No hablamos de los salarios actuales que se hallan hipergolpeados por este actual y flamante comerciante suicida, un comercio obstinado, como se halla, en salvarse del cambio irreversible que significa una economía nacional ya trazada y en vías de socializarse toda, un fenómeno politicoeconómico a todas luces irreversible.
Estamos refiriéndonos a los de siempre, desde los mismos tiempos decimonónicos, aunque no podemos ocultar que si nuestra economía productiva y distributiva se halla casi absolutamente desestructurada, anarquizada y sin asomos de restauración a tiempos anteriores, no mejores porque para los trabajadores más pobres, siempre ha se ha tratado de salarios miserables, con alto costo de vida y repletos de desesperanzas, y si eso es así, no podemos perder de vista de que el salario miserable ha sido calculado por los EE. UU. a fin de que nuestros trabajadores se mantengan en permanente rezago industrial. Como resulta lógico, si los salarios del docente son miserables, estos marcarán el resto de los salarios que obviamente serán extramiserables.
Por allí se dice que si se quiere armar y amar una República, se requiere la formación de hombres y mujeres republicanas; y eso está muy bien, pero, por analogía, con los salarios de hambre de nuestros docentes sólo formamos hombres hambrientos en cuerpo y alma.
Y ciertamente, con los salarios de hambre que siempre ha caracterizado la paga de los docentes venezolanos-en sentido lato-sólo se ha sembrado venezolanos medios miserables y deficientes en su salud y pensamiento, con las exiguas excepciones del caso, valga la redundancia.
Muchas familias venezolanas con mediano y alto poder de ingreso han preferido los elevados costos de las matrículas y demás costes de la educción extranjera, y no precisamente por pitiyanquismos antipatrióticos ni de otros despectivos tratamientos afines, sino sencillamente porque, de perogrullo, un servicio así con salarios miserables para sus docentes , con salarios inductores de mil corruptelas de parte de sus directivos y administradores, con ellos, decimos, no se puede esperar una enseñanza media de alta calidad; pensarlo así es llamarse a engaño, lo que no excluye que el hambre también bota de vez en cuando uno que otro genio, uno que otro excelente docente o investigador, pero entonces y en tales casos se trata de resultados probabilísticos con baja verisimilitud.
Pero tampoco basta la educación pública libre de pospago alguno*. El ajuste que urge hacerle al salario del personal docente escapa a los esporádicos y coyunturales ajustes derivados del salario mínimo que rija para docentes y no docentes. Se trata de un personal calificado de una potencial primerísima calidad, y así debe considerársele cuando un gobierno que se apersone de esa necesidad primaria y bolivariana decida hacerlo.
No en balde el viejo apotegma griego dice que sólo se tendrá una mente sana en un cuerpo sano, pero la sanidad no se alcanza unilateralmente con deporte, porque para formar a un buen deportista este y sus docentes deben recibir una excelente dieta alimentaria desde la cuna y hasta desde más atrás. Lo que rige para un deportista rige también e igualmente para cualquier trabajador, inclusive para el trabajador medio y raso dada su propia naturaleza de trabajador complementario e insustituible y razón por la cual, si dieta alimentaria no puede ser discriminada cuantitativa ni cualitativamente.
Pero esa analogía con el apotegma griego cobra relevancia cuando se trata del personal trabajador formador de ciudadanos educados técnica y económicamente hablando, es decir, con capacidad temprana de ser una fuerza productiva de alta calidad y desatada de alienaciones que sólo las explican las relaciones clasistas propias del modo capitalista-asalariado.
P.D.: Una economía desbaratada comercialmente, como se halla la nuestra, sólo podrá enderezarse bajo un nuevo modo de vida ya que ningún modo burgués podrá corregir lo que él ha ya destruido. No se puede frenar el abuso de los comerciantes informales ni de los intermediarios medianos y mayores con un auditor, un policía, un juez y un supervisor a la pata de cada uno de estos criminales disfrazados de comerciantes, pero sí esperamos, cargados de esperanzas, que la fábrica alterna y la distribución paralela en vías de implementación a nivel nacional, conocida como la economía CLAP, darán cuenta de l