Cuando los Ministros de Educación suelen citar los antecedentes de la actual gratuidad de los libros para la Educación Primaria y Secundaria reducen sus citas a Simón Rodríguez, Simón Bolívar y por ahora al Presidente Chávez.
Y eso está bien, pero, aunque peque de jactancioso, y como quiera que "Cada gallo debe cacaraquear sus críos", asimismo, fui yo durante varios años quien hizo campaña solitaria prorrevisión del mercadeo de libros de toda la bibliografía pensumaria que había reinado en nuestro país, y continúa haciéndose.
Lo hice en mis "panfletos", por cierto, para nada reconocidos por autoridad alguna durante los 24 años continuos que estuve trabajándole a la Universidad Pedagógica de Maracay, Maracay, estado Aragua, en la cual jamás hubo partida presupuestaria para mis años sabáticos de los cuales obviamente no disfruté ninguno, mientras que para los convencionales favoritos y de cuestionable productividad docente sí había reales, otorgados religiosamente hasta ir a tomar fotos en sus correspondientes tours por la vieja Europa.
Cuando lancé mis "sadelas" # 500 y pretendí hacerlas valer para que se me concediera alguna fracción crediticia que aliviara un poco la miserabilidad que sigue caracterizando el salario del docente público y privado, como expresión del más fiel programa de ralentización imperial del sano desarrollo de nuestras fuerzas productivas. La encargada de turno para las evaluaciones docentes la negó con el servil y deleznable argumento de que esas 500[1] publicaciones no habían sido respaldadas por ninguna revista ya acreditada.
En mis "panfletos", digo, destaqué el reiterado hecho de que los profesores desde mucho tiempo atrás venían siendo-y siguen haciéndolo-auténticos tontos útiles en materia de promoción de textos de editoriales privadas sin que ninguna de ellas se hubiera dignado ni siquiera en hacerle llegar un ejemplar como muestra gratis, al mejor estilo comercial practicado por las farmacopea industrial y transnacional con el sumiso e impertérrito personal médico.
Pasados unos años, empecé a ver que alguna de esas editoriales burguesas empezaba a regalar uno que otro nuevo libro, pero con publicidad comercial estampada colorizadamente en sus contraportadas.
Hoy, el gobierno nacional cortó por lo sano y les amputo esa cautiva clientela que el propio y pendejo Estado burgués de otrora-todavía se practica en las escuelas y liceos privados y en casi todas las universidades-representaba para esas editoriales capitalistas sin ni siquiera regalar un solo ejemplar para ninguna biblioteca porque estas también formaron parte de dicha pendeja clientela.
Así, pues, estas referencias sobre las dotaciones de libros también lucen amputadas en nuestros Ministerios de educación.
[1] Otro más "valiente" me tiró el carro encima y me salvé porque me lancé sobre la acera más cercana, y eso que estaba a punto de graduarse en una de esas universidades donde por excelencia graduaron profesionales descerebrados como arroz, y lo siguen haciendo.