Es un hecho incuestionable que nada, absolutamente nada, es gratis en la sociedad burguesa. Es más, todo lo contrario, hasta el aire que respiramos suele asimilarse a una mercancía[1], y es así cómo en el sistema capitalista todo tiene precio al punto de que también lo tiene la conciencia de respetables intelectuales, de científicos y con mayor facilidad las conciencias individuales de obreros y de preferencia y hasta obligatoriamente la de los profesionales universitarios a quienes suele engañárseles con el cuento chino-con el perdón de estas personas-de ofrecérseles universidad gratuita.
El precio de esa estadía universitaria es la entrega servil e incondicional de su conciencia. Esta entrega mental suele medirse por el respeto al sistema, por su apologismo a todo trance y mantenerse en pie de lucha para favorecer y estar de acuerdo con las decisiones más inicuas de la clase dominante en contra de quienes no se cuadren con semejante venta de conciencia.
Durante la IV República pudimos observar ese fenómeno de la compraventa de conciencia en las universidades. Los estudiantes de izquierda fueron vejados, marginados y hasta sacrificados. Lograron, en principio, salvar su pelleja y mantener limpia su conciencia sólo aquellos que a todo riesgo optaron por irse a la guerrilla.
La pena para los díscolos fue el cierre de las puertas de las bolsas de trabajo cuando iban egresado, y todo tipo de trabas a lo largo de su carrera cuando el estudiante daba señales de ser una persona no afecta al sistema ni de verse envuelto en corruptelas varias.
La honradez, la probidad e incorrupción es un defecto para los amos de esta sociedad. Sólo "progresan" con dinero los profesionales prestos para callar ante las injusticas varias y mostrarse tolerantes con las diferentes formas de injusticias sociales que en favor de pocos sufren las mayorías.
La gente de izquierda que logró sobrevivir sin irse al monte fueron quienes pactaron servilmente con los puntofijistas y favorecieron su larga estadía en Miraflores durante aquellos 40 años. Esos profesionales son los mismos que hoy por hoy se hallan enchufados como "rojos rojitos" pero que viven quitándose las caretas al verse mezclados en múltiples formas de corruptelas y cuadraturas con sus amigos de la derecha.
Estos ingenuos profesionales terminan creyendo que su "progreso" monetario se debe a su buena conducta laboral y a su capacidad técnica. Muy lejos se hallan de darse cuenta que son usados de mil formas a cambio de buenos ingresos que indudablemente suelen recibir, salvo que cometan el error de pretender cogérselo todo con cargo a los accionistas burgueses que hayan depositado en ellos su confianza.
Ahora, cabe preguntarse: La prosperidad económica medida en cierta fortuna dineraria costeada con parte de la explotación que se practica con los trabajadores o con las burlas aplicadas al cumplimiento de leyes nacionales que impliquen gravámenes o gastos omitidos en controles sanitarios, esa prosperidad, preguntamos, ¿vale o equivale al valor de nuestra conciencia? Semejante precio o el costeo de los estudios universitarios puede seguirse llamando gratis?
07/09/2015 10:50:42 a.m.
[1] El llamado "derecho de frente" no es otra cosa que un impuesto que reciben las Alcaldías.