Zombis políticos y educación (I)

El mundo según Alice

En la saga de Resident Evil[1] la Corporación Umbrella[2] desarrolla un arma biológica denominada Virus T que procura reanimar las células muertas. Resident Evil es un proyecto cinematográfico que expresa el sueño de los caporales del neoliberalismo de contar con mano de obra gratis, con seres sin inteligencia, zombis que le posibiliten al capitalismo del futuro la fuerza de trabajo necesaria para su modelo de producción. Si lo logran, como en la imaginaria Raccoon City, tendrán un problema: la sobrepoblación mundial.  Por ello, como cumpliendo el más elaborado de los sueños malthusianos, el virus se sale de control y al entrar en contacto con seres vivos los infecta convirtiéndolos en seres pasmados, en groggys sin conciencia, en muertos vivientes. Solo Alice -clonada una y mil veces- de manera inexplicable produce una mutación en su ADN que al hacerla inmune al virus genera simultáneamente los anticuerpos necesarios para desarrollar una vacuna contra el mal. Este concepto sería continuado por otras películas de Hollywood, la más publicitada de ellas fue “Guerra mundial Z” (2013) dirigida por el cineasta suizo Marc Forster (1969-    ) y protagonizada por Brad Pitt (1963-      ).

La ciencia ficción es cada vez un ejercicio de imaginación sobre escenarios posibles que cruzan control social, poder, ciencia y dominación. Para el capitalismo neoliberal el concepto de ciudadanía le resulta no sólo incomodo sino prescindible creyéndose sus exégetas una nueva especie por encima del hombre. Por ello, el capitalismo genera nuevas formas de gobernabilidad en los sistemas nacionales e internacionales caracterizados por el sometimiento cultural y tecnológico, el imperio de la fuerza y la violación sistemática de todo tipo de derecho humano y garantía social, para borrar a sangre y fuego las conquistas de la humanidad fraguadas en miles de luchas en todos los lugares y distintos tiempos históricos.

Para recuperar la esperanza y la paz espiritual, luego de ver una serie de películas como las que hemos referido, es recomendable reencontrarse con obras esperanzadoras como las de Pavel Éguez (1959-    ). La secuencia de los trabajos que componen la obra de Éguez nos muestra el compromiso del pintor, del artista con las más nobles causas. Conocí su trabajo de la mano de Carlos Julia y el Grito de los Excluidos y, con el también ratifique mi esperanza por la educación.  Como en la saga mencionada, una de las mutaciones necesaria para romper con el imperio de la anomalía cultural capitalista lo constituyen la educación y la pedagogía.  En consecuencia la Alice colectiva somos los maestros(as), las profesoras(es), los docentes, los sistemas educativos que trabajan un modelo de educación emancipadora.

La zombización de las sociedades en la era del capitalismo neoliberal

Para que el capitalismo neoliberal logre su propósito de zombización de la sociedad del siglo XXI, se vienen dando una serie de pasos que como un guión cinematográfico arman la trama de la alienación necesaria para su consolidación como modelo político, económico, militar y cultural dominante.

1.    La crisis de la democracia representativa

Desaparecida la URSS cuya existencia obligaba al capitalismo a generar una contra oferta política –la democracia parlamentaria- para anteponerla propagandísticamente al talón de Aquiles del socialismo del siglo XX –su déficit democrático-, los apologistas del mercado comenzaron a gritar a coro lo que había venido siendo denunciado por la izquierda y los sectores progresistas de occidente: la crisis de las democracias representativas.

Crisis que desde la perspectiva del sistema dominante la asociaron a los problemas de gobernabilidad de los Estados nacionales e identificaron como de legitimidad[3] y de pertinencia[4] (ver abundante bibliografía en los 90, entre otros del ILPES[5]). Fueron incapaces de señalar que la autentica crisis de las democracias estaba referida a la confiscación por parte de unos pocos de la participación ciudadana; apropiación que garantizaba el sistema de dominación de las burguesías bajo el espejismo seudo democrático limitado a sistemas electorales.

Desde un importante sector de la izquierda mundial, continental y venezolana se impulsaban modelos de reinvención de la democracia para colocarla al servicio de los más pobres, los trabajadores y las mayorías ciudadanas. La descentralización política y administrativa y la desconcentración del poder central fueron las banderas de profundización democrática de la izquierda en los setenta y ochenta. Precisamente en los ochenta, el emergente capitalismo neoliberal resemantizó estos conceptos y prácticas y construyó un modelo de descentralización que disolvía el papel del Estado y abría las compuertas a la privatización y mercantilización de todas las esferas, incluida la educativa. Sin embargo, los conceptos, prácticas, contenidos y experiencias acumuladas desde la perspectiva ciudadana señalaban que si era posible construir otro modelo de sociedad desde abajo, sin que ello implicara un abandono de las responsabilidades del Estado en la salvaguarda y garantía de los derechos sociales, culturales y políticos de la humanidad.

Pero los administradores del capitalismo procuraban confiscar la esperanza en el baúl del orden establecido. Cuando los pueblos demandaban participación se proponía una elección. Cada cierto tiempo miles de mujeres y hombres recorrían las calles para hacer cola, ejercer el voto y regresar a sus casas a vivir el show televisivo de la democracia de unas élites. El modelo fabril taylorista desarrollado como lógica de pensamiento.

Sin embargo -como nos demuestra la historia-  las conciencias adormecidas han logrado despertar en distintos lugares a través del tiempo y se han rebelado contra el orden impuesto, mostrando los límites de este proceso de conversión de los seres humanos en zombis políticos. En la tarea de neo domesticación que se vigoriza con el auge del neoliberalismo, la industria cultural y la vorágine tecnológica de los noventa del siglo XX jugarían un papel especial.

El abandono progresivo de cualquier rasgo de ejercicio de ciudadanía se imponía al fragor de un discurso que supuestamente la reivindicaba en el marco de modelos democráticos controlados por representaciones individuales y colectivas. Estos modelos de democracia representativa en crisis, honraban modelos autoritarios y dictatoriales, genéricamente coincidentes con la versión seudodemocrática de la plutocracia norteamericana. Las democracias representativas se habían convertido en nuevas formas de control social autoritario, entre otros aspectos al limitar el ejercicio democrático a la participación en elecciones de otros, seleccionados o aprobados por el propio sistema de gobernanza. El hombre y la mujer de a pie dejaban de ser ciudadanos para convertirse en simples electores, en parte adjetiva de los mecanismos de control social propios de sistemas basados en la precarización del ejercicio de ciudadanía. Elector político, consumidor social, depositante de su voz en otros y estudiante-docente pasivos ante los designios del mercado como ruta para disolver la ciudadanía.

La revolución Bolivariana es la síntesis de múltiples resistencias a este modelo de dominación, control social y zombización de los ciudadanos. Por ello, desde un primer momento plantea desde la desobediencia al status quo la democracia de la calle que sería recogida en la Agenda Alternativa Bolivariana (1996) y luego por la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999) como urgencia social para avanzar en un nuevo modelo distinto de democracia la del poder constituyente permanente. Era la expresión de la búsqueda de un nuevo sistema político que relocalizara el ejercicio de la ciudadanía en los sujetos sociales: la democracia participativa y protagónica.

El modelo político emergente procuraba resolver desde una perspectiva anti sistema las carencias democráticas de los sistemas de gobernabilidad propios del capitalismo en tiempos de mercantilización y privatización de la educación y no escondía que la declaración de intención era sólo el principio de la pugna entre lo viejo –a lo externo e interno- y lo nuevo por construirse. Disputa propia de una revolución democrática en el siglo XXI que comenzaba a despuntar en el horizonte. Esta disputa se mantiene y es constatable en los debates y prácticas de construcción de los embriones del poder popular, en los cuales unos quieren representar y las mayorías quieren ejercer, ser, actuar, mandar sin mediaciones.  La escuela[6] no puede permanecer ajena a esta dinámica.

2.    Castración de la ciudadanía

En ese engranaje de modelo de gobernanza capitalista, de democracia representativa, a la escuela[7], los centros educativos, les ha correspondido trabajar un modelo de ciudadanía pasiva conforme a las exigencias del capitalismo neoliberal con un proceso que podríamos describir de la siguiente manera:  

(a)  Desde la década de los setenta con la popularización en la izquierda crítica de los cuestionamientos al objetivismo[8] soviético[9], el emerger de la teología de la liberación[10], la subcultura de la new age y los estragos causados por el estructuralismo Althuseriano en los pedagogos[11] las instituciones educativas se comenzaron a auto explicar, auto entender y representar a sí mismas con un creciente apoliticismo confesional y mentalidad anti científica. La ciencia y el conocimiento científico comenzaron a ser cuestionados por un cierto sentido común que subrayaba el papel de la praxis y de la experiencia sobre la reflexión, el análisis y la síntesis discursiva, obstaculizando la dialéctica entre práctica, análisis, reflexión, teoría y praxis transformadora.

La profesión docente fue atacada en sus cimientos profesionales con un discurso que colocaba el conocimiento en la periferia externa de la escuela. Si bien es innegable y muy poderoso el conocimiento desarrollado por el pueblo en su resistencias a la dominación e indudable la necesidad de incorporarlo a las dinámicas escolares, también es cierto que el docente no es solo un comunicador de información científica, ni sólo un examinador o mucho menos un simple guardián de niños y jóvenes. Un pedagogo cumple ese y múltiples roles más, pero su trabajo esencial es el enseñar a aprender y el enseñar a instrumentar el conocimiento adquirido en la transformación positiva de la realidad. Independientemente de la crisis de la formación docente propia de la perdida de centralidad pedagógica[12] y la urgente necesidad de su recuperación en la perspectiva de la defensa de una educación pública, gratuita, popular y de calidad, se hace necesario subrayar el papel de la pedagogía y los pedagogos en la construcción de ciudadanía revolucionaria. Son los maestros(as) y profesoras(es) quienes acompañan, aclaran y potencian el aprendizaje significativo armados con las herramientas propias de cada uno de los componentes de la pedagogía emancipadora. Un docente subestimado profesionalmente y subordinado políticamente no puede prestar una contribución significativa al rearme político de la ciudadanía; por ello es prioridad de la agenda de cambios desde una perspectiva liberadora, recuperar el papel central de los docentes en el desarrollo de la democracia de pirámide invertida –o mandar obedeciendo como dirían los zapatistas- hasta alcanzar una democracia horizontal como utopía posible.

La dinámica entre apropiación del conocimiento y ejercicio de la ciudadanía, así como el papel de la escuela en esta articulación comenzó a ser marginalizado. Desde siempre, los derechos civiles y la construcción de ciudadanía aparecen profundamente asociados al dominio del conocimiento y la información científica, a tal punto que la educación en sí misma es considerada como un derecho humano fundamental en la ruta del desarrollo integral del individuo.

La neutralidad conceptual no existe.  Cada término tiene un lugar de enunciación que le dota de identidad inicial pero una interacción contextual le dota de características ideológicamente dadas. En términos semánticos acostumbramos a mencionar el carácter polisémico de muchos términos y definiciones, pero a veces en las praxis cotidianas soslayamos esta perspectiva.  Sin embargo,  discursos fundamentados en una “mentalidad colonial”, “oposición a la supremacía del método único”, “impertinencia de las regularidades”, “urgencia de reivindicación del saber popular”, “ocaso de las instituciones de la modernidad” abrieron paso a un periodo de oscurantismo educativo en el cuál aún estamos inmersos.  No estoy negando muchas de estas premisas, lo que señalo es que cada una de ellas adquiere un rumbo propio y diferenciado dependiendo de la perspectiva político ideológica desde la cual se desarrolle; así mismo alerto respecto a un discurso que desde sectores progresistas se convierten en disolventes del papel de la escuela y la importancia de la pedagogía.  Para que la educación como derecho humano se concrete se requiere de maestros(as) y profesoras(es) bien formadas(os) y de escuelas en todos los lugares, debidamente dotadas, todo ello bajo la responsabilidad rectora del Estado; si nos saltamos estas premisas cualquier discurso aparentemente progresista se convierte en expresión del dicho popular que señala que “no hay peor cuña que la del mismo palo”

El centro del debate concreto no debe estar en esnobismos educativos, sino el estudio, reflexión, análisis y acción transformadora de la cotidianidad escolar con una mirada de totalidad sistémica. La escuela se vino convirtiendo en las últimas décadas en un espacio desde el cual se enseñaba y repetían conceptos, normas de comportamiento y sistemas de recompensa y castigo en los cuales la ciudadanía aparecía como una dinámica exógena al centro educativo, es decir que se desarrollaba y ejercía al salir del centro educativo; y peor aún se ejercitaba conforme al grado de instrucción con el cual se salía de la escuela. Es decir, el concepto y los alcances de la ciudadanía se aprendían teóricamente en los salones, pero se decía que su ejercicio era en la externalidad escolar, creando una ruptura epistémica entre escuela y sociedad. Además el ejercicio de la ciudadanía en esa sociedad ajena a la escuela era sólo posible cuando contaran con una edad determinada, cuando los estudiantes fueran mayores de edad. Sólo ensayos demostrativos se daban en los centros educativos.

Como lo señalamos arriba, En Venezuela, desde la escuela en el proceso de resistencia a los embriones de zombización social emergió el concepto y praxis de la democracia de la calle, nichos de trabajo asociativo, no lugares de encuentro con el pueblo para decidir su destino más allá del circo electoral y la obediencia a los envestidos como sus representantes. Esta resistencia cada vez más fuerte permeó discursos y espacios institucionales que intentaron institucionalizar sus premisas para cabalgar la gobernanza social. Sin embargo al status quo le fue esquivo el control de pirámide invertida de la participación. La perspectiva constituyente, como proceso continuo, institucional en los barrios, fábricas, universidades, comunidades productivas fue el grito desesperado de millones de hombres y mujeres que queríamos ser actores de nuestro propio destino y nunca más marionetas: La ciudadanía revolucionaria brotó como un desafió social del ser colectivo;

(b)  Ciudadanía es entonces fundamentalmente participación de los hombres y mujeres en todos los asuntos considerados hasta ahora como propiedad de la clase o casta política, es decir que están confiscados por la representación. Es pasar de actor social al rol de co-autor y constructor de esa realidad social y autor de su propio destino; no como un grito individualista sino como un ser socialmente constituido en el cruce dialéctico entre subjetividad y objetividad.

Ser ciudadano es participar en todas las tomas de decisiones; ello fue perfectamente captado en Venezuela por los insurrectos de 1992 -empalmando con la insumisión del 89- quienes hicieron suyo el paradigma de la democracia participativa y protagónica, es decir la democracia de la calle.

Recordemos que para los hombres y mujeres no conscientemente politizados la participación tiene fundamentalmente tres expresiones: primero como votante para elegir a terceros, segundo como individuo que obedece y tercero como elector cuya evolución política y creatividad sólo es posible desarrollarla hasta el ejercicio de proponer para que los instalados en el poder decidan si lo que se proponen les resulta útil o no a la permanencia del sistema. Como bien lo enseñó Foucault (1926-1984) en sus trabajos editados posteriormente a su muerte, -especialmente en “Los anormales”[13]-  todo aquello que no forme parte de la lógica del sistema capitalista es considerado una anomalía a suprimir. 

Para el modelo de escuela del control social, las prácticas democráticas se limitaban a elegir y ser elegido para los centros de estudiantes u órganos de co-gobierno universitario, sociedades de padres y representantes, delegados sindicales, reinas escolares de temporadas, delegados de curso, entre otros. La participación en la democracia representativa se limita a formar parte de uno de los eslabones inferiores que crean una cultura de la representatividad como hegemonía política. Para el capitalismo neoliberal la escuela es entonces un espacio para el seudo ejercicio político, sujeta a normas de funcionamiento en los cuales se domestica al ciudadano. Es decir, una escuela que enseña a actuar respecto a un marco predeterminado y en situaciones específicas previamente definidas. La escuela desde esa perspectiva se convierte en un no lugar para la democracia, en un engranaje de la zombización social;

(c)   Los hombres y mujeres que resisten, las comunidades que construyen esa otra democracia posible se alimentan de su memoria histórica, de su legado de auto gobierno en un tiempo pretérito. En contraposición la escuela en el neoliberalismo desarrolla un concepto de historia –local, nacional, regional y mundial-  fragmentada y desde la perspectiva de los que dominan, -institucionalmente hablando-  pocas veces desde la resistencia, enseñando un orden lógico de la vida en sociedad que termina limitando el ejercicio de la ciudadanía a buenas prácticas y cumplimiento de normas, lo cual se ha conocido como producto deseado del buen ciudadano.

Esa otra escuela  -no institucional sino la de maestros contestatarios- que se vincula a un proyecto emancipatorio de la sociedad se entiende como un nicho para estudiar, conocer, divulgar y vincular las resistencias, las luchas en los distintos tiempos históricos contra toda forma de dominación y a favor de un horizonte libertario que no es otra cosa que la acción para un destino colectivamente decidido a partir de la conciencia individual de cada ser humano, hecho proyecto común: es decir ciudadanía revolucionaria. Una escuela que no enseña de manera crítica y reflexiva la historia de las luchas por la independencia nacional, contra la dominación y por la igualdad plena es una escuela que sólo sirve para construir zombis políticos.

Desde esa perspectiva es necesario subrayar y destacar la propia crisis epistémica y de ejercicio profesional que vivió el magisterio bajo el auge del estructuralismo Althuseriano (Louis Althusser, 1918-1990) al correr la desesperanza ante las definiciones de la escuela como simple aparato ideológico del Estado que escondía los procesos de resistencia y trabajo contra hegemónico, que desde siempre han desarrollado los científicos y los educadores en las aulas. Por suerte este periodo fue breve y abrió paso al concepto y posibilidad del educador y el aula como praxis y espacio de resistencia cultural e ideológica.  Paulo Freire (1921-1997), Henry Giroux (1943 -      ), Luis Bigott, entre otros educadores contribuyeron al desarrollo de esta nueva perspectiva.  Sin embargo, la incomprensión de este fenómeno por buena parte de la izquierda latinoamericana hizo y hace ver la resistencia como reformismo, resultando en un discurso tan desesperanzador como la canción “entrada de bala” (1993) del grupo de rock venezolano Zapato 3 (1983 - 1999) cuya letra dice  “Veo los ángeles brillar bajo la luna,  estaba tan muerto ya que encontré la muerte/  Detrás de las escamas el ácido quema la piel, la suerte no vendrá hoy como otras veces”.  Para quienes postulan esta perspectiva febril, el trabajo educativo alternativo sólo será posible cuando la clase obrera tome el poder, desarmando ideológicamente a los educadores que desde las aulas trabajan día a día, precisamente para apuntalar este cambio estructural, haciendo resistencia y trabajo de construcción compartida de conciencia crítica.

En La Ola "Die Welle" (2008) dirigida por el alemán Dennis Gansel (1973-  ) podemos evidenciar el poder del maestro en la formación de mentalidades, conciencia y percepción de la ciudadanía. La escuela como lo vienen demostrando los maestros Veracruzanos[14] es un lugar de resistencia a la dominación, de construcción no de esperanza boba sino de aquella que entiende el desarrollo pleno de la personalidad de los individuos como un ejercicio de ciudadanía rebelde que se junta a sus congéneres para trabajar por una sociedad de justicia e igualdad.  

3.    Sólo te hace falta sarna para rascarte” o Consumidores como antítesis de ciudadanos

El concepto de ciudadanía que implica deberes pero también derechos, que se entiende expresado mediante modelos horizontales y de pirámide invertida de participación, que valora al ser social como el máximo desarrollo de la conciencia respecto al horizonte compartido entre lo individual y los colectivos, que no suprime las diferencias sino que trabaja las convergencias resulta -sustantivamente hablando- incomodo para un capitalismo que en los noventa se auto consideró triunfante y hegemónico y que en el siglo XXI ha lanzado la mayor ofensiva global contra la educación como derecho humano fundamental. Un capitalismo que hoy en día valora las resistencias como anomalías a suprimir; un capitalismo que sueña con un virus T controlado para convertirnos en autómatas ante los designios del mercado.  

Durante el periodo de auge del capitalismo neoliberal la escuela y los sistemas escolares profundizan el abandono -de hecho, más que de manera explícita-  de la formación de ciudadanía para abrir paso al modelo de zombi político del siglo XXI: el hombre y la mujer como consumidores como máxima aspiración de vida.  La idea central del capitalismo es construir una seudoconciencia respecto a que lo importante es consumir y contar con los recursos económicos para consumir sin saciedad. En una sociedad de consumo plena cualquier aspiración de participación más allá de los límites formales es descartada en analogía a esa frase popular que indica “sólo le falta sarna para rascarse”, es decir, si hay que comprar y tiene como hacerlo ¿para qué se molesta en meterse en otros asuntos? ¡Consuma y sea feliz!

Para lograr este cometido, realizaron múltiples operaciones de reingeneria social entre las cuales destaca la intervención en los programas de formación de educadores los cuales abandonaron progresivamente o disminuyeron el peso de áreas vitales como historia de América, Historia Universal, Historia de las ideas pedagógicas o educación comparada –es decir todo aquello que desde el conocimiento de nuestro pasado y presente nos permitiera tener un proyecto de vida individual y colectiva en plena sinergia-  haciendo de la docencia una profesión instrumental que administra currículo, evalúa. Planifica y realiza contención escolar. Esto tiene su correlato en los contenidos cada vez mas fragmentados, que enseñados de manera desarticulada pierden potencia y utilidad para el estudiante.

La escuela de la dominación -aún hablando de historia- forma en un constante presente, presentando los recorridos humanos de manera tan tediosa e inconexa que se convierten en un simple requisito evaluativo escolar y no en una herramienta de construcción de conciencia y formación en ciudadanía crítica. En esta perspectiva lo sustantivo, lo que se “fija” es la comprensión del presente inmediato, lo cual coadyuva al proceso de sustitución del ejercicio de la ciudadanía consciente por el ejercicio del consumo. La historia local, regional, internacional o sectorial son temas para especialistas, quebrándose de hecho la noción de pasado que le permitía sentirse parte de una identidad presente en un marco histórico, lo cual limita las posibilidades de los individuos de ser parte de un proyecto social y por supuesto les convierte en eunucos políticos, que no conocen el pasado, no pueden entender el presente mas allá de sus expresiones cotidianas y por ende con dificultades para tener un proyecto de futuro. 

La educación emerge como formación para trabajar y ganar lo suficiente para consumir el máximo posible.  Consumo se equipara a felicidad y ésta a ejercicio pleno de ciudadanía. La escuela comienza a trabajar para la formación de consumidores como expresión de la zombización de la sociedad del siglo XXI. Si recorremos algunas de nuestras universidades podemos constatar cómo cada vez más tratan de imitar el concepto de centro de comercial, donde comparten consumo con formación.  Incluso ya se comienza a considerar como “normal” que estudiantes soliciten que sus comedores se parezcan a los locales de McDonald, lo cual no es expresión de ese proceso escolar por convertirlos en zombis políticos. Muertos vivientes en política cuya mayor preocupación sea consumir conforme a patrones regulares en distintas latitudes.  Allí tenemos un desafió enorme desde una educación que rescata el concepto pleno de ciudadanía para un modelo de democracia participativa y protagónica.

Como en el juicio de la Santa inquisición al Greco (1541-1614), el capitalismo utilizará cualquier argumento para intentar doblegar y someter la capacidad crítica de pensar, analizar y decidir. El tamaño de las alas de los ángeles hoy son las bondades de la oferta desmedida de productos que crean necesidades y esclavizan las conciencias a las capacidades de consumo. Como a Doménikos Theotokópoulos en la Toledo religiosa que le correspondió vivir, a nosotros hoy sólo nos salva de las garras de la zombización del mercado la conciencia crítica, una de cuyas herramientas de construcción es la pedagogía crítica. Sólo los seres humanos de pensamiento crítico pueden allanar el camino para el pleno desarrollo de la ciudadanía, ruta indispensable para el socialismo del siglo XXI.

(Continuara con los siguientes temas y subtítulos Estética sin singularidades, El individualismo como construcción política, Acortando los periodos de obsolescencia de las mercancías, Nativos digitales versus inmigrantes digitales en la construcción de ciudadanía, Educación clerical, laicismo y ciudadanía, El papel del trabajo en la transformación del hombre y mujer en ciudadanas(os), El hombre nuevo o el abandono de la certeza en la naturaleza buena del hombre, Pensamiento crítico y ciudadanía, Sexo diversidad, multiculturalismo, educación y ciudadanía,  Ondas cerebrales, pensamientos o la última frontera tecnológica, Apostatas de la educación, A veces llega la lluvia para limpiar las heridas)



[1] Es una película de ciencia ficción co-producida en una alianza germano-británico-francesa escrita y dirigida en el 2002 por Paul WS Anderson (1965-   )

[2] Empresa multinacional de ingeniería genética expresión de la alianza entre la industria farmacéutica y el complejo industrial militar en un mundo de ciencia ficción que no dista mucho de la realidad actual de experimentación con la vida sin un código ético.

[3] Los actores claves de las instituciones de gobernabilidad no eran reconocidos como los mejores y representativos de los intereses de las mayorías por parte de los ciudadanos

[4] Las instituciones no servían para lo que formalmente decían servir

[5] Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social, adscrito a la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), parte del sistema de Naciones Unidas, es decir del modelo de gobernabilidad emanado de Bretton Woods.

[6] Cuando hablamos de escuela nos referimos a los espacios escolares desde el maternal hasta los post doctorados.

[7] Como lo he señalado en mis anteriores artículos cuando hablo de escuela me refiero a los centros escolares desde la educación inicial hasta el post doctorado, nunca en el sentido estrecho de la primaria o el bachillerato

[8] Cuestionamiento que comparto pues el socialismo libertario es síntesis de la relación dialéctica entre la realidad objetivada y la subjetividad de los sujetos sociales que reelaboramos, reinterpretamos y construimos de manera conjunta esa misma realidad con práctica-reflexión-síntesis de conocimiento-praxis.  El objetivismo socialista conspiró contra la democracia socialista y la armonía de los seres humano con el resto de la naturaleza.

[9] Debate que venía en términos teóricos desde finales de la década del 20 del siglo XX, que fuera retomado por la Escuela de Frankfurt y popularizado en Latinoamérica y el Caribe a partir del auge de los otros marxismos no soviéticos en la década de los sesenta.

[10] Que buscaba espacios de encuentro entre teología y marxismo y que a mi juicio tuvo un efecto más contaminante de la mentalidad religiosa en la izquierda, que del marxismo en el catolicismo.

[11] Al desarrollar la idea de la escuela como aparatos ideológico del Estado, desconociendo las resistencias presentes en la escuela y encarnadas por docentes, alumnos, representantes y comunidades lo cual propició –por diversos factores que he explicado en mis charlas y otros artículos-  se desarrollaron corrientes conformistas

[12] Lo cual he analizado en otros trabajos y charlas

[13] Foucault, M (2000). Los anormales. Curso en el College de Francia 1974-1975. Ediciones del Fondo de Cultura Económica. Argentina

[14] México, quienes resisten en las aulas, en las calles y en la batalla mediática en espacios como Insurgencia Magisterial

 



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Luis Bonilla Molina

Docente- Investigador miembro del PEII Venezuela. Presidente de la Sociedad Venezolana de Educación Comparada (SVEC). Directivo de la Sociedad Iberoamericana de Educación Comparada (SIBEC). Miembro del Consejo Mundial de Sociedades de Educación Comparada, instancia consultiva de la UNESCO. Coordinador Internacional de la Red Global/Glocal por la calidad educativa. Autor de artículos en una veintena de páginas web a nivel internacional.

 luisbo@gmail.com      @Luis_Bonilla_M

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