Hace un par de días leí tu correo, tu aguda preocupación por ir a la contienda de las ideas, tus sospechas sobre el proyecto educativo y tu interrogante sobre algunas lógicas, sencillamente iniciaré mi corta reflexión parafraseando una frase del convaleciente Rigoberto Lanz “lamentemos que la ignorancia no está en crisis”, y sobre esa ignorancia podemos partir por ejemplo al recordar un viejo incidente del que fuimos testigos hace un par de años cuando un colega de nuestra gloriosa Universidad Bolivariana de Venezuela se “copió” literalmente el trabajo de Lanz como propio y trato de meternos como contrabando la idea de tener un “estado del arte” muy desarrollado, tiempo después nos encontramos con el mismo colega combatiendo la “ignorancia” con el garrote del discurso “politiquero” desde la burocracia de la misma Universidad.
Cuando convocas a un debate imagino que no eres ingenuo, sabrás con claridad que debatir supone hacerse cargo de lo que se dice, por ello en el sentido estricto de la ética del discurso no esperaras que tus destinatarios estén dispuestos todos a interpelarte, ya que es más fácil construir una respuesta que una duda. Tu preocupación puede diseccionarse en varios puntos para tratar de ser un poco ordenado: La calidad académica: la calidad simplemente no puede ser estandarizada como tu supones en tu texto en dos vectores, como lingüista sabes que ella deviene del griego ποιότης (traducida al latín en qualítas), está asociada a la subjetividad con que se mide la esencia de algo, por lo tanto toda noción de calidad lleva implícita una escala de medición que es pensada desde ciertas necesidades, pero es contradictorio tú mismo texto porque luego de intentar desmontar un discurso al que consideras reaccionario terminas girando sobre él, la joya que nos regalas casi al final “discutir muy seriamente si todos pueden ser estudiantes universitarios”. Por minutos recordé un texto de Arturo Uslar Pietri incluido en un libro titulado: De una Venezuela a otra, que compila una serie de artículos de Uslar sobre diversos temas de la vida política del país, una referencia clara hace sobre el tema educativo y esa misma expresión que colocas ya la planteaba unas décadas atrás el autor cuando refiere la imposibilidad de que todos puedan ingresar al sistema educativo, para Pietri el problema debía ser resuelto con una elite que tenía las condiciones tanto materiales como intelectuales para dirigir el proceso de transformación que requería el país. Extraño no parecería que si leyeras ese libro de Pietri encontraras similitud con tu planteamiento donde ante el detrimento de la educación masificada expresa los temores del pensamiento conservador de la pequeña burguesía venezolana por garantizarse su condición de vanguardia.
De manera paradójica encuentro contradicciones abismales en tu opinión, por un lado tratas de sostener un perfil novedoso, contra hegemónico y divorciado del pensamiento conservador, pero por el otro refuerzas el estado “actual” de las cosas, afirmaciones como estas: “unos se quedarán en el camino y buscarán nuevas sendas extrauniversitarias”, sumado a tu visión de “calidad educativa”, como buen lector no te faltaré el respeto al afirmar que seas “positivista”, “moderno” u otro calificativo, en realidad esa es una forma de sencillamente anular el debate que es el espíritu que promueves y lo único que puedo celebrar de tu intervención. En realidad la tragedia de nuestra universidad no es nuestra simplemente, conocerás algunos que repiten hasta el cansancio acusaciones como “escuálido”, “positivista”, “neoliberal” algunos ostentan titulación universitaria en ciencias sociales y las utilizan como única posibilidad argumentativa de su pobre discurso, dificulto que se hayan tomado la tarea de leer al menos un texto de Francys Fukuyama como End of the History? del 1989 o alguna de las lecciones de las setenta y dos lecciones del Curso de Filosofía Positiva de Auguste Comte, menos pedirle la tarea titánica de Herbert Marcuse de desmontar el positivismo desde dentro.
Tu opinión es muy reducida en el campo de análisis, intentas expresar primero un diagnóstico bajo situaciones muy locales, elemento que te es permitido por tu proximidad de algunas de ellas, pero para hacer algo de mayor seriedad sería necesario hacer un estudio a plenitud, tema ideal para una investigación sobre la última década educativa en el país, pero entiendo que es simplemente un artículo de “opinión - catarsis” como tú mismo reconoces. Coincido en que hay que “repensar”, pero también actuar en temas urgentes, uno es el combate contra la exclusión y la pobreza, que no se reduce a un estado de carencia de tipo material, implica el desmontaje de una cultura política heredada en condiciones poscoloniales y una revolución de la educación del país que no se limita a la universitaria, por ello sería interesante que no debatiéramos sólo sobre la Universidad sino también la educación y los referentes planteados para el proyecto socialista.
Tu increpación a la calidad no toca en ningún momento la construcción de una subjetividad revolucionaria y contra - hegemónica, la desmitificación de la Universidad como centro de formación profesional, visto así, parecería simple: aumentar los salarios, dotar todas las sedes u aldeas con equipos u bibliotecas, y abrir la posibilidad de contratación de “profesores” perfilados en altas credenciales, pero ¿logra esto convertir a la educación en transformadora?, yo no comparto esta lectura, hay un elemento de fondo y es la construcción de una educación para una sociedad no mediada por el capital, una educación que se desmarque de las nociones de calidad total impulsadas por el Taylorismo y contribuya a la formación de una conciencia histórica, el problema allí manifestado es que desde lo que nos propones la misión de una Universidad es igual a la que cuestionas: formación de productos, no implica una ruptura, significa sencillamente en modificar los criterios de quién arbitra la “calidad”. El problema de nuestros docentes en el concurso no fue “la falta de investigación”, allí comparto con Aníbal cuando sostiene que la crisis está en el pensamiento no en la investigación, y referirnos al concurso implicaría analizar si el mismo es una respuesta radical a la construcción de ese proyecto de educación “otra”. Edgardo Lander en un interesante texto aborda la constitución de la geopolítica de los saberes, como nuestras Universidades entran en esa dinámica o espacialización del poder, creo que por allí va el debate, por vislumbrar los saberes que nos son impuestos y los que requerimos para un proceso de liberación nacional; la constitución de una educación en y para la resistencia contra la hegemonía como expresaba Gramcsi.
Si esta interpretación de la resistencia nos convoca a una estrategia masiva, no podría ser otra la forma que ampliar los espacios educativos, llámense estos “municipalizados” u otros nombres, ¿Quién ocuparía esos espacios?, sin dudar, las universidades privadas como ya venía ocurriendo desde los 90 como consecuencia de la reestructuración neoliberal, por ello la política de municipalización no es errónea en un contexto de lucha, implica un fortalecimiento de la educación pública que garantiza un mayor nivel de afianzamiento de la democracia participativa, lo que sí es indudable es necesidad de profesores de alto compromiso político, con un auténtico lenguaje crítico que logre combatir la mercantilización de la educación o la trampa reproductora del capital, una educación socialista implica una formación contra cualquier forma de opresión implicando esta la del Estado. Si coincidimos en ese punto, son los campesinos, los obreros, los desposeídos, justamente los que requieren con urgencia un proceso de liberación, y si la educación “no es para todos” o implica una limitación por las condiciones materiales en su proceso de formación, ¿Qué sentido tiene entonces una teoría de la resistencia en educación?. Está claro que si la educación es vista desde su sentido político más que de la formación de una tecnocracia, requiere la incorporación de los sectores oprimidos, esos mi estimado colega que recibimos a diarios en la UBV y han sido el producto de una exclusión, al no ser atendidos por profesores “comprometidos” desde la escuela básica y que han llegado a nuestros cursos sin saber leer o escribir.
Por ello debemos insistir en una repolitización de ese sujeto colectivo, no se entienda como la burda “formación política” tan mentada en los cursitos exprés, sino que involucra una participación real en la toma de decisiones, por ello creo que si queremos ahondar debemos fortalecer la educación pública, el papel del docente como intelectual al decir de Giroux y McLaren. Aunque comprendo la cotidianidad de algunos de tus planteamientos, la preocupación por la educación la sitúo en un plano más amplia, al no creer que se pueda reducir a un cúmulo de malestares por errores administrativos o técnicos, creo que la pregunta por la educación debe enunciarse desde otros lugares si queremos realmente formar al intelectual orgánico, pero sin dudas no creo que estamos hablando en el mismo lenguaje crítico cuando elementos que ya se daban por superados reaparecen en tu texto, esos elementos como una universidad sólo para “quienes puedan”, aunque no afirmas que esta condición de quienes puedan está anclada en las condiciones materiales, sería muy inocente dejar de pensar que esas condiciones intelectuales están reñidas con la pobreza. Desde las adversas condiciones en la gestación del embarazo, la precaria vida material de los padres, los problemas de nutrición y opresión subjetiva, y una escuela pública desmantelada, las expectativas son sencillamente pocas que ese “hijo o hija” de la clase trabajadora o desposeída pueda convertirse en el “alumno” que esperas ingrese a la universidad, y si logra ingresar en condiciones individuales, no se convertirá en la necesaria formación colectiva de una conciencia histórica para la transformación, considero que aún en esta década de profundización del proyecto bolivariano, no recibimos a esa generación que ha visto transformada sus condiciones, en 10 años aún cursará los estudios en la educación básica, mientras recibimos la expresión de la desigualdad en la forma más cruda, de ese compromiso al que apelas esta recibirle en sentido hospitalario o darle un portazo a sus aspiraciones de transformación subjetiva.
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