Cuando el 15 de enero se instituyó en Venezuela como el Día del Maestro o del educador, no han sido pocas las marchas y concentraciones donde miles de docentes levantan las banderas de las reivindicaciones sociales con el propósito de exigir al gobierno de turno el cumplimiento de una educación basada en los más altos niveles de excelencia.
Desgraciadamente, desde que Nicolás Maduro asumió el poder, los avances que se habían logrado con la instauración del sistema educativo bolivariano durante el gobierno de Hugo Chávez han sido destruidos.
Esta crisis, cuya responsabilidad de las autoridades educativas resulta más que evidente, ha convertido a Venezuela en el primer país de Suramérica y tercero de América Latina con cifras de embarazo en adolescentes, sin que se promuevan efectivos programas hacia la reducción de tan complejo problema, siendo muy preocupante el número de niñas que alcanzando la menarquía se encuentran sexualmente activas, y sin utilizar métodos anticonceptivos, en algunos casos por omisión, en otros porque ni siquiera el Estado garantiza la distribución y menos la venta de productos o píldoras que disminuyan los embarazos en temprana edad. El embarazo en adolescentes es un factor multiplicador de la pobreza que termina por consolidar la crisis económica y social.
Las bandas juveniles se han apoderado de las instituciones educativas. Resulta insólito el ver motorizados de dudosa procedencia, en algunos casos armados, consumiendo licor o inhalando cualquier tipo de drogas en los alrededores de los centros del "conocimiento", sin que exista autoridad que pueda aprehender a tales desadaptados, sino, por el contrario, algunos de estos "funcionarios" solo aparecen cuando los delincuentes se han ido, o en su defecto, luego de que los malandros han arrasado con la poca comida, escaso mobiliario y equipos de computación que llega a los planteles.
Igualmente, los índices de deserción escolar, desde el año escolar 2012-2013, vienen en aumento sostenido como producto de una inflación que ha roto la barrera de los tres dígitos medios anuales, lo cual aunado con la escasa productividad y el decrecimiento de la economía ha multiplicado la industria del bachaqueo como principal fuente de ingresos de los sectores más pobres, razón por la cual para los adolescentes y jóvenes no resulta atractivo estudiar no solo por ver la inmensa degradación que existe entre los salarios del empleo formal y profesional, en relación con el comercio informal, sino porque, simplemente, consideran que la educación no es necesaria de manera fundamental para la existencia de vida, lo cual se traduce en un componente de profunda anomia, degeneración de la sociedad y desinstitucionalización del Estado.
Tampoco se puede ignorar que el llamado sistema de alimentación escolar (SAE) se quedó solo con el nombre. Centros de educación inicial (CEI), escuelas y liceos no reciben los alimentos de manera regular; verbigracia, lo que era una importante ayuda para las familias venezolanas el madurismo lo convirtió en sal y agua. La alimentación en los planteles, aunque el gobierno diga lo contrario, la verdad es que casi no existe, lo cual ha contribuido a hundir más la crisis educativa. No podemos obviar el pésimo estado de la infraestructura educativa, cuya mayoría de institutos está convertida en letrinas y campos de guerra.
Y el colofón de semejante tragedia lo viven los docentes, quienes apenas si sobreviven con ingresos que superan la línea del salario mínimo, y nos preguntamos, ¿cómo se puede tener una educación conforme lo establecen nuestras normas jurídicas cuando los responsables de impartir la educación atraviesan severos problemas para mantenerse junto con sus familias? La única verdad es que maestros y profesores universitarios ni siquiera pueden satisfacer sus necesidades básicas de alimentación, salud, transporte, vestido, formación profesional y vivienda.
De hecho, es tal la destrucción de la carrera docente, que hasta el propio Maduro ordenó eliminar el programa nacional de formación de educadores (PNFE) que existía en la Misión Sucre, mientras que en las universidades nacionales, espacios donde debería ser potenciada y multiplicada la especialización de profesores y licenciados en Educación, estos han sido reducidos a su mínima expresión con el malogrado propósito de seguir politizando el aprendizaje en todos los niveles educativos, y forzar la emigración de los maestros activos hacia otros escenarios laborales ante la depauperación salarial y la quiebra de la docencia como digna profesión.
Hoy, los educadores viven en la más completa pobreza y miseria, y, al igual que nuestros educandos, intentan sobrevivir entre el hambre y la debacle social. Por ello, nuestros niños y adolescentes están sometidos a recibir una pésima educación para su desarrollo cognitivo e integral, en el medio de institutos "educativos" que han sido abandonados en su totalidad. Este 15 de enero no podrá ser celebrado el Día del Maestro, sino el día de la tristeza docente y educativa. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.
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Autor de la Teoría de la Regeneración del Pensar