. Asia señalada desde tiempos de los “cuatro tigres” (Japón, Taiwan, Hong Kong y Malasia) en una división irreductible del pensamiento económico. África con una población sumida en la degradación de la miseria (si es que aún podemos hablar de algo peor que la miseria), analógicamente convertida en un holocausto del siglo XXI; y de cuya muestra nos bastaría mirar, aquí mismo en nuestro continente hacia Haití. Y una Australia (mal llamada Oceanía), cuya condición geográfica poco pareciera importarle los problemas del resto del mundo, debido a su desconexión de opiniones internacionales; o de cuya pasividad se esconde un pacto con grandes potencias, en donde la “casta política y económica”, irá a pasar allí los últimos días del planeta cuando llegue el día del juicio final y todo quede arrasado; cómo si ellos estuvieran “exceptos” del desastre.
Y es que lo anterior, ha venido siendo alertado en el libro, “Las palabras y las cosas”, cuyo autor, Foucault (1967), nos explica el concepto sobre heterotopia, y expone que las clasificaciones existentes están confundidas en un lenguaje de dominio y hechos incoherentes que sólo nos llevan por la proliferación de “cualidades y formas” (p.5), y llama afásicos a quienes se diluyen en corrientes positivistas y de “ciencia”. La posición de Foucault contrasta con lo que señala Morín (1999) sobre la racionalidad, la cual, a pesar de los hechos naturales que a diario ocurren, esa misma “racionalidad” se resiste a interpretarlos, ignorando los propios seres, descartando la subjetividad, ridiculizando la afectividad; verbigracia: situando al amor y la constricción en aféresis de una realidad, que al final desconoce lo que él llama: “Principio de Incertidumbre Racional” (p.15).
Hoy, perceptivamente; pero atendiendo a la realidad que viven determinadas escuelas y liceos (tanto oficiales como privados) del pais, en los cuales, vemos que la violencia se motoriza, las debilidades en el área del conocimiento de la lengua y escritura se ignoran con simples interpretaciones de “adecuaciones” a simbologías tecnológicas. La lectura queda relegada como un simple fastidio del cual nos obliga un maestro. El desconocimiento por la historia y la geografía se desvanece en “investigaciones” (corta y pega) de Internet o “encarta”. La matemática, la geometría y la estadística continúan separadas de esa interpretación de hechos naturales y sociales. La formación social y política de los pequeños filósofos, como Piaget llamaba a nuestros niños, queda restringida a lo que impongan los “medios de comunicación”. La tecnología se “apodera” de la pedagogía cuando el Estado se limita a regalar una computadora “Canaima” son hechos que deben ser revisados epistemológicamente y replanteados en su filosofía de vida. Por ejemplo: ¿Cuál niño o niña le ha pedido a usted(es) como padre(s) un libro, esfera, mapa, ajedrez o una cámara (no responda que el celular tiene cámara) como regalo de cumpleaños o navidad? La respuesta nos deja afásicos.
Construir una revolución educativa nos obliga como docentes hacia un compromiso distinto por cambiar lo que hoy existe como “educación”, es decir, una educación de contravalores, aferrada al hecho consumista; consumo que Lefebvre la asume en “Supervivencia del Capitalismo” (1973). Los fenómenos por discernir sobre la heterotopia y la incertidumbre racional son claves para transformar la educación que hoy prevalece en nuestros espacios “pedagógicos”. Lo contrario es seguir andando el mismo camino vigente sobre el concepto de “humanidad”.