El Estado sigue en Mora con la Honestidad

Los principales pasivos laborales siguen pendientes de cancelación luego de muchos años, unos tras otros. Mínimo castigo para la corrupción, pero mucho y sostenido desprecio hacia el funcionario público honesto parecieran ser las principales atribuciones de sus corresponsables en última instancia.

Concretamente, escribimos sobre la Mora Universitaria que crece sin cesar y data de 37 años completicos, mientras el Estado sigue dándole largas al asunto. Ahora corre la arruga financiera y la desplaza del Ministerio Universitario hacia Pdvsa, hacia un nuevo ente o Fondo cuyos manejos seguirán siendo un albur entre deshonestos y honestos, y como si el país no estuviera hasta la coronilla de tantos malos manejos cumplidos en estos Fondos públicos, y sin penas severas ni evidentes ni ejemplares para sus correspondientes delincuentes, de partida, amparados por el mismo Estado que los lleva a semejantes cargos como sus favoritos del gobernante y/o del partido de turno.


Es así como los asesores presidenciales despachan al Presidente. Este asunto de la Mora universitaria la ha soslayado el Estado durante los últimos 7 años, luego de cumplirse otra aberración más con el manejo presupuestario y arbitrario que le dio ese Ministerio a casos muy puntuales, en conchupancia con sindicalistas corruptos en su mayoría, enquistados en las universidades y hasta con carácter vitalicio, con los ministros correspondientes, y, por supuesto, con la anuencia presidencial y política de los partidos involucrados en desemejante desprecio hacia la honestidad de pocos y el respeto y sumisión a la improbidad de las mayorías cuyos castigos practicados no pasan de temploncitos de oreja, de ridículos llamados a las buenas costumbres, por no decir, no han pasado del pantalleo diplomático de políticos metidos, más a conversadores de oficio que a gobernantes propiamente dichos.

Creemos que se trata de una clara confirmación, una vez más, de la subordinación del Estado al poder estructural económico sobre el cual los mandatarios tienen una baja elasticidad decisoria.

¿Por qué este Estado moroso no paga en efectivo y de un plumazo, aunque sea un 50% del inmenso Mono crónico y acumulativo que sigue agigantándose durante cada segundo que pase y mono creciente que irresponsablemente es también una manera corrupta de comprometer al Estado que hoy le ha brindado a sus gobernantes de turno la posibilidad de sanearlo un poco?

Sólo le sugerimos que pague parcialmente, en efectivo y sobre la base contable que reposa en los archivos ministeriales, bien auditados durante el ejercicio de Samuel Moncada. Que lo haga antes de que siga devaluando por encomienda imperial-eso lo sabemos, sabemos que no es culpable directo de esas devaluaciones, mismas que cuando sus asesores se la sugieren, ellos no hacen otra cosa que seguir la normativa fondomonetarista que subrepticiamente gobierna y decide la formación académica de profesionales de la Ingeniería y Economía salidos de nuestras universidades, con las con las minorías del caso.

Miremos de cerca este casito ocurrido en una de nuestras universidades y que suponemos no fue el único: Hubo profesores jubilados que hace 7 años, aprox., recibieron su paga completica tan pronto les llegó su jubilación. Pago que recibieron sin importarles que dejaban atrás a sus ex compañeros de trabajado, a esos colegas que les han precedido en el tiempo de ejercicio, y cuya prioridad se la tiraron a la basura.

Así castiga el Estado a los funcionarios honestos, jamás prestos para la usuales matracas y prácticas ventajistas de esos centros de estudio y para vergüenza mundial. Así es burlado un vez más el derecho de los demás, generalmente de la gente honesta que durante sus 25 o más años de servicios lo hicieron sin haber convalidado ni apoyado contubernios ni vagabunderías administrativas de ninguna tipo.

El político venezolano Gonzalo Barrios, un frustrado aspirante a la Presidencia de la república, pasó a la historia por su valiente confesión de que en este país no había razones burocráticas para no robar. Por su parte, el oligarca e intelectual Arturo Úslar Pietri tradujo esa frase así: En Venezuela, sólo los pendejos no son ladrones. Yo lo supe desde niño ya que mi Abuela no se cansó de repetirme que a los pobres no les salía robar en este país, ni en ningún otro, agrego yo hoy.

A ambos jerarcas, uno adeco y otro copeyano, esa lavadura de trapos sucios fuera de la casa, les cerró las puertas de Miraflores.

Hay varias formas de honestidad: En el desempeño de sus funciones al frente cargo público o privados; en el manejo de fondos públicos. No citamos el manejo de fondos privados porque el patrono de súbito le pone coto y con creces a la deshonestidad de sus asalariados con inclusión de su gente de confianza.

Las improbidad y corruptelas de la empresa privada están dirigidas contra el Estado, como es natural, y contra de sus trabajadores con la anuencia de ese mismo Estado que, desde luego, no tiene alternativa salvo que los gobernantes de turno se le rebelen al poder económico imperante.

En nuestras universidades, como es sabido, ha reinado la impunidad más descarada contra el grupo organizado de delincuentes de toga y birrete que se halla allí al lado gente honesta. Una sociedad fincada en relaciones fabriles y comerciales y bancarias burguesas no puede reflejar otra cosa que trampas, zancadillas, traiciones, artilugios contables, engañifas y todas sus malsanas variantes que el empresario burgués, y los gobernantes las practican y manejen como recursos obligatorios para mantenerse en el poder y sobresalir contra sus “enemigos”.

En medio de tantos cambios presupuestarios y administrativos de la Renta Petrolera positivos alcanzados hasta ahora a favor de los más necesitados, a los cuales convalidamos y aplaudimos, el Estado venezolano no tiene por qué meter en un mismo saco a deshonestos con honestos, porque estos últimos no han disfrutado de ningún privilegio como para ser catalogados como “indignados”, a quienes el sistema ha decidió amputarles sus reivindicaciones , esas que han usurpado para sí los deshonestos de la cosa pública en perjuicio de los marginados del país, y de los “marginados” de las universidades.




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Manuel C. Martínez M.


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